Opinión
El cine que me remueve
Por Miquel Iceta I Llorens
Ministro de Cultura y Deporte
-Actualizado a
“Ya me gustaría a mí mentir, pero eso es lo malo de las testigas, que no podemos”, decía la siempre genial Chus Lampreave en Mujeres al borde de un ataque de nervios. Y sin ser yo “testiga”, tampoco puedo mentir: Pedro Almodóvar es quizás el cineasta español que más me remueve, por seguir el título que me han sugerido desde el diario Público para esta columna.
Lo confieso este año, aprovechando que Pedro Almodóvar no está nominado, mientras esperamos con ansia su nueva película y disfrutamos del increíble año que nos ha brindado el cine español. Si miro atrás, y recorro mi biografía como espectador, puedo remontarme hasta las sesiones dobles de mi infancia en Valldoreix, y más tarde en grandes cines de Barcelona: el Roxy, el Palacio Balañá, o el maravilloso Urgel; o puedo detenerme en mis primeras excursiones, casi siempre acompañado, a las sesiones nocturnas; puedo recordar también las películas de James Bond con las que más disfruté en mi juventud (La espía que me amó, o Vive y deja morir); o las carcajadas, y la enorme sorpresa, al descubrir en un cine de barrio ya desaparecido aquella comedia de Almodóvar que me abrió los ojos a un cine español luminoso, rompedor, e iconoclasta: “¡Es mucho más fácil aprender mecánica que psicología masculina!”, decía en Mujeres al borde de un ataque de nervios el personaje de Pepa, interpretado por la inolvidable Carmen Maura.
Mientras calienta motores la fiesta mayor del cine español –“Aquí no veo yo ambiente mortuorio”, que decía Verónica Forqué en Kika-, parece justo reconocer que estamos, como dicen muchos expertos (yo, como “testiga” que soy, no puedo mentir, y me confieso un espectador devoto, pero nunca un experto), ante una de las mejores cosechas del cine español de nuestra historia reciente. Un cine diverso, capaz de triunfar internacionalmente, que alcanza premios y selecciones en los más grandes festivales, y capaz además de enamorar a las y los espectadores en las salas.
Cerramos con esta entrega de los Goya un año en el que hemos asistido al fenómeno de Alcarràs, de Carla Simón, con su Oso de Oro en Berlín y reabriendo cines en Catalunya para poder exhibirla; un año que ha visto cómo As Bestas, de Rodrigo Sorogoyen, recaudaba más de cuatro millones de euros solo en España; un año en el que Pacifiction de Albert Serra deslumbró en primera línea del Festival de Cannes; o un año atravesado por el fenómeno boca a boca de Cinco lobitos, de Alauda Ruiz de Azúa, enamorando a espectadores día a día. Un año en el que el cine español ha demostrado ser cada vez más igualitario, con más cineastas, guionistas, productoras, compositoras, directoras de fotografía que nunca. Un año que sí, podemos pensar que ha sido excepcional. “¿Existe alguna posibilidad, por pequeña que sea, de salvar lo nuestro?”, decía Marisa Paredes en La flor de mi secreto. Y sí: hay signos de esperanza, podemos salvar lo nuestro. Signos que nos indican que el trabajo realizado hasta el momento da sus frutos.
Signos que nos invitan también a seguir trabajando. Porque esta explosión de creatividad necesita la compañía de los espectadores en las salas: hay que reconocerlo, muchas y muchos espectadores no han vuelto a los cines tras la pandemia. Y hemos de inculcar la experiencia en salas como una experiencia única e irrepetible. En un mundo en el que conviven pantallas, historias, imágenes por doquier, la sala es la experiencia originaria y fundacional. Porque quien se enamora del cine en una sala, estoy convencido, amará el cine para siempre.
Así, mientras creamos nuevos públicos, generaciones de jóvenes que llenarán los cines del futuro, hemos de seguir apostando por un cine español rico en propuestas, idiomas, sonidos, ideas, géneros y voces; hemos de consolidar las políticas públicas que lo hacen posible, y defender que la diversidad es lo que nos hace fuertes en un mundo global. Gracias a todas y todos por enamorarnos, y removernos, con el cine que hacéis.
Gracias a las y los cineastas, productores, guionistas, actrices, actores, técnicos, sonidistas, eléctricos, conductores; gracias a todas y todos los trabajadores que hacen posible el audiovisual español, que tantas alegrías nos brinda, y nos brindará. O como decía Javier Cámara en La mala educación: “Aplaudid un poquito, coño”.
PD: Escribí y entregué esta columna antes de conocer la triste noticia de la muerte de Carlos Saura. Añado estas breves líneas para recordar a quien recibiera por vez primera el Premio Nacional de Cinematografía, en 1980. Un cineasta y creador total, que trabajó durante décadas siempre con la mirada puesta en el futuro, huyendo de la nostalgia, pero muy consciente de nuestro pasado. Un cineasta clásico y moderno, vanguardista, vinculado a su tiempo y su país. Gracias, Carlos.
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