Opinión
Latinoamérica en ciclo electoral: un análisis comparado en la región
Por Hana Jalloul
Secretaria de Política Internacional y Cooperación al Desarrollo de la Comisión Ejecutiva Federal del PSOE. Diputada y presidenta del grupo parlamentario socialista en la Asamblea de Madrid.
-Actualizado a
El análisis de los ciclos electorales de América Latina es una herramienta eficaz para estudiar las tendencias políticas de la región. Sobre todo, a partir de los años noventa cuando la democracia se puede considerar, de una manera más o menos defectuosa, como el régimen natural de los sistemas políticos latinoamericanos.
El estudio regional de los ciclos electorales que se han ido sucediendo nos han permitido estudiar los procesos políticos del continente: el posicionamiento de sus líderes hacia la derecha o izquierda; el acercamiento o alejamiento respecto a las políticas de Estados Unidos en la región; la apuesta por economías de mercado con mayor o menor regulación; e incluso el auge de los populismos y la desafección con los movimientos políticos tradicionales. En la medida que los sistemas latinoamericanos son esencialmente presidencialistas, son las elecciones presidenciales la que permiten de manera más eficaz esta comparativa.
Entre el 2021 a 2024 se va a producir un ciclo electoral en América Latina. Durante estos cuatro años va a haber elecciones que significan un posible cambio en las jefaturas del estado y del gobierno de todos los países del continente; menos Bolivia, donde en octubre de 2020 se produjo la victoria de Luis Arce, líder del Movimientos al Socialismo (MAS), el partido de Evo Morales.
Este nuevo ciclo electoral está marcado por la necesidad de superar las consecuencias sociales y económicas de la pandemia de la covid-19. Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), más de 22 millones de personas han entrado en la pobreza en toda la región a consecuencia de la crisis derivada de la pandemia. Se ha retrocedido casi dos décadas en términos de pobreza extrema. Además, la pandemia ha puesto de manifiesto la crudeza de las sociedades y los sistemas políticos latinoamericanos: altos niveles de informalidad, de desprotección social, además de una injusta división social del trabajo.
Esta situación se puede entender en un dato que es muy ilustrativo: a finales de octubre, según datos de la OMS, la región acumulaba más de 1,5 millones de muertes a causa de la Covid-19; esto suponía alrededor del 30% de los muertos mundiales, a pesar de que la población latinoamericana únicamente representa el 8,4% mundial. En definitiva, va a ser imprescindible el fortalecimiento de políticas estatales para amparar el incremento de personas en situación de vulnerabilidad. Todo ello en un marco de protestas sociales y polarización política en la mayoría de los países.
En 2021 ya se han celebrado elecciones presidenciales en Ecuador (febrero y marzo), Perú (abril y junio) y Nicaragua (a principios de noviembre).
En lo que queda de año se deben celebrar elecciones presidenciales en Chile el próximo domingo 21 de noviembre y en Honduras el próximo domingo 28 de noviembre. Además de elecciones legislativas parciales en Argentina (14 de noviembre) y elecciones regionales en Venezuela (21 de noviembre).
No se ha observado que haya habido una baja participación derivada del miedo al coronavirus de forma generalizada. Exceptuando la significativamente baja participación en las elecciones chilenas de mayo, las demás se han movido con una tendencia desigual, que puede deberse a las características particulares de cada uno de los procesos.
En Ecuador, la contienda electoral estuvo marcada por el apoyo u oposición al proyecto político de Rafael Correa (correísmo o anticorreísmo). El ganador en la segunda vuelta fue el conservador Guillermo Lasso, opositor a Correa, aunque en la primera vuelta el candidato correísta Andrés Arauz obtuvo casi el 33% de los votos.
En Perú, por su parte. El ganador fue en segunda vuelta Pedro Castillo, del partido izquierdista Perú Libre, frente a Keiko Fujimori del derechista Fuerza Popular. Los dos candidatos que pasaron a la segunda vuelta se encontraban a los extremos del espectro ideológico. En la actualidad, el país mantiene una importante inestabilidad, fruto de los problemas socioeconómicos, pero sobre todo por una crisis institucional. Hay que ver si el nuevo presidente podrá mantener el gabinete nombrado hace unas semanas y ratificado a principios de noviembre, con Mirtha Vásquez a la cabeza.
En Nicaragua, se celebraron elecciones presidenciales el pasado 7 de noviembre. Estos comicios no pueden considerarse de ninguna manera como democráticos, sino que carecen de toda credibilidad, sin respeto a las libertades básicas y con presos encarcelados por sus ideas políticas. Con estas elecciones Daniel Ortega y su esposa se aseguran 5 años más en el poder dando un paso más hacia la consolidación de un régimen autoritario, hacia un túnel donde no hay salida. Y donde nosotros estaremos siempre dispuestos a cooperar y dialogar, pero solo con un horizonte de pluralismo.
