madrid
La mañana del 5 de diciembre de 2018 un operativo policial en Sao Paulo (Brasil) detenía a un desconocido Genaro Antonio Materán Flores. El detenido era un chófer de Uber que vivía con su pareja en un barrio de clase media de la ciudad brasileña. Los vecinos creían que aquel hombre, de alrededor de 60 años, era argentino. Su pasaporte era venezolano. Pero ni una cosa ni otra. Era español y sobre él pesaba una orden de búsqueda y captura de las autoridades españolas.
Se trataba de Carlos García Juliá, uno de los asesinos de la matanza de Atocha, en enero de 1977. Acababa así una fuga que había durado casi 25 años y que dejaba en evidencia la lucha del Estado español contra los ultraderechistas que llenaron las calles de sangre y pánico en la Transición.
García Juliá y el falangista José Fernández Cerrá irrumpieron la noche del 24 de enero de 1977 en un despacho de abogados laboralistas en la calle Atocha y perpetró una de las grandes matanzas de la Transición. Los dos acabaron con las vidas de los abogados Francisco Javier Sauquillo, Enrique Valdevira y Luis Javier Benavides, del estudiante de Derecho Serafín Holgado y del administrativo Ángel Rodríguez Leal.
Era la semana negra de la Transición. Un día antes había sido asesinado Arturo Ruiz y ese mismo día también caía Mari Luz Nájera
Era la semana negra de la Transición. Un día antes había sido asesinado Arturo Ruiz y ese mismo día también caía Mari Luz Nájera por un bote de humo de la Policía.
Ahora, esta historia de impunidad toca a su fin. Entre este jueves y viernes, 43 años después de los asesinatos de Atocha, García Juliá llegará a España extraditado por Brasil. Termina así una fuga de la Justicia española que ha durado 25 años y que le ha llevado por Paraguay, Argentina, EEUU y Bolivia. Tiene pendiente cumplir 3.855 días de prisión, alrededor de 10 años.
La extradición del ultraderechista español, antiguo militante del partido Fuerza Nueva, había sido autorizada por la Corte Suprema de Brasil en agosto de 2019 y tan solo dependía de que el Ejecutivo brasileño la confirmase, lo que ocurrió a comienzos de este año. Así, Juliá viajará a España este jueves y se espera que llegue el viernes.
El asesino de Atocha llegará al aeropuerto de Barajas, aunque las autoridades no han especificado el vuelo ni la hora exacta por motivos de seguridad. No obstante, El País ha señalado que "es probable que entre en la prisión de Soto del Real, donde inicialmente será alojado en el módulo de ingresos, hasta que la dirección del centro penitenciario le asigne un destino, previsiblemente en un módulo de respeto".
Ultraderechista, narco y chófer de Uber
García Juliá consiguió la libertad condicional en septiembre de 1993 cuando llevaba 13 años en prisión. Apenas un año después, en agosto de 1994, pidió permiso para marcharse a Paraguay tras presentar una oferta de trabajo. Los jueces autorizaron su marcha y García Juliá voló a Paraguay, donde tan solo habían transcurrido cinco años desde la caída del dictador Alfredo Stroessner y el país aún era un refugio seguro para ultraderechistas de diferentes partes del mundo.
García Juliá fue condenado a casi siete años de prisión por tráfico de drogas y enviado a la prisión de Palmasola, en Bolivia.
La Fiscalía española revocó el permiso judicial. Pero ya era tarde. El asesino de Atocha ya había volado y por la Embajada de España en Asunción (Paraguay) no aparecía. No hubo noticias de él, de hecho, hasta mediados de 1996 cuando la Fuerza Especial de Lucha contra el Narcotráfico le detuvo "como principal miembro de una organización de narcotráfico que usaba la vía Bolivia-Brasil-Suiza", tal y como relata este reportaje de El País.
García Juliá fue condenado a casi siete años de prisión por tráfico de drogas y enviado a la prisión de Palmasola. Y ahí volvió a intentar una fuga. Sin embargo, fue sorprendido por las autoridades bolivianas y no consiguió su objetivo. A pesar de tener constancia de estos movimientos, el Gobierno español tardó hasta abril de 2001 para pedir su extradición a Bolivia, pero García Juliá estaba en libertad condicional desde noviembre de 1999 y había vuelto a escapar.
La siguiente vez que se tuvo pista de él, ya estaba en Bolivia. Tenía pasaporte venezolano y sus vecinos pensaban que era Argentino. La Policía le siguió la pista durante años. Hasta que el asesino de Atocha solicitó permiso de trabajo y le tomaron las huellas dactilares. Coincidían. Era él. Entre este jueves y viernes llegará a España. Se acaba así una de las muchas historias de sangre e impunidad de la Transición española.
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