Este artículo se publicó hace 5 años.
Auge de ultraderecha"Si la Unión Europea no cambia de rumbo, la ultraderecha seguirá creciendo"
Entrevistamos a Andreu Jerez, coautor del libro 'Epidemia Ultra', en el que se analiza el crecimiento de la ultraderecha en una quincena de países de la UE.
Barcelona-
El periodista Andreu Jerez (Alicante, 1982) trabaja como reportero en la edición para América Latina de cadena internacional alemana Deutsche Welle. Junto con el comunicador Franco Delle Donne, ha coordinado el libro Epidemia Ultra: la ola reaccionaria que contagia Europa.
En este ensayo colectivo, periodistas y expertos residentes en una quincena de países europeos analizan el crecimiento de las distintas formaciones ultraderechistas europeas. Desde Berlín, analiza los resultados de las derechas radicales en los comicios del 26 mayo y la posibilidad de que las formaciones ultras se unan en un gran grupo en el Parlamento Europeo con más de 100 diputados. “Prácticamente un 25% de los representantes en el Parlamento Europeo pertenecen a partidos de derechas radicales. Prefiero evitar los discursos triunfalistas”, asegura a Público en esta entrevista realizada a través de Skype.
¿Cómo analizas los resultados de las formaciones de derechas radicales en las pasadas elecciones europeas? ¿Al final los partidos ultras obtuvieron un resultado menos importante de lo esperado?
Si sumamos los partidos ultraderechistas como la Reagrupación Nacional de Le Pen o la Liga de Matteo Salvini, las formaciones euroescépticas como el Partido del Brexit y neoconservadoras como el Fidesz de Viktor Orbán, en total hay 175 eurodiputados. Es decir, prácticamente un 25% de los representantes en el Parlamento Europeo pertenecen a partidos de derechas radicales. Prefiero evitar los discursos triunfalistas de aquellos analistas que consideran que los resultados en las pasadas elecciones europeas fueron una victoria para el establishment, ya que, según ellos, se logró detener a la ola del populismo de derechas. Que estas formaciones hayan sido las más votadas en países como Francia, Italia, Hungría o Polonia nos muestra que la situación es preocupante. Si la Unión Europea no cambia su rumbo, lamentablemente estos partidos seguirán creciendo.
A diferencia de los verdes o los liberales que también crecieron en las pasadas elecciones, las formaciones de ultraderecha ya están presentes en prácticamente todos los países de la UE…
Con la excepción de Portugal e Irlanda, los partidos ultraderechistas están implantados en prácticamente todos los países europeos. El crecimiento de la derecha radical se trata de un fenómeno global, pero en el caso de Europa tiene un impacto evidente en la vida política en todo el viejo continente. Por este motivo, decidimos publicar y coordinar el libro Epidemia Ultra realizado por expertos de cada uno de estos países. Cuando uno estudia estos partidos ve que hay diferencias, pero también puntos de conexión evidentes como la xenofobia, la islamofobia o el ultranacionalismo.
¿Cuáles son las principales diferencias entre los partidos ultraderechistas?
Hay dos temas fundamentales que dividen a las formaciones de extrema derecha. Por un lado, la política económica. Algunos de estos partidos, como la Reagrupación Nacional o la Liga, apuestan por modelos que son descritos como el welfare-state chauvinism (estado del bienestar chauvinista).
Es decir, pretenden erigirse en defensores del estado del bienestar, pero aseguran que solo es posible conservar este modelo a cambio de un rechazo de la inmigración y de una política de fronteras cerradas. En cambio, otras fuerzas como Alternativa para Alemania (AfD) o formaciones ultras en los países escandinavos apuestan claramente por modelos neoliberales y son muy críticas con el gasto social y el déficit. Por otro lado, la política internacional también divide a estas formaciones. Algunas de ellas miran más hacia Moscú, mientras que otras tienen como referentes los Estados Unidos de Donald Trump.
¿Dónde se sitúa Vox en este entramado?
"Vox es un cóctel que mezcla el neofranquismo con la admiración por Donald Trump"
Esto lo explica el politólogo Guillermo Fernández en el capítulo sobre el partido de Santiago Abascal en Epidemia Ultra. Él se pregunta: ¿qué es Vox? ¿Es arcaísmo o modernidad? ¿Representa una vuelta al pasado o mirar al futuro? ¿Es vanguardia o retaguardia neofranquista? Parece una mezcla de todo esto. Vox es un cóctel que mezcla el neofranquismo, que ya existía en el ala derecha del PP, con la admiración por Donald Trump. También se interesa por el modelo de Viktor Orbán y el neoconservadurismo de algunos gobiernos del Este que apuestan por una visión identitaria y católica de Europa.
¿Al final estas formaciones ultras lograrán unirse en un gran grupo en el Parlamento Europeo?