El caso de El Salvador es muy interesante. En 2019 el empresario Nayib Bukele fue elegido presidente de una manera muy contundente frente a los candidatos de los partidos más tradicionales. El apoyo de este presidente, que puede catalogarse como populista de derechas, no ha dejado de subir. En febrero consolidó su poder con una amplia victoria, sin precedentes, en las elecciones legislativas.
Las elecciones argentinas, se van a celebrar el 14 de noviembre. Estas elecciones van a ser un termómetro del apoyo social al peronismo del presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Las encuestas auguran una derrota del oficialismo en un marco de enorme conflictividad social.
El día 21 de noviembre asistiremos a una doble cita, Chile y Venezuela. En el país del cono sur se celebrará la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Las encuestas indican que será necesario llegar a una segunda vuelta el 19 de diciembre. Estas elecciones van a estar marcadas por el proceso de destitución del presidente actual Sebastián Piñera, que ha parecido en los papeles de Pandora y han supuesto la apertura de una investigación por parte de la fiscalía chilena. También por los trabajos de la Convención Constitucional, elegida en mayo de este año y que debe redactar una nueva constitución para el país que someterá a referéndum en 2022. Este proceso constituyente es el resultado del estallido social de 2019.
Ese mismo día, en Venezuela se celebrarán unos comicios regionales en Venezuela, que renovarán los cargos ejecutivos y legislativos de las 23 entidades federales del país, así como de sus municipios. Finalmente, la plataforma que agrupa a los principales partidos de oposición, Plataforma Unitaria, va a participar en estas elecciones, que pondrán a prueba el carácter democrático de las autoridades electorales. Estas elecciones estarán monitorizadas por una Misión de Observación Electoral de la UE, dirigida por la socialista portuguesa Isabel Santos. Es muy significativo porque es la primera misión electoral de la UE en este país en 15 años.
El 28 de noviembre, en Honduras se celebran elecciones presidenciales donde la candidata del partido de izquierdas Libertad y Refundación, Xiomara Castro, podría acabar con el bipartidismo de los partidos tradicionales (Partido Nacional y el Partido Liberal).
Dentro del ciclo electoral, el año que viene nos esperan elecciones presidenciales en Costa Rica, Colombia y Brasil.
En mayo se celebrará en Colombia la primera vuelta de las elecciones presidenciales, unas semanas antes, en marzo las elecciones legislativas. La situación política en este país ha estado marcada en 2021 por una alta conflictividad social, por las reivindicaciones sociales de políticas educativas, sanitarias, de empleo, etc., más redistributivas; así como por una oposición generalizada al gobierno de Iván Duque. La posibilidad de victoria de un candidato de la izquierda en uno de los países más conservadores de América Latina es un hecho reseñable.
En Brasil, el otoño del año que viene está prevista la elección del presidente y el Congreso Nacional. Estas elecciones estarán marcadas por el retorno a la política del expresidente Lula da Silva, su posible triunfo puede ser un factor fundamental para asentar las solucione socialdemócratas a la situación económica y social del continente.
Del análisis de este primer año del ciclo, podemos advertir como se ha producido una mayor polarización política, que se traduce en el aumento de los votos de las opciones más extremas y populistas en el espectro ideológico, ya sean de derecha o de izquierda. Según datos del Latinobarómetro de 2020 indican que en conjunto el 70% de los latinoamericanos no se encuentran satisfechos con la “democracia”. Desde 2009 hasta la actualidad, la satisfacción con la democracia ha disminuido desde el 45% al 20% actual, lo que demuestra el descontento de los ciudadanos con sus dirigentes.
Según el Democracy Index 2020, realizado por The Economist, ha habido un declive de la democracia en América Latina (pasando de 6,13 en 2019 a 6,09 en 2020).
De una forma y otra, la crisis a la que se ve sometida la democracia representativa en la región tiene su reflejo en el deterioro de rol de los partidos políticos tradicionales, que se ven en muchas ocasiones secuestrados por proyectos de carácter personalista.
En cualquier caso, la crisis ahonda en una serie de problemas de toda la región como son la economía informal, la debilidad de las instituciones, los reducidos ingresos fiscales y la amplia desigualdad. En un contexto de aumento de la vulnerabilidad de grupos sociales y la necesidad de que los estados elaboren e implementen de forma eficaz políticas los que amparen.
En este contexto es fundamental que, en la región, como está sucediendo en otras regiones del planeta, las opciones de la izquierda democrática y socialdemócrata puedan ser capaces de llegar al poder con el apoyo de la ciudadanía, para articular los cambios necesarios para resolver las problemáticas a las que sociedades latinoamericanas están enfrentándose en la actualidad. Las elecciones deben fortalecer las instituciones democráticas, recuperar consensos y facilitar el resurgir del proyecto de unidad e integración de Latinoamérica. El PSOE apoya estos objetivos renovados para nuestra región hermana, desde el respeto y la firme voluntad de cooperación, de manera prioritaria en la lucha contra la pobreza y las inaceptables desigualdades de esa tierra que sentimos tan cerca a la que debemos tanto.
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