Madrid
Actualizado:Hace ahora ochenta años, en las primeras horas del 6 de julio de 1937, empezó en el sudoeste de Madrid la Batalla de Brunete, una de las más recordadas y famosas de la Guerra Civil Española. Cerca de 130.000 soldados de ambos bandos (80.000 republicanos, entre ellos 17.000 brigadistas internacionales, y unos 50.000 franquistas) lucharon durante 20 días bajo un sol de justicia en el yermo paraje que circunda los pueblos de Valdemorillo, Quijorna, Villanueva de la Cañada, Villanueva del Pardillo y Brunete, a apenas 45 kilómetros de la madrileña Puerta del Sol. Hubo 40.000 bajas entre muertos, heridos y desaparecidos, una cifra que hizo de esta batalla una de las más cruentas del conflicto.
"Fue la primera gran ofensiva de la República contra las tropas rebeldes", explica Ernesto Viñas, fundador junto al belga Sven Tuytens de Brunete en la memoria, asociación nacida para preservar la historia y la memoria de esta batalla.
Cuenta Viñas que siguiendo los planes trazados por el general Vicente Rojo, Jefe del Estado Mayor Republicano, el recién creado Ejército Popular Republicano, con sus tropas del Ejército del Centro, atacó con seis divisiones desde la línea Valdemorillo-Colmenarejo en la madrugada del 6 de julio. Al mismo tiempo, desde el barrio de Usera de Madrid partían dos divisiones del Cuerpo de Ejército de Vallecas.
Los dos ataques debían converger en Alcorcón, más al sur, formando así un movimiento de pinza sobre las tropas franquistas que cercaban el sudoeste de la capital. Con este movimiento se pretendía dejar a miles de soldados rebeldes aislados del resto de sus compañeros y aliviar la presión sobre Madrid.
Pero la verdadera razón para atacar en la zona de Brunete era obligar al general Franco a distraer tropas del asediado frente del Norte, aquella franja republicana que resistía a orillas del mar Cantábrico: Asturias, Cantabria y buena parte de Euskadi, sobre todo Vizcaya. De hecho, en aquel caluroso julio de 1937 hacía ya meses que los sublevados habían renunciado a tomar Madrid, incapaces de doblegar la numantina resistencia republicana en la capital.
Así pues, desde marzo de 1937 lo más selecto del Ejército franquista estaba concentrado en la ofensiva contra Euskadi, Cantabria y Asturias. La situación para los republicanos era desesperada: Bilbao y Vizcaya habían caído en junio y, como en un efecto dominó, la siguiente pieza en caer sería Cantabria para terminar con Asturias.
"Brunete fue la primera gran ofensiva de la República contra las tropas rebeldes"
Mandar tropas en auxilio de vascos, cántabros y asturianos era misión imposible. La única opción que tenía el Gobierno republicano era forzar a Franco y a sus generales a retirar buena parte de sus soldados del norte. Sólo una ofensiva de envergadura podía lograrlo: Brunete.
Conservar esa franja al borde del Cantábrico era fundamental para la República y para el futuro de la guerra, dado que allí se concentraba buena parte de los recursos industriales de los que disponía La República. "Cuando se produjo la batalla de Brunete, la República aún tenía posibilidades de ganar la guerra. De hecho, Brunete era la única gran posibilidad de victoria republicana", sostiene Viñas.
Pero los planes republicanos fracasaron y lo que podía haber sido una de las batallas más decisivas de la guerra se convirtió en una intrascendente. "Brunete es una de las batallas menos decisivas de la Guerra Civil. No desequilibró el curso de la contienda y sin embargo no hubo un mejor momento para la República de darle la vuelta a los acontecimientos", abunda Viñas.