Veremos cómo juegan sus cartas ahora que ya han sido repartidas. Pero a Salvini se le ve muy optimista. Hace unos días aseguró que lograrían un grupo con más de 100 diputados. No veo los motivos por los cuales no debería conseguirlo. Es cierto que algunos de estos partidos tienen diferencias significativas en materia de política económica o internacional, pero teniendo en cuenta que estarán en la oposición todas estas discrepancias me parecen salvables. No veo qué intereses pueden tener los eurodiputados del partido de Orbán de seguir formando parte del grupo de los populares europeos (como han hecho hasta ahora). Mientras que el discurso escorado al ultranacionalismo logra buenos resultados, los otros partidos conservadores retroceden a nivel electoral.
¿Estos partidos ultraderechistas tienen algún proyecto concreto para la UE?
Creo que uno de sus objetivos es acabar con la UE. Estuve en Coblenza en un congreso en el que participó prácticamente el once titular de la ultraderecha europea: Le Pen, Salvini, Frauke Petry (entonces líder de AfD), el holandés Geert Wilders… Entonces, el discurso de Salvini fue uno de los más duros y dijo claramente que el objetivo es terminar con la UE y regresar a una Europa de las naciones. Como mucho, aceptarían quedarse con el mercado único y con un espacio económico común. Pero evidentemente quieren acabar con el espacio Schengen y la libertad de circulación de personas. Apuestan por desmontar el aparato de las instituciones europeas y abandonar la idea de una construcción europea. Son como un caballo de Troya.
Pero algunos de estos partidos han moderado de forma significativa su posición sobre Europa en los últimos años. Por ejemplo, la Reagrupación Nacional ha renunciado a una salida de Francia de la UE y de la zona euro…
Es una moderación estratégica. En el momento en que llegue una nueva crisis, no tengo ninguna duda que estas formaciones recuperarán su violencia verbal. No creo que Salvini tenga ninguna voluntad cooperativa dentro del proyecto europeo. La cuestión ahora es si las fuerzas tradicionales quieren reformar la UE para que sea un verdadero proyecto social. No deja de ser gracioso ver en los últimos días a Josep Borrell y a otros dirigentes socialdemócratas decir que hace falta recuperar la Europa social. Quizás tendrían que haberla recuperado hace diez años cuando estalló la crisis económica en 2008. El substrato de la crisis es el origen del crecimiento y la emergencia de estas formaciones.
¿Por qué la gente vota cada vez más a la extrema derecha?
Según el politólogo alemán Sebastian Friedrich, el auge de la ultraderecha se debe a cuatro crisis. En primer lugar, la crisis sistémica del modelo neoliberal. En segundo lugar, la crisis social que es fruto de la actual crisis del capitalismo y que ha provocado que en países como Alemania en torno al 30% de la población vive en situaciones de pobreza o bajo condiciones precarias. Esta crisis social también ha repercutido en las clases medias que miran a su alrededor y empiezan a temer una pérdida de su estatus social. El miedo y el discurso del miedo son dos claves fundamentales para entender el crecimiento de estas formaciones.
En tercer lugar, se encuentra la crisis del conservadurismo que, según Friedrich, está relacionada con un cierto giro socialdemócrata de la derecha tradicional. Por ejemplo, en el caso de la CDU de Merkel adoptó posiciones más bien liberales en materia de derechos civiles y esto favoreció que surgiera un espacio a su derecha. La cuarta crisis es la de la post-democracia. Esta consiste en un sentimiento creciente en el electorado de que vote lo que vote las políticas económicas siempre serán las mismas. Por ejemplo, el hecho de que en Alemania tres de los cuatro últimos gobiernos hayan sido “grandes coaliciones” ha acentuado esta percepción.
¿Cuál es el perfil sociológico de sus votantes? En Francia, vemos como el lepenismo tiene un caladero en el electorado obrero muy importante, pero en cambio en España Vox logra muy buenos resultados en los barrios ricos de Madrid…
Creo que el concepto de transversalidad electoral es fundamental para entender el peligro que representan estos partidos. Cuando una formación logra seducir a distintos perfiles de votantes, entonces tiene opciones de convertirse en un partido de gobierno. Que en Francia el lepenismo sea la gran alternativa al macronismo resulta preocupante.
En el caso de Alemania, AfD empieza a tener una implantación cada vez más transversal. Se trata de una formación con una gran implantación en el este del país, con porcentajes de votos que superan el 20%. Pero también está presente en todos los parlamentos regionales y logra resultados de dos dígitos en länders del sur como Baviera o Bade-Wurtemberg. AfD ha logrado que le voten trabajadores precarios, desempleados de larga duración, pero también pequeños empresarios, jubilados que temen a los extranjeros o clases medias movidas por el miedo de perder su estatus social.
Uno de los grandes ganadores de las europeas fue Salvini, cuyo partido, la Liga, no solo se ha convertido en la fuerza más votada en Italia, sino que se ha hecho con la hegemonía de la derecha en este país. ¿Cómo explicas el gran éxito de Salvini que hasta hace pocos años lideraba una formación regionalista?
Salvini ha logrado hacerse con un cargo tan importante como el de ministro del Interior y adoptar políticas de cierre de fronteras y un discurso muy agresivo que justifica que haya refugiados que se ahoguen en el Mediterráneo. No deja de ser muy preocupante que alguien como él haya logrado una posición semipresidencialista y que sus medidas xenófobas sean percibidas de forma positiva por buena parte del electorado.
