Opinión
Villacís abandona el submarino
Por David Torres
Escritor
El día en que Ciudadanos se presentó al mundo -desnudo como el cartel con que Albert Rivera apañaría una campaña electoral- se rumoreaba por el patio de butacas que el flamante navío anaranjado no era más que un submarino del PP fletado para operar en aguas catalanas. La vida en los submarinos no es precisamente fácil: no hay mucho sitio, la gente se pega codazos por los pasillos, los dormitorios comunican con los baños y la cocina con la sala de torpedos. Tarde o temprano falta oxígeno y sobran malos olores, de manera que hay que subir a la superficie y entonces el radar te localiza en la plaza de Colón, junto a la ultraderechita valiente y a la derechita de toda la vida.
En algún momento de su accidentada singladura Ciudadanos quizá pudo ser el buque insignia de la derecha civilizada y liberal que en España brilla por su ausencia y que tanto estamos necesitando. Básicamente, la formación encontró su nicho de mercado entre los catalanes hartos de la deriva independentista y los españolazos hartos de corruptelas, sobres de mano en mano, contabilidades falsas y tramas de dinero negro. El programa político se les acababa en seguida a base de afear la podredumbre endémica del PP y señalar los delirios del nacionalismo catalán, sin ver la menor incongruencia entre criticar las banderas esteladas y arroparse al mismo tiempo con las españolas. No hay que olvidar que el otro gran experimento de la banca intentando sacar adelante una derecha moderada fue la UPyD de Rosa Díez, una mujer que ha quedado únicamente de disfraz en las fiestas de Halloween.
Es costumbre naval que, al hundirse un barco, los capitanes lo acompañen al fondo, pero en la práctica resulta mucho más cómodo transbordar a otro barco. Lo malo es que cuando se hunde un submarino, las maniobras de salvamento suelen ser más aparatosas. Se traga mucha agua, de ahí que la semana pasada Begoña Villacís se reuniera con Elías Bendodo, coordinador general del PP, en un bar cercano a Génova, a ver si la podían colocar de contramaestre, cocinera o grumete, el puesto que quedara libre. En el PP están acostumbrados a rescatar pecios naufragados y políticos a la deriva; es un partido que, gracias a su espíritu cristiano, recoge incluso vagabundos y correveidiles, les pone otra vez en circulación y les da un cargo. Y si no les da un cargo, le inventan uno, como hicieron con Toni Cantó para agradecerle los servicios prestados.
Uno de los momentos estelares de Villacís en el Ayuntamiento de Madrid fue el momento en que posó con un desmantelamiento de chabolas al fondo explicando que estaba en contra de los okupas, con lo que dio a entender bien claro su sensibilidad ante los más desfavorecidos y su preclaro conocimiento del problema de la vivienda. Se cabrearon con ella hasta en su propio partido. Sin embargo, ahora que Ciudadanos es poco más que una chabola, Villacís intenta meterse de okupa en la alcaldía, demostrando que no iba tan desencaminada como pensábamos. Ha jurado y perjurado que no acabará en el PP, aunque no será por falta de ganas sino porque Ayuso, que lleva muy mal la competencia, la ha vetado explícitamente, asegurando que ya había fichado lo mejor de Ciudadanos en las últimas elecciones. La vida en un submarino no es nada fácil, menos aun si sales flotando a la superficie en un patito de goma.
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