Opinión
Omar Aziz y el legado de la revolución siria


Por Leila Nachawati
Escritora y profesora de comunicación especialista en Oriente Próximo
Comprender Siria requiere mirar más allá de los juegos de poder globales y regionales, acercándose a las dinámicas locales y partiendo de la agencia de los propios sirios, cuyas voces suelen quedar al margen de los análisis internacionales.
Mientras los intereses de potencias como Rusia, Estados Unidos o Irán acaparan el relato, se obvian las experiencias de quienes viven y resisten la guerra, o, como señala la académica Christine Sylvester, quienes "encarnan" la guerra frente a las élites que la promueven. En este contexto, es esencial recordar a quienes han luchado por sus derechos en un país marcado por décadas de dominio de la dinastía Asad. Entre esos referentes destaca Omar Aziz, intelectual anarquista y uno de los impulsores del proceso revolucionario de 2011, cuyo legado sigue vivo doce años después de su muerte en la prisión de Adra.
El 16 de febrero, aniversario de su fallecimiento, es la fecha en la que se conmemora el legado de Omar Aziz, con actos e iniciativas en distintos países. “Su memoria es fundamental para que la experiencia y los aprendizajes del proceso revolucionario no se pierdan, en el contexto actual de construir un estado que sea representativo de la población siria”, afirma Leila al-Shami, coautora del libro País en llamas: los sirios en la revolución y en la guerra.
Alternativas democráticas al totalitarismo de Asad
Al-Shami incide en cómo los consejos locales, centrales en los territorios que desde 2011 se fueron liberando del régimen, aseguraron la provisión de alimentos, cultivos o distribución de ayuda. “Estos experimentos de autogestión surgieron de la necesidad, más que de la ideología, pero proporcionaron una alternativa democrática y de base al totalitarismo del estado de Asad. Esta experimentación ha dejado un poso entre la población siria y es importante tenerla en cuenta en esta nueva fase, ante los retos que enfrenta el país”.
Uno de los pueblos que se convirtió en emblema de la autogestión revolucionaria fue Kafranbel, una pequeña localidad en la provincia de Idlib que destacó por su resistencia creativa y llegó a ser conocida como “la conciencia de la revolución siria”. A lo largo de los años, Kafranbel mantuvo una relación tensa con distintos grupos armados, incluido Hayat Tahrir al-Sham (HTS), que ejerció un control significativo en la región y fue clave en la victoria militar frente al régimen en diciembre de 2024. Hoy, sus habitantes se muestran esperanzados, aunque con cautela, ante el liderazgo de un Ahmad al-Sharaa que describen como “pragmático”, pero cuyo nombre también evoca recuerdos de la represión de 2018.
Muchos elementos de las propuestas de Aziz se han visto reflejados también en las estructuras de la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (también conocida como Rojava), establecidas en 2013. Al igual que los consejos locales impulsados por Aziz, la administración de Rojava nació de la necesidad de organizar la vida cotidiana al margen del régimen. Con liderazgo kurdo, pero incorporando la participación de otras comunidades, esta experiencia se inspiró en el confederalismo democrático y ha priorizado la descentralización del poder, la coexistencia entre comunidades y el protagonismo de las mujeres.
“Desmantelar estructuras basadas en la jerarquía, la lealtad impuesta por el miedo y la corrupción”
Según Jwana Aziz, escritora siria e hija del fallecido Omar Aziz a quien hemos entrevistado para Público, entre las influencias de su padre destaca el pensamiento de Rosa Luxemburgo y el de autores italianos como Antonio Negri, Franco Berardi o Paolo Virno, que abordan la autonomía, la autoorganización y nuevas formas de producción y resistencia en el capitalismo contemporáneo. Esta influencia se reflejaba en la visión de Aziz del Estado como una fuerza opresiva y en su capacidad de imaginar estructuras sociales alternativas que escapasen a su control.
“Cuando mi padre introdujo la idea de formar consejos locales, muchos la descartaron como irrealizable”, explica Jwana, dedicada al estudio de procesos y movimientos de resistencia popular, y en particular a la situación de los presos políticos. “Sin embargo, no se trataba de una abstracción teórica, sino de un modelo funcional y tangible que permitía a la gente coordinar la distribución de alimentos, gestionar escuelas, proporcionar asistencia médica y garantizar la seguridad, no a través de la fuerza, sino mediante la cooperación y la confianza mutua”. Para Aziz, la radicalidad de los consejos locales residía precisamente en su capacidad de “desmantelar estructuras basadas en la jerarquía, la lealtad impuesta por el miedo y la corrupción, reemplazándolas por una autogestión arraigada en la organización horizontal”.
Esta noción de radicalidad sigue siendo clave hoy, en un contexto en el que la homogeneización y la centralización del poder amenazan con cerrar espacios a alternativas políticas. Según Jwana, “el discurso dominante a menudo descarta el término radical, presentándolo como algo peligroso, impracticable o inalcanzable. Pero para mí, esta construcción solo sirve como herramienta para mantener el statu quo, para limitar nuestra imaginación política y confinarnos a elecciones ya dadas”.
Más allá de Siria, la experiencia de los consejos locales sirve de inspiración a quienes buscan alternativas a los modelos de gobernanza verticales y autoritarios. “Reflexionando sobre esto, veo que lo que se etiqueta como radical es, de hecho, no solo alcanzable sino más necesario que nunca. Los consejos locales en particular ofrecen una alternativa práctica y viable a través de la que construir comunidades justas y reimaginar formas de vivir más allá de los límites de sistemas opresivos”, añade Jwana.
En tiempos de crisis global, donde el poder se encuentra cada vez más centralizado y las opciones políticas parecen reducirse a unas pocas fórmulas establecidas, el legado de Omar Aziz y los principios de la autogestión “no suponen solo un legado revolucionario, sino una propuesta para el presente y el futuro que va más allá de Siria”, concluye Aziz.
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