Entrevista a Jonathan Millet'La red fantasma', la historia de los exiliados que se convirtieron en cazadores de criminales de guerra
Jonathan Millet, tras una investigación sobre la realidad de estas células secretas, firma su primera película de ficción y con ella denuncia la inacción de los gobiernos y la impunidad de miles de criminales de guerra. Nominada a mejor ópera prima y mejor actor revelación en los Premios Cesar.

Madrid--Actualizado a
Miles de criminales nazis escaparon a la justicia después de la guerra. Torturadores, asesinos, sicarios… de dictaduras de todo el planeta vivieron y viven tranquilamente en distintos países del mundo. En España, Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño, se cruzaba por la calle hasta hace muy poco con alguna de sus víctimas. Murió sin ser juzgado.
La inacción de los gobiernos para perseguir a los criminales de guerra es una embestida más a los millones de personas que sufrieron sus monstruosidades. Más de cinco millones de exiliados sirios están hoy en esta situación. La película La red fantasma, primer largo de ficción de Jonathan Millet, se ocupa de ello.

Inspirada en un caso real de 2019, la historia de la célula secreta de Yaqaza que dio caza en Alemania al criminal de guerra conocido como el Químico, la película muestra la realidad de grupos de exiliados sirios que persiguen a los fugitivos del régimen en Europa, dispuestos a conseguir que se haga justicia y con ello, poder cerrar las heridas y los traumas que arrastran.
Nominada a dos Premios Cesar (mejor ópera prima y mejor actor revelación, para Adam Bessa), La red fantasma es un thriller de espías contenido, inteligente, con emoción y suspense, y, sobre todo, con una enorme carga de denuncia para vergüenza de los gobiernos europeos.
Jonathan Millet, que vivió unos años en Alepo, ha investigado el tema con los protagonistas reales. "A medida que investigaba, oía hablar cada vez más de redes clandestinas, cazadores de pruebas y grupos que seguían la pista de criminales de guerra en Europa durante meses. Intuí que aquí había algo poderoso".
Su película denuncia la inacción de los gobiernos, que no se ocupan de perseguir a los criminales de guerra en el mundo.
Cuando un país no es capaz de hacer justicia por sí mismo, ocurre a menudo que hay redes secretas. Eso es, naturalmente, porque la comunidad internacional no ha hecho nada y, en el caso de Siria, porque allí no había justicia. En la historia hay otros casos, por ejemplo, Armenia. A veces no son células secretas, pero sí ha habido grupos que se ocupaban de que detuvieran a la gente. Es como la Resistencia en Francia, en cierta forma, que se salió de la justicia clásica para buscar precisamente justicia.
Aunque la historia sigue solo a unas pocas personas, ¿hay una intención política en la película?
La película sigue los hechos de unas personas, pero sí, también hay intención de hablar de geopolítica, de Oriente Medio, que está muy ligado a Europa hoy, y también de Rusia y Estados Unidos. Quería que la gente entendiese lo que ha ocurrido. Estas células secretas existen porque en la comunidad internacional nadie ha movido un dedo durante más de diez años. Ellos, los que buscan pruebas para juzgar a los criminales, son ciudadanos normales, obligados a actuar porque nadie fue capaz de hacer nada antes.
Los personajes sirios que están viviendo en Francia y en Alemania tienen miedo, sospechan que puede haber gente del régimen alrededor. ¿Cuál es su mayor temor?
Cuando estás en el exilio, estás solo e intentas formar parte de alguna comunidad, pero eso es muy complicado para los sirios porque nadie sabe quién es quién en Europa. Algunos tenían gente en la cárcel y si daban información al régimen, podían intentar sacar a sus familiares y amigos de prisión. Para los exiliados sirios es un peligro, arriesgan a sus familias o a sus parientes.
En mi película, yo quería actores sirios para los dos protagonistas, pero se lo propuse a unos cuantos y, después de leer el guion, me dijeron que esta película era muy importante, que había hay que hacerla, pero que ellos no podían, "no puedo porque mi madre sigue en Siria y mañana arrestarán a mi madre…"
Ahora, Siria, de pronto, se nos ha olvidado…
Es verdad, Siria desapareció y se empezó a hablar de otros países, de otras guerras, tal vez por eso yo tuve ganas de contar esto y de contar lo que ocurre después. Mi idea es captar el trauma. Cómo alguien que tuvo que huir de su país por cosas traumáticas tiene para siempre dentro unas heridas en el cuerpo, en la cabeza… El duelo, la tortura, lo que ha vivido años antes, aunque ahora esté a salvo en otro país. Siguen angustiados, son cuerpos que siempre están frágiles. Creo que el cine permite trabajar en el tiempo.
En La red fantasma hay un momento en que se preguntan si intentar llevar al criminal a juicio o tomarse la justicia por la mano.
