Este artículo se publicó hace 10 años.
Convertir 2015 en el año del cambio
Actualizado a
Dina Bousselham
Politóloga y activista social
…lo que antes ser muy mal, permanecer todo igual, hoy resultar excelente
Hombre blanco hablar con lengua de serpiente…
Javier Krahe
El 2014 empezó en las calles, defendiendo la sanidad pública con los compañeros y compañeras de la Marea Blanca, y acaba de nuevo en las calles al grito de No a la Ley Mordaza, una ley que nació con el único objetivo de silenciar las voces del pueblo, criminalizando la protesta y legalizando las deportaciones en caliente. El 2014 fue un año muy intenso con muchas batallas, algunas ganadas y otras pérdidas. Hoy quisiera detenerme y hacer un breve repaso de lo acontecido en enero y en diciembre (sin menospreciar lo sucedido el resto de los meses) y que a mi parecer reflejan muy bien lo que ha sido este año. Si el 2014 fue el año en el que abandonamos la resignación, el 2015 será el año del cambio y de la ilusión.
Enero nos enseño que luchar nunca fue en balde. Gamonal y la renuncia a la privatización de hospitales por parte de la Comunidad de Madrid (que acabó con la dimisión de Lasquety) son un buen ejemplo. Mientras la vicepresidenta del gobierno decía que “los indicadores económicos no casan con las protestas”, los compañeros de la PAH y miles de personas voluntarias defendían el derecho a la vivienda, paralizando desahucios. Algunas veces con éxito, y otras desgraciadamente no, como el caso de Antonio, un disminuido físico al 100% al que desalojaron de su casa de alquiler en Lavapiés. Al tiempo que nos enterábamos a través de los medios de comunicación de cosas que ya sabíamos, como por ejemplo: según Oxfam, España es uno de los países europeos más desiguales (sólo por detrás de Letonia), de hecho la riqueza conjunta de las 20 mayores fortunas de España (77.000 millones de euros) equivale a los ingresos del 20% de la población más pobre del país.
Enero también fue el mes de la vergüenza por otros motivos: intervención del gobierno español para mediar entre el conflicto (económico) de Sacyr con Panamá por la negativa de la constructora a cumplir con el contracto para la construcción del canal de Panamá; protección del gobierno español a la infanta Cristina por posible imputación por delitos de blanqueo de capitales y evasión fiscal; blindaje del gobierno español cerrando la puerta a cualquier intento de celebración de un referéndum en Cataluña, negándole la palabra a los catalanes; aumento del paro hasta el 26%, cerrando Empleo su sexto año de caída; publicación de datos extremadamente alarmantes de la EPA que confirman que España no es país para jóvenes (el 54% está sin empleo) y su destino es estar condenados al paro, al exilio y a la precariedad. De hecho el 80% de los jóvenes asume tener que depender de su familia (y no sólo lo dicen colectivos –imprescindibles- como Juventud Sin Futuro, sino datos que muestra el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud). En enero también nos enterábamos del aumento de la deuda pública que en 2013 alcanzó los 128.000 euros, un 40% más que el año anterior; a la par que el gobierno nos subía los impuestos, nos reducían los salarios y las prestaciones sociales. En enero supimos que el número de personas que viven con menos de 307 euros al mes se ha duplicado y afecta ya a más de 3 millones de personas. También supimos que 1 de cada 3 niños españoles viven en la pobreza (el 25% de los niños sufren malnutrición).
Y mientras todo eso pasaba, los de arriba vendían recuperación y brotes verdes. El FMI hablaba de que la recuperación en España va más rápido, la Comisión Europea decía que España había hecho los deberes gracias a las reformas impulsadas por el gobierno a la par que pedía una segunda fase para la reforma laboral. Botín afirmaba que España se ha convertido en un ejemplo por sus reformas (mientras nos enterábamos de que en 2013 el Banco Santander duplicó sus beneficios en comparación al año anterior, alcanzando los 4.370 millones de euros). La ruptura entre la clase política y la ciudadanía se agudizaba. Y ante este panorama, unos ciudadanos, gente normal, algunos venidos de la Universidad, otros de las incansables luchas de los movimientos sociales, de la indignación de las plazas, organizaron la rabia, haciendo una lectura muy lúcida de la situación, entendiendo que los problemas sólo podían ser resueltos de manera colectiva, siendo conscientes de que veníamos de una gran derrota. En enero movieron ficha y nació Podemos: un instrumento para empoderar a la ciudadanía. Consiguieron despertar a la gente corriente haciéndola participe de la res publica, defendiendo lo que es de todos, montando círculos, juntando ilusiones. Organizando la rabia, sí, y defendiendo la alegría.
