Opinión
Al día siguiente de la Diada
Por Joan Tardà I Coma
Pese a las confusiones e incertidumbres que nos depara la coyuntura española y catalana actual, la Diada de 2022 ha contribuido a esclarecer el escenario político inmediato. Por una parte, la Assemblea Nacional Catalana, la mayor fuerza motriz de las movilizaciones populares protagonizadas durante los años del procés ya no representa como antes al conjunto del independentismo puesto que ha abandonado el actuar como galvanizadora de la sociedad civil y ha puesto el rumbo hacia su conversión en una fuerza política con voluntad de competir en las urnas con el resto de fuerzas independentistas. Proceso de final incierto, no sólo por la implantación de CUP, Junts i ERC, sino también por su propia caracterización populista, estrictamente reactiva y cautiva de un relato un tanto alejado de la percepción de la realidad que tiene, hoy por hoy, la mayoría de los ciudadanos catalanes favorables al ejercicio del derecho a decidir. Por otro lado, se ha evidenciado que el segundo agente popular y movilizador, Òmnium Cultural, ha culminado su propio proceso de desacomplejamiento respecto a la ANC, intensificando su rol de entidad social y aportando un discurso constructivo basado en la necesaria e imprescindible transversalidad y acumulación de fuerzas que exigen el haber colocado en el centro de todos los objetivos la amnistía y la consecución de la convocatoria de un referéndum.
De igual manera, se desprende de este 11-S que el independentismo mantiene su capacidad movilizadora. Que centenares de miles de personas hayan salido a la calle en Barcelona, que a lo largo de toda Catalunya se hayan convocado centenares de actos en cada una de sus ciudades y poblaciones convocados por partidos políticos e instituciones, da buena muestra de ello. Ciertamente estamos hablando de dimensiones que no resisten la comparación con aquellas otras de años anteriores que sorprendieron al mundo por inéditas y quizás irrepetibles. A pesar de ello y también a pesar de las duras circunstancias vividas en todos los ámbitos de nuestras vidas durante los últimos años, los datos son incuestionables. El procés no ha muerto, ha mutado. De hecho, desgraciadamente, es inimaginable tanta contestación al Régimen del 78 hoy día en cualquier otro territorio. Cómo dícese popularmente: “¡otro gallo no cantaría a las izquierdas de todo el Estado!”.
Buena cuenta de todo ello tendría que tomar el gobierno español puesto que su propia pervivencia también se juega en la Diada. Me explico: ERC ha evidenciado que su estrategia no tiene retorno. La ruptura emocional que ha supuesto su no asistencia a la manifestación de la ANC, culminación de la campaña contraria a su apuesta por la conquista de un escenario de diálogo y negociación con el Estado, aun siendo dolorosa se ha convertido en imprescindible. El republicanismo catalán desde el año 2018 asumió la necesidad de convertirse en el catalizador de la revisión de la hoja de ruta, del ejercicio de la autocrítica sobre los déficits y errores cometidos y la reformulación de una estrategia basada en el abandono del unilateralismo. Hoy, las cartas están ya jugadas. O se avanza en la mesa de diálogo o el fracaso está servido. Es por ello que sorprende la frivolidad de los mensajes del presidente Sánchez en estos días de Diada. Palabras vacías de contenido, abonadas a los lugares comunes y ningún mensaje contundente, innovador cuando el factor tiempo se ha convertido indefectiblemente en la variable más determinante.
El President Aragonès, amparándose en la madurez política que ha ido conquistando ERC en los últimos años mediante el despliegue de su nueva estrategia, afirmó (asumiendo que todo ello iba a provocar todavía mayores críticas a su partido por parte de Junts) que no iba a plantearse en la Mesa de Diálogo nada que tuviera que ver con un hipotético referéndum hasta la próxima legislatura. Que en la actual, la prioridad se llama “desjudicialización”, es decir reforma del Código Penal. De ahí que en los próximos meses, momento en el que a la par deberán negociarse los presupuestos generales del Estado, los hechos y sólo los hechos determinarán el resultado. El republicanismo catalán sólo podrá permitirse dar su beneplácito a la aprobación de las cuentas del Estado si el PSOE se aviene definitivamente a hacer uso de la mayoría parlamentaria existente para encarar las figuras de “rebelión” y la “sedición”. Precisamente porque ERC ha asumido que el diálogo y la negociación han adquirido la categoría de conquista democrática progresiva e in crescendo exigirá la consecución de la primera fase, del primer peldaño.
A no ser que el gobierno español opte por hacerse el harakiri o pretenda asaltar el protagonismo de ERC colaborando con Junts per Catalunya, fuerzas políticas, ambas, interesadas en minorizar al republicanismo. De hecho, hoy, pese a aparecer como antagónicas, no sólo cogobiernan en la Diputación de Barcelona y en la mayoría de Consells Comarcals de todo el país sino que provienen y nunca renegaron de aquella otra Catalunya de décadas anteriores en la que los unos y los otros mantenían un equilibrio de poderes, de complicidades y de reparto de territorios. Pujol a un lado de la plaça Sant Jaume y Maragall en el otro. Los nacionalistas hegemónicos en la Catalunya interior y los socialistas en la metropolitana.
Tic-tac, tic-tac…
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