Este artículo se publicó hace 5 años.
Sondeos electoralesEl auge de Vox no dará mayoría absoluta a la derecha, pero impedirá que gobierne el PSOE
Si hoy se celebrasen elecciones generales, el partido de ultraderecha superaría los dos millones de votos, pero sólo lograría escaños por Madrid, Andalucía, Valencia, Castilla y León, Murcia y Aragón, y la suma PP+C's+Vox se quedaría a tres diputados de la mayoría absoluta del Congreso, según las estimaciones del gabinete demoscópico Key Data para 'Público'. Los socialistas quedarían en primer lugar, pese a repetir el resultado de 2016, y Ciudadanos casi igualaría al PP pero no conseguiría rebasarlo.
Carlos Enrique Bayo
Madrid--Actualizado a
Como todos los medios de comunicación, los políticos y los comentaristas no hacen más que hablar de Vox, tras su inesperado despegue meteórico en Andalucía, los sondeos de opinión están disparando hasta extremos inverosímiles las expectativas del partido de Santiago Abascal en unas elecciones generales anticipadas. No obstante, si Pedro Sánchez convocase ahora a las urnas, ni la formación ultra obtendría decenas de diputados, ni la derecha superaría de calle la mayoría absoluta, como vaticinan algunas encuestas.
Al menos, éstas son las estimaciones del gabinete demoscópico Key Data, tras evaluar y ponderar todos los sondeos efectuados hasta la fecha tras las autonómicas andaluzas. El hemiciclo resultante de ese pronóstico –reflejado al inicio de este artículo– sería el de un Congreso fragmentado en el que ni los tres partidos derechistas sumarían una mayoría absoluta de diputados, pues se quedarían a tres escaños de los 176 precisos, ni la alianza de la izquierda con los nacionalistas que impulsó la moción de censura contra Rajoy la alcanzaría esta vez, aunque por un solo voto.
La fragmentación parlamentaria quedaría bien patente en que los socialistas se situarían en primer lugar con prácticamente el mismo número de votos (unos 5,4 millones) que los que obtuvieron en los comicios de 2016, logrando 101 escaños frente a los 85 en los que se quedó entonces, por obra y gracia de la ley electoral. En cambio, todos los demás partidos subirían o bajarían notablemente con respecto a la última cita con las urnas para escoger a los diputados del Congreso, tal como se puede apreciar en la siguiente tabla comparativa:
Vox obtendría sus escaños en sólo seis comunidades
En esta tabla se aprecia perfectamente que una formación nacionalista como ERC, con participación exclusiva en una sola comunidad autónoma (Catalunya), puede obtener el mismo número de escaños (11) que Vox –que se presenta en todo el territorio español–, con bastante menos de la mitad de los votos. Porque en la mayor parte de las circunscripciones (uniprovinciales) el partido ultra de Abascal no lograría obtener el nivel suficiente para arrancar un escaño y su representación parlamentaria quedaría circunscrita a unos pocos bastiones electorales.
En este caso, según esta última oleada del Observatorio Continuo de Key Data para Público, Vox centraría su éxito en Madrid –donde sacaría cinco diputados a las Cortes–, Andalucía –con otros dos escaños– y otras cuatro comunidades: Castilla y León, el País Valencià, Murcia y Aragón, en las que obtendría un parlamentario en cada una de ellas. En las demás, sus votos quedarían descartados por la Ley d'Hondt.
Un panorama que no permite augurar un salto cuantitativo proporcional a los datos porcentuales de intención de voto que reflejan las encuestas porque –a diferencia de los que ocurrió con Podemos cuando concurrió con sus confluencias en distintas autonomías– su apoyo electoral será ínfimo en las comunidades donde su propuesta de acabar con el Estado autonómico es totalmente indigerible, desde Catalunya, Euskadi y Galicia, hasta Navarra, Canarias o Baleares.
Además, Abascal cosecha sus votos en los grandes graneros del PP –en el que militó durante dos décadas–, y tiene muy difícil arrebatarle escaños en los feudos de Pablo Casado... salvo Castilla y León, donde su alta cuota total de 31 diputados le permite apoderarse de algún resto pese a quedar en tercer lugar.
Por comunidades, la distribución de escaños para cada partido quedaría, según las estimaciones de Key Data, como muestra el siguiente gráfico interactivo (pasando el cursor sobre las barras aparecen las cifras parciales):
En este gráfico también se ve cómo el PP pierde su posición hegemónica en todas las comunidades que otrora dominó, a causa de la fragmentación de la derecha en tres partidos y de la sangría de votos populares hacia Ciudadanos y Vox.
De los 2,7 millones de votos perdidos por el PP, 1.250.000 han ido a Ciudadanos y otros 750.000 a Vox
Del estudio de las transferencias de votantes estimadas por Key Data se puede ver que de los 2,7 millones de votantes de Rajoy en 2016 perdidos en este periodo, 1.250.000 han ido a parar a la formación de Albert Rivera y otros 750.000 han caído en manos del partido de Abascal.
Así que esos dos partidos emergentes se nutren básicamente de la descomposición del PP, por mucho que en el súbito surgimiento de Vox tengan cierto papel los desencantados de otros partidos. Por ejemplo, 150.000 de los encuestados que afirman ahora apoyar a Abascal dicen que votaron antes por Pablo Iglesias, aunque eso sólo equivale al 3% de los electores que depositaron la papeletas de Unidos Podemos en 2016.
Igualmente, los 90.000 votantes que se pasarían de las filas de Rivera a las de Abascal equivalen también al 3% de los que apoyaron a C's en las anteriores elecciones generales. Y los 140.000 electores socialistas que ahora dicen que votarían a Vox suponen el 2,6% de los votos que obtuvo el PSOE en 2016.
Así que no cabe duda de que el fenómeno de Vox se debe a una escisión pura y dura del sector más ultramontano que siempre anidó en el PP y que ahora se escapa hacia el extremo de los nostálgicos del autoritarismo tradicionalista.
Y, en cuanto a las posibilidades de que PSOE y Ciudadanos se aliasen en un supuesto centro social, pues resulta que tampoco sumarían más que 172 escaños, exactamente la misma cifra que la resultante de PP+Cs+Vox.
Parece que el electorado está dispuesto a dejar a los políticos ante el dilema de negociar por fin acuerdos con sus rivales o encontrarse con una ingobernabilidad absoluta.
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