Este artículo se publicó hace 10 años.
Podemos municipal
Actualizado a
Profesor de Derecho Constitucional, Universidad de Sevilla.
La segunda república llegó tras unas elecciones municipales y es frecuente adjudicar al movimiento municipalista una gran parte de la responsabilidad de ese hito histórico. Nadie espera por ahora que las elecciones municipales del próximo mayo traigan una revolución parecida. Pero en los momentos de entusiasmante fin de era que vivimos tampoco hay que minusvalorar el potencial municipal para el cambio.
El discurso de Podemos ha sido hasta ahora un estatal. Queremos cambiar las leyes para subvertir el sistema. Y las leyes se cambian en el Parlamento. Casi todas las grandes propuestas de la gente de Podemos han sido hasta ahora de ámbito estatal.
Tanto es así que se decidió no concurrir a las elecciones municipales con la propia marca, para no dañar las posibilidades de tomar el Parlamento el próximo otoño.
Y sin embargo un partido de base ciudadana, que pretende un cambio radical y hace de la participación su bandera, no puede no tener un discurso municipal. Porque lo municipal es lo más cercano. Es dónde vive la gente cada día y dónde la participación resulta más natural.
En efecto, si de verdad Podemos se cree lo de la participación, tiene que estar en las municipales y en los ayuntamientos. Si hay un ámbito en el que la participación ciudadana sea posible y operativa es en el municipal. La ciudadanía quiere tener voz en decisiones cercanas referentes a su ciudad: lo mismo sobre dónde colocar parques infantiles que sobre qué calles deben ser peatonales o cómo se organizará el sistema de basuras.
La administración municipal debe ser la más cercana a la gente. Es posible que muchos ciudadanos no sigan a diario el detalle del diferencial de la deuda, ni la regulación del impuesto de transmisiones patrimoniales o la ley de enjuiciamiento criminal. Sin embargo todos tienen opinión sobre donde deben colocarse bancos o como debe funcionar la biblioteca del barrio.
Podemos no puede renunciar a ese espacio. Y debe ocuparlo con reivindicaciones claras. En muchos municipios españoles la gente de Podemos y de los barrios llevan meses exigiendo reivindicaciones claras, sencillas y justas. Que los cargos municipales no cobren más de tres veces el salario mínimo profesional. Que las viviendas de propiedad municipal se pongan a disposición de las familias necesitadas a precios sociales. Que los Ayuntamientos no operen con entidades bancarias que ejecutan desahucios injustos. Que se publique hasta el último detalle de los gastos municipales. Que se eliminen las dietas por acudir a reuniones en la propia ciudad. Que se elimine la subcontratación para pequeñas obras…
Con esos mimbres, Podemos está tardando en construir su discurso municipal.
Podemos es el partido de la gente, y de la ilusión. No es de recibo que su política municipal, por ahora, se limite a discutir si se integra en Ganemos o qué nombre va a poner a una futura agrupación de electores. En cinco meses hay elecciones municipales y Podemos necesita surgir ya con un discurso claro, esperanzador y reivindicativo de cara a democratizar los municipios.
Los ayuntamientos también se toman por asalto, como los cielos. Y del mismo modo, el motor del asalto es la ilusión. Devolver a la gente el poder municipal, para empezar a construir desde ya un nuevo modelo político.
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