Ha contribuido a esta situación que no haya habido ninguna alternativa opuesta que explique por qué estas políticas son equivocadas y hay que defender los derechos humanos. Si hace unos años alguien hubiera dicho que un personaje como Salvini podía convertirse en el primer ministro italiano, lo hubieran tratado de loco. Pero ahora está a punto de conseguirlo. Si esto no es una señal de alarma, no sé qué más necesitamos.
¿El crecimiento de los partidos ultras es duradero o estas formaciones pueden entrar en crisis rápidamente por su falta de estructura y excesiva dependencia de un líder mediático? Por ejemplo, en Holanda el islamófobo Geert Wilders ha perdido mucho peso en beneficio del euroescéptico Thierry Baudet.
Los espacios electorales de la ultraderecha son sólidos, otra cosa es la figura que los capitalice. En el caso de Holanda, no deja de ser sorprendente que en uno de los países menos afectados por la crisis el discurso de la ultraderecha tenga una implantación tan fuerte.
Quizás Baudet tiene un discurso menos duro contra los musulmanes que Wilders, pero ha hecho comentarios claramente machistas y a favor de la cosificación de las mujeres. Y en el caso de AfD ha habido numerosos conflictos internos. Incluso se han producido tres escisiones importantes, protagonizadas por dos de sus primeros líderes: Bernd Lucke y Frauke Petry. Pero todos aquellos dirigentes que se escindieron luego han sido irrelevantes. Esto nos muestra la solidez del espacio electoral de AfD.
En Alemania, el resto de formaciones se niega a pactar con la extrema derecha. ¿Mantendrán este cordón sanitario en los próximos años?
Dependerá de lo que suceda en los próximos comicios. Aunque fue la fuerza más votada en Alemania, la CDU experimentó un retroceso electoral importante y solo obtuvo el 28% de los votos. Si descontamos los apoyos de sus aliados bávaros de la CSU, en realidad se trata sólo del 22% de los sufragios.
La trayectoria de los conservadores alemanes es decadente. Con la sucesión de Merkel por Annegret Kramp-Karrenbauer, estoy convencido de que la CDU hará un giro hacia la derecha, ya que tendrá que pelear por un espacio político en el que existe una fuerza ultra. Ante el crecimiento de la extrema derecha, la reacción instintiva de los partidos conservadores es derechizar su discurso por el miedo a perder votos por la derecha. En otoño, se celebrarán elecciones en tres länders de la Alemania del Este en que AfD puede obtener resultados muy importantes. Veremos entonces cuál será la reacción de la CDU. No descarto que a nivel regional se rompa el cordón sanitario a la ultraderecha.
En el caso de España sorprendió la rapidez con la que el PP y Ciudadanos asumieron el hecho de pactar con Vox para gobernar en Andalucía. ¿El caso español es una excepción?
No es una excepción. Hasta hace pocas semanas en Austria había un gobierno de coalición entre conservadores o ultraderechistas. De hecho, hace veinte años en Austria ya gobernaron juntos conservadores y la extrema derecha. Pero entonces este pacto comportó sanciones de la UE. A principios de los 2000 pactar con la ultraderecha comportaba sanciones, pero no ahora. Esto debería hacernos reflexionar.
A pesar de los habituales cordones sanitarios en países como Alemania o Francia, las formaciones de ultraderecha no han dejado de marcar la agenda política y lograr que estos países adopten duras medidas en materia de inmigración o seguridad. En cierta forma, han logrado gobernar sin estar en el gobierno. ¿No deberían aplicarse cordones sanitarios ideológicos?
No me gusta mucho el concepto de cordón sanitario, que comporta aislar a una parte de los representantes elegidos democráticamente. Una vez los representantes de la ultraderecha han sido votados, hay que combatirlos. ¿De qué sirve ignorar un problema que ya existe? Ante los partidos de ultraderecha, lo que hay que hacer es desmontar sus posiciones y establecer una agenda alternativa.
"Los verdes ya participaron en gobiernos que introdujeron duras medidas neoliberales"
Las fuerzas ultras han logrado instalar su marco discursivo. Hace falta proponer temas alternativos o perspectivas diferentes para tratar los temas de predilección de la extrema derecha. El cordón sanitario no me parece la mejor estrategia para frenarla electoralmente.
¿Qué fuerzas ves con capacidad de hacer frente a la ultraderecha?
En países como Alemania, los verdes tienen una posibilidad histórica. En primer lugar, estas formaciones ecologistas disponen de una agenda propia. En un momento de crisis medioambiental, estos partidos son los que han demostrado una mayor capacidad para ofrecer soluciones ante este problema. Hace poco entrevisté a Ska Keller, la candidata de los verdes para presidir la Comisión Europea, y defendía que querían combinar la protección del medioambiente con una política económica de centroizquierda. Me parece un buen punto de partida. Pero no debemos olvidar que los verdes forman parte de la política alemana desde los ochenta. Cuando Gerhard Schröder era canciller, ya participaron en gobiernos que introdujeron duras medidas neoliberales. Si los verdes repiten los mismos errores que en el pasado, acabarán fracasando.
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