Y llegamos a diciembre. La situación no ha mejorado: la crisis la siguen cargando a sus espaldas los jóvenes, los parados, los autónomos, las amas de casa, los abuelos, los que menos tienen, las miles de personas decentes que pagan día tras día los platos rotos de un gobierno que no ha sabido gestionar el país. Los datos del paro siguen siendo alarmantes, son cada vez más los jóvenes españoles que emigran en busca de un futuro mejor que no llega (¿quién no tiene a un familiar o amigo que se ha ido a Berlín o Londres? La ausencia de ellos en estas fechas nos conmueve a todos) la pobreza sigue azotando a miles de familias mientras algunos políticos tienen la desfachatez de hacer burlas sobre el tema (“ahora saco el pañuelo y lloro”, decía la semana pasada un diputado del PP sobre el hambre infantil), la brecha salarial entre ricos y pobres sigue creciendo (nuestros salarios son los más bajos y desiguales desde 1992). Van llegando noticias de que gracias al rescate iniciado por el PSOE y secundado por el PP la banca española obtuvo en estos nueve primeros meses del año un beneficio atribuido de 7.449 millones de euros, sin embargo seguimos sin tener dinero para pensiones, ni para prestaciones sociales, ni para educación, ni para sanidad (el pasado mes de noviembre el gobierno acordó financiar unos fármacos nuevos para combatir la hepatitis C, fármacos que no pudieron llegar a tiempo para salvarle la vida a 1 de los 180.000 enfermos diagnosticados con hepatitis C).
Este mes de diciembre también pudimos ver cómo el Juez Castro acordaba sentar en el banquillo de acusados a la hermana del rey, a pesar de las presiones del Ejecutivo y pudimos leer a través de un informe que España es actualmente el séptimo país del mundo con mayor cantidad de armas vendidas al obtener más de 4.000 millones de euros de beneficios durante el 2013. El mismo gobierno que hace negocios con dictaduras árabes vendiéndoles armas, miente y difama acusando a otros de lo que ellos mismos hacen. Un gobierno que premia a sus miembros acusados por corrupción y castiga a los jueces que luchan contra ella (Garzón, Silva, Ruz. ¿Coincidencias?) ¿Será como decía hace unos días Cospedal que la corrupción es patrimonio de todos? Supongo que lo que habrá querido decir es que el dinero público de la corrupción es patrimonio de todos.
Y finalmente nos hemos enterado de que el gobierno prepara una contrarreforma de la ley de Enjuiciamiento cuyo anteproyecto ya está siendo denunciado en foros internacionales de Derechos Humanos y en la ONU por perpetuar con esta reforma la falta de garantías frente a la tortura y otros malos tratos durante la detención policial. Afortunadamente, frente a esto y todo lo demás tenemos un pueblo valiente y responsable que no dudará en salir a las calles las veces que haga falta para reclamar justicia, soberanía, libertad e igualdad. Frente a la desvergüenza, a la manipulación, a la corrupción, frente al miedo, nos encontrarán unidos, luchando, sonriendo. Las encuestas indican el desmoronamiento del régimen del 78, la caída del bipartidismo, el fin de un ciclo político y la apertura de una nueva época, una regeneración política (de verdad, y no las que promulga el rey). Es la época de estrechar manos (no importa el color de piel), unir puentes, abrir candados, puertas y ventanas. Es la hora de la gente, de respirar aire fresco (o simplemente respirar). Aunque ojo, no serán las encuestas las que hagan temblar y tumbar al gobierno, sino la voluntad de miles de ciudadanos cuyo deseo no es otro que convertir el 2015 en el año del cambio. Como decía Bob Dylan, the times they are a-changing.
Nos vemos en las calles y en las urnas.
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