Este artículo se publicó hace 9 años.
Democracia: la hoja de ruta de un arquitecto de software
¿Durante cuánto tiempo crees que los procesos electorales van a poder permanecer ajenos a la revolución tecnológica?
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Como usuario de un smartphone habrás experimentado cómo las redes sociales, Internet, y el software en general, van transformando todos los aspectos de nuestras vidas. Lo mismo que le está pasando - o le ha pasado ya - a la industria discográfica, a la industria editorial o a los medios de comunicación, por citar algunos ejemplos. Antes o después ocurrirá lo mismo en materia de democracia y participación ciudadana. ¿O acaso piensas que los procesos electorales pueden permanecerán ajenos a la revolución tecnológica?
Si has visto películas o leído libros que hablan sobre coches voladores autónomos, telepresencia con hologramas hiperrealistas, hogares comandados por la voz… quizá quieras dejar volar tu imaginación para adivinar cómo puede ser un proceso electoral en el futuro cercano.
Sabemos que la tecnología transforma especialmente rápido aquellos sectores fácilmente digitalizables, esto es, aquellos cuya esencia es la información. En ese sentido, el voto de los ciudadanos no es más que información. No cuesta nada convertir una papeleta en un click en tu ordenador y empezar a usar el voto por internet. Entonces ¿por qué no estamos votando ya desde el móvil? ¿Acaso no supondría un avance? ¿Qué ganaríamos permitiendo votar por internet? Si hablamos de votar una vez cada cuatro años no ganaríamos mucho, pero si de lo que se trata es de mejorar el proceso democrático usando la tecnología, se me ocurren algunas ideas.
La democracia (RAE: Del gr. δημοκρατία) significa “doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno” y significa “Predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado”. En este punto de la historia lo estamos interpretando como que “el pueblo elija a sus representantes”, pero lo cierto es que una evolución hacia una sociedad más justa apoyaría interpretarlo como que “el pueblo pudiera elegir directamente lo que quiere”.
En el pasado, la dificultad en la comunicación o la falta de información podían justificar la figura de la democracia representativa, teniendo que delegar por completo en los partidos políticos. Pero a día de hoy es raro encontrar a alguien a quien le encaja al 100% el programa electoral de su partido político. ¿Y por qué no avanzar para que en cada asunto, cada persona, pueda decidir usando su voto o delegar su voto a un tercero de su elección?
Solo esta idea ya supone un avance importante en lo que a democracia se refiere. Y de hecho, muy tímidamente ya está sucediendo
Solo esta idea ya supone un avance importante en lo que a democracia se refiere. Y de hecho, muy tímidamente ya está sucediendo. Algunos países como Suiza, realizan referendos con frecuencia sobre muy diversos aspectos. Recientemente en Irlanda han decidido por referéndum popular si se admite legalmente el matrimonio homosexual. La decisión de la mayoría supuso un baño de realidad a los detractores, y otorgó legitimidad a los defensores. “La sociedad se ha manifestado en un sentido” expresa un mensaje mucho más contundente que decir que “el partido de turno, que ahora está en el gobierno, ha decidido por nosotros que…”. Y como ventaja añadida, el gobierno se ha quitado de encima un asunto espinoso por el que iba a recibir críticas tomase la decisión que tomase. La sociedad ha tenido la última palabra. ¿Vamos a criticar a un gobernante por acercar el poder al pueblo?
Empezar a realizar decenas de referendos a hoy día, tal y como están las infraestructuras de voto, es poco viable. Se pueden organizar votaciones semestrales, como hacen algunas regiones del planeta, en el que se votan muchos asuntos de una vez. Y está bien, porque se sabe con mucha antelación qué se va a votar. Hay tiempo para el debate, para que los indecisos pueden ponderar lo bueno y lo malo de cada de cada propuesta y tomar así una decisión totalmente formada. Esto, sin duda, representa otro avance más en nuestra democracia. Si estos referendos semestrales se pudiesen votar por Internet, y se pudiesen votar a lo largo de una ventana de tiempo mucho mayor, tendríamos una foto mucho más nítida de lo que sucede en nuestra sociedad y del porqué.