El impulso inicial del Ejército republicano duró hasta el día 11 de julio. A partir del día 12 las fuerzas comandadas por el general José Miaja, comandante del Ejército del Centro, dejaron de avanzar. Las divisiones que había salido de Usera tampoco pudieron llegar a Alcorcón. Viñas explica por qué: "Miaja no era el jefe más indicado; era un gran estratega para la defensa, así lo demostró en Madrid a finales de 1936, pero no para la ofensiva. Además, el Ejército republicano aún estaba un poco verde para lanzar un ataque de esa envergadura: carecía de la logística necesaria, faltaban medios materiales, abundaban los soldados con nula experiencia en combate y al avanzar tan rápido en los primeros días las líneas quedaron muy extendidas, con poca oportunidad de fortificarse".
"No hubo un mejor momento para la República de darle la vuelta a los acontecimientos"
Ante este escenario, Franco efectivamente movilizó algunas tropas del frente del Norte, pero no tantas como anhelaban los republicanos. A partir del 18 de julio llegó la contraofensiva de los franquistas: la superioridad de su aviación y su superioridad en medios materiales acabaron con las opciones republicanas. Los franquistas reconquistaron el pueblo de Brunete, que habían perdido el primer día de la ofensiva. La batalla concluyó el día 26 de julio y el paisaje después de la misma varió muy poco respecto al día 6. Las fuerzas republicanas apenas habían avanzado unos kilómetros. En cuanto al destino del frente del Norte, su suerte tampoco cambió demasiado: la campaña se retrasó sólo un mes y medio; a finales de agosto caía Santander y a finales de octubre, Asturias.
Brunete es aún hoy un episodio cargado de épica, pero ochenta años después un recorrido por el campo de batalla muestra la endeblez de la memoria histórica en España: gran parte del escenario donde se libraron los combates de 1937 está ahora ocupado por miles de chalets adosados, centros comerciales y urbanizaciones con piscina, mientras que las trincheras y los fortines que han sobrevivido a la voracidad del ladrillo —unos 45, más o menos— se encuentran en un estado lamentable en la mayoría de los casos.
Ni una modesta placa recuerda aquel episodio tan trágico en este paraje de Madrid, algo que a Sven Tuytens, belga afincado en España, le llama poderosamente la atención. Como es igualmente llamativo que un español de origen argentino —Viñas— y un belga sean los que se dediquen a preservar la memoria de la batalla a través de Brunete en la Memoria. Los ayuntamientos de la zona, arrasados en su mayoría por los combates, hasta ahora han preferido ignorar los acontecimientos de 1937. Como si eso formara parte de un pasado que hay que olvidar.
A pesar de que sus responsables han mantenido contactos con varios ayuntamientos de la zona y con otros organismos oficiales, hasta ahora el apoyo institucional a Brunete en la Memoria no se ha plasmado en ninguna iniciativa concreta. Viñas y Tuytens, sin embargo, no pierden la esperanza. Ellos trabajan desde hace años en recordar la batalla de Brunete "desde un punto de vista estrictamente militar, no hablamos de la represión ni tomamos partido".
Pero ni así han logrado el apoyo de las administraciones públicas para un proyecto que tiene una clara vocación histórica y arqueológica y que se sustenta en tres patas: la conservación de los escenarios donde se libró la batalla y de su patrimonio histórico; la construcción de un museo que incluya un archivo cartográfico, fotográfico y documental además de los múltiples vestigios y objetos que Viñas y Tuytens han ido encontrando durante sus largos paseos por el campo de batalla a lo largo de los últimos años; por último, los responsables de Brunete en la Memoria aspiran a crear y gestionar un amplia base de datos sobre los combatientes para, como afirma Viñas, "resolver los agujeros sentimentales".
Y es que en todos estos años unas 120 personas, muchas de ellas extranjeras, se han dirigido a Brunete en la Memoria para ubicar algún familiar, para saber en que unidad combatió, dónde estuvo durante la batalla, o, simplemente, conocer cómo murió. Ellos se han dedicado a rastrear en archivos militares y en cualquier fuente de información, pero un trabajo sistematizado y con tiempo daría aún mejores resultados.
Mientras llega la tan deseada ayuda institucional, cada año, el primer sábado de julio, Viñas y Tuytens organizan una marcha por los campos donde miles de hombres murieron para rescatar del olvido aquella batalla que no todos quieren recordar.
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