Opinión
Yo sí te creo y el periodismo
Por Ana Bernal Triviño
Tras la confesión del joven que denunció una agresión homófoba en Madrid (que no fue real) hay quienes se lanzaron en tropel a cuestionar el hecho de creer a las víctimas por adelantado, antes de que la justicia o las investigaciones judiciales se desarrollen.
Me llegaron varios mensajes responsabilizando al feminismo de que esto ocurre desde el "Yo sí te creo". Como siempre, el feminismo debe ser la fuente de todos los males. Aquella frase se acuñó tras la sentencia que cuestionaba a la víctima de La Manada en 2018. Porque lo suyo no era un abuso. Fue una violación. Y la justicia no lo consideraba así.
En situaciones como esta confluyen varias circunstancias que conviene matizar. Porque, para empezar, nuestra profesión es el periodismo, no el activismo. En muchas ocasiones, cuando hacía reportajes sobre casos de violencia de género y pedía denuncias o informes de juzgado, había víctimas que se molestaban conmigo. Las entendía. Suponían que yo dudaba de su palabra.
Pero el periodismo es (o debería ser) una profesión que se respete en sus pilares. Recuerdo aquellas clases de ética y de código deontológico. Se necesita documentación para presentar temas y propuestas, para comprobar cuáles son los razonamientos jurídicos o por otros motivos.
¿Eso significa que se duda de ellas? No. Es garantizar y asegurar la información, no solo por el trabajo que realizamos sino también por las propias víctimas. Sabemos que sus casos en los medios de comunicación van a ser examinados con lupa, con mucho más rigor que cualquier otro. Y todo lo que se pueda respaldar mejor será para ellas.
¿Eso significa que si la justicia sentencia contra la víctima ya no le demos voz? Para nada, porque la justicia no siempre es justa. Es decir, igual que hay sentencias con razonamientos jurídicos solventes otras están cargadas de estereotipos que dañan a la víctima y que no tienen en cuenta ninguna de las conclusiones del personal de psicología o forense. ¿Miento? No. A lo largo del tiempo el Supremo ha tenido que corregir errores interpretativos en sentencias sobre agresiones sexuales o violencia de género.
Tampoco quiero dejar de mencionar otro motivo para que desde el periodismo se pida información a las víctimas. En mi caso particular, a veces me llegaban mensajes sospechosos donde machistas se hacían pasar por víctimas anónimas de violencia de género justo para tender una trampa. El machismo busca siempre atajos y espacios donde exponer que damos espacio a testimonios falsos o sesgados. Eso es algo que no podemos permitir.
Pero el caso que nos ocupa, el del joven y el de otras mujeres para las que se ha usado el "Yo sí te creo" va más en la línea de la interpretación de las circunstancias. Porque hasta que aquella frase resonó, la realidad era que sobre las víctimas siempre descansaba una sospecha en los medios de comunicación. Porque aún hoy lo vemos.
El "Yo sí te creo" venía a poner sobre la mesa que durante mucho tiempo se ha cometido el error de responsabilizar a las víctimas de las agresiones sufridas: si decían algo, si no decían nada, si vestían de una forma o de otra... Preguntas que no respetaban su dignidad o prejuicios con una carga de estereotipos han sido habituales.
Y todo esto no es incompatible con el ejercicio del periodismo. Lo que es incompatible es que el machismo y sus delitos marquen las interpretaciones de sus agresiones, que digan lo que es bueno y malo. Y el periodismo, como la justicia, está muy cargado de esos errores. No nos corresponde juzgar pero sí ayudar a crear contexto, a interpretar y explicar comportamientos de víctimas no por nuestro criterio, sino teniendo como respaldo jurisprudencia del Supremo o bien de expertos de cada caso.
El "Yo sí te creo" fue una forma de frenar y decir a periodistas que van de ser objetivos y veraces que no lo estaban siendo cuando en sus relatos atacaban a las víctimas. Ellas también merecen que su testimonio, de entrada, no se ponga en duda. No cuestionarlas no impide que sean valoradas. El "Yo sí te creo" era una forma de señalar que igual que existe la presunción de inocencia en el acusado, las víctimas merecen que esa "presunción de culpabilidad" no recaiga sobre ellas.
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