Yendo un paso más allá, podríamos visualizar a la gente votando en cualquier momento, a través del móvil, la televisión, o un “centro de votaciones” para todos aquellos que no dispongan de la tecnología necesaria (que cada vez son menos). El proceso democrático podría mejorar hasta el punto en que la sociedad configure hasta el último aspecto de cada ley, o el último céntimo de unos presupuestos generales.
El argumento en contra que más se repite es: “la gente no está suficientemente formada para tomar esas decisiones”
Para mucha gente esto puede ser una aberración, y el argumento en contra que más se repite es: “la gente no está suficientemente formada para tomar esas decisiones”. Por eso, otro paso que se me antoja necesario en esta cadena evolutiva del proceso electoral es la democracia líquida. Como no sé de todo, ni tengo tiempo de votar en todas las cosas que se debaten, votaré yo mismo en las que más me preocupan, y en las que me preocupan menos delegaré mi voto en una persona (o grupo) que me inspiren confianza y estén alineados con mi ideología. Podría delegar en un periodista, un artista famoso, un partido político, una ONG o la Iglesia Católica. ¿Por qué no?
Lo cierto es que a mí me cuesta imaginar ese futuro, y no porque no lo vea viable desde el punto de vista tecnológico o social, sino porque me surgen muchas dudas como: ¿cada cuánto tiempo se podría cambiar una ley? ya que no tendría sentido permitir el matrimonio homosexual este año y al que viene prohibirlo, para volver a permitirlo 6 meses más tarde; o ¿cómo de seguro y privado será el voto? habrá que instalar complejos sistemas de encriptación para garantizar la privacidad del voto... o quizá deberíamos considerar que el voto sea público (como lo es para sus señorías en el Congreso) y evitar así cruzar ese complicado puente. El voto por correo postal es muy inseguro (y caro) y a día de hoy lo estamos usamos. La banca on-line es insegura y también la usamos. Como en todos los problemas de este calado, la solución nunca es 100% perfecta.
Estas y muchas otras preguntas no tienen respuesta a día de hoy. Podríamos elucubrar durante meses sobre ellas, pero lo cierto es que solo hay una manera de averiguarlo: llegar hasta allí y analizar la situación con las herramientas de las que dispongamos en ese momento.
Como en todo gran proyecto, lo primero es estudiar su viabilidad, decidir si alguna de las piedras de este largo camino va a ser tan grande que no podamos seguir avanzando
Como en todo gran proyecto, lo primero es estudiar su viabilidad, decidir si alguna de las piedras de este largo camino va a ser tan grande que no podamos seguir avanzando. Tal y como yo lo veo, ahora mismo no hay ninguna piedra de ese calibre. Así pues ¿por qué no dar ese primer paso que sería permitir el voto por Internet? Iremos eliminando los riesgos a medida que los encontremos, incluso podríamos ir haciendo referendos por Internet con frecuencia, aunque no fuesen vinculantes, a modo de prueba de concepto o beta-testing. Ya existen herramientas on-line que lo permiten y esa es la filosofía apartidista detrás de Quoners. Soy consciente de que no vamos a poder hacer que nuestra democracia pase de gatear a bailar break-dance, y como todo arquitecto de software sabe, un sistema complejo que funciona es aquel que evoluciona a partir de un sistema simple que funciona.
Antes de publicar este artículo, nuestra propuesta de Ley en Quoners muestra un claro apoyo hacia un cambio legislativo en las siguiente dirección:
· El 90% está a favor de realizar un referéndum para permitir el voto electrónico a los ciudadanos
· El 92% está de acuerdo con que su voto reste una parte proporcional de la representatividad de los partidos en el Congreso.
· El 68% aceptaría que su voto se hiciera público.
¿Quieres participar del cambio?
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