Bueno, la historia en la que me inspiro es casi la de una de las primeras células que existió y una de las primeras búsquedas que se hicieron. En ese momento estuvieron nueve meses dudando, el gran dilema era, si lo denunciaban, ¿estaban seguros de que habría un juicio? Y peor aún, se preguntaban si al denunciar la extrema derecha no utilizaría el argumento para decir que había que cerrar todas las fronteras, que había que dejar de acoger a refugiados.
A ellos les gustaría arrestarle, que hubiera un juicio y que a ellos se les reconociera como víctimas, pero durante mucho tiempo dudaron. Al final decidieron tener fe en Alemania, que fue el primer país en enjuiciar a esta gente.
El torturador, el criminal, es una persona normal, ¿es una forma de decir que todos tenemos ese lado oscuro dentro?
Esta es la gran pregunta de la película. No me gustan los arquetipos, o sea, gente horrible que tiene un físico que solo muestra el mal y, en el otro lado, personas que parecen ángeles. Los seres humanos somos muy complejos y no se pueden explicar las cosas tan fácilmente en blanco y negro. Lo que quería, justamente, era mostrar como un espejo, dos personajes que tienen más o menos la misma edad y en un momento cada uno sigue su propio camino.
Claro que dentro de ti hay cosas que te llevan a escoger, pero lo que me interesa saber es cómo creamos la forma de ver y de pensar en la guerra, las creencias morales… Este héroe no nació como un héroe creyendo en la justicia, él también el piensa en matar.
¿Qué consecuencias, más allá de lo evidente, tiene el que los gobiernos no persigan a los criminales de guerra?
Para Siria, lo peor fue que todos los que vivieron esta injusticia no pudieron ser reconocidos como víctimas. Cuando no hay justicia, no hay víctima. Por tanto, eran como fantasmas, no hay un después, y eso me parece una consecuencia de una escala monstruosa. Pero hay otros ejemplos, países como Indonesia, por ejemplo, o Vietnam durante mucho tiempo. La impunidad de los criminales. Lo mismo que los nazis años después…
Por eso es muy importante hacer justicia, para que las víctimas se reconstruyan. La impunidad no es algo simbólico. Bashar al-Ásad huyó, ha caído, hay una victoria, pero debe responder por lo que ha hecho para que el mundo avance, para que no se reproduzca, para que los que lo sufrieron puedan revivir. Hoy tenemos un montón de víctimas sin reconocer.
¿Qué no se podía contar en la película de la realidad que ha investigado?
Cuando empecé a conocer a los exiliados que estaban en estos grupos, no había todavía ningún juicio, entonces ellos tenían que ser invisibles. Dos años después, con el primer juicio, ya se reveló la existencia de la célula. Hasta ese momento, los criminales estaban tranquilos, pensaban que nadie les buscaba, pero con ese juicio empezaron a tener miedo. Ahí yo ya podía hablar tranquilamente de las células secretas.
Sin embargo, lo que sí me pidieron es que en la película nunca se les pudieron identificar, reconocer. Por eso no he descrito al personaje real, he hecho una mezcla de varios personajes, tenían que ser anónimos para su seguridad y la de sus familias.
Ha prescindido de la acción, pero consigue mucha tensión con el sonido, las sensaciones… ¿por qué tomó esta decisión?
Lo que me interesaba era crear tensión, pero no con efectos especiales, sino con un trabajo de sonido, sonidos que están en la cabeza del personaje, los de los días en que fue torturado… o cuando le decimos al espectador que el personaje cree haber encontrado al torturador y de pronto se acercan físicamente a él y le huele, porque el espectáculo ahí imagina lo que podría ocurrir.
Eso es mucho más espectacular que si metemos una explosión. Intento hacer una película que confíe en el espectador, que le pida participar. Creo que las películas de espías, aunque me gusten mucho, tienen tendencia a hacer tomas espectaculares, a dar mucha información, etcétera, etcétera.
Mi idea fue empezar desde el espionaje para entrar en el cerebro en ebullición de una persona, meterme en el personaje, en su complejidad y enseñar sus dudas y sus dilemas para que el espectador los viviera. Creo que los momentos en que yo pude vivir esos dilemas fueron leyendo literatura clásica. La frontera tan tenue entre el bien y el mal viene de la literatura.
¿Diría que el género de espías es especialmente apropiado para retratar el mundo de hoy?
Sí. Creo que en una película de espías el espionaje debe ser el vehículo para hablar de la sociedad, de la geopolítica y para hacer también retratos intimistas, para penetrar en el personaje que está viviendo un duelo, una reconstrucción de una identidad, porque es a través suyo que vamos a vivir toda la historia.
El espectador no se identifica con los espías del cine, porque no son frágiles… son películas espectáculo en las que no hay nada que a mí realmente me toque emocionalmente. Yo lo que he querido es hacer un personaje en el que nos podamos meter y que va a vivir una situación extraordinaria, que va a tener que tomar decisiones impensables, que va a llevar sobre sus hombros las preguntas, las cuestiones del mundo y que va a conseguir seguir adelante.
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