Opinión
Seis motivos detrás del plan para convertir Gaza en Las Vegas (y una única barrera)


Por Nazanin Armanian
Analista política y traductora persa y dari
En una de las escenas de la película El gran dictador, Hynkel (Hitler), -un narcisista de nula materia grais, tan ciego y tan estúpido que creía que la humanidad era su juguete-, baila y hace acrobacias con el globo terráqueo, hasta que Charlie Chaplin se lo hace explotar en su cara. Sin embargo, el actual inquilino de la Casa Blanca no está a la altura de Hitler, que se colocó en la cima de la pirámide del fascismo; es más bien la reencarnación del un lumpen convertido en el alcalde de Marbella, llamado Jesús Gil, quien hizo de la bella ciudad costera andaluza un obsceno refugio sin fronteras para los matones y los gánsteres.
Trump recuerda a otro carroñero, el ministro británico Boris Johnson, quien planteó en 2017 la misma idea sobre las costas de Libia: "Despejen los cadáveres" porque “podría ser un destino atractivo para el turismo y para los inversores”, dijo. La guerra contra Libia, y sus cientos de miles de muertos fueron otro negocio redondo de la OTAN.
La intención declarada de Trump de tomar el control de Gaza vía ocupación militar, expulsar a dos millones de palestinos de su tierra para construir un paraíso destinado a los parásitos del capitalismo mundial no se realizaría por las siguientes razones:
Sería pisotear los derechos humanos. Pues se trata de una superpotencia que ha agredido a decenas de naciones, bajo pretextos falsos, ha secuestrado, torturado a cientos de personas y asesinado de hambre y bajo sus bombas a al menos dos millones de civiles en las últimas décadas.
Infringiría la prohibición de reubicación forzosa de poblaciones. A Washington la legalidad internacional le trae sin cuidado.
Iría en contra de la promesa de Trump de no intervenir en Oriente Medio. La patata caliente que este presidente tiene entre las manos es Irán (y sus posibles “armas de destrucción masiva”), que no Gaza, un diminuto territorio que ha pasado de ser un destartalado campo de concentración a uno de exterminio. Perfectamente podrá dejarles a su suerte: vivir sobre los escombros y cadáveres de sus seres queridos, y debajo de un millón de tiendas de campaña, con un plato de lentejas al día.
Sus electores le exigirán que sea consecuente con “America First”. A ver, todos sabemos que los presidentes de EEUU los eligen las grandes compañías, quienes invierten en las campañas electorales, y dirigen la opinión publica a través de los medios de comunicación que patrocinan. ¿Realmente alguien pensó que Trump iba a volcarse con los propios americanos, invirtiendo el dinero que deben ganar las empresas de armas y tecnológicas en la sanidad, educación y trabajo, o sacar a sus 45 millones de compatriotas de la pobreza absoluta?
Jordania y Egipto se niegan a acoger a más de un millón de refugiados desarrapados, y no por los palestinos, sino porque son incapaces de gestionar tal desafío. Pero el peso de los mandatarios de dichos Estados ante la prepotencia del régimen de Trump es nulo. En su anterior mandato, el presidente de EEUU llegó a amenazar con derrocar a los reyes saudíes si en unos días no bajaban los precios del petróleo, llenando el mercado de más barriles. ¡Y lo hicieron!
Arabia Saudí también se opone. A pesar de que el sueño de Riad es que EEUU desmantele no sólo las instalaciones nucleares de Irán, sino a la mismísima teocracia chiíta rival, el deseo de los jeques wahabitas es que Trump elimine a los Hermanos Musulmanes de Hamás, instrumento político en manos de los demócratas de EEUU, Turquía, Catar, Irán e Israel, para “equilibrar” las fechorías de los Ben Salman en la zona. El príncipe destripador Saudí puede estar algo molesto por el plan, debido a que retrasaría la normalización de sus relaciones con Tel Aviv.
Hay oposición a la idea en el propio régimen israelí. Tampoco. Cierto que el próximo año habrá elecciones parlamentarias, pero existe un amplio consenso entre la oposición y el gobierno de Netanyahu sobre Gaza. La discrepancia está en los matices: el líder de la oposición Yair Lapid ha pedido que fuese Israel quien planifique el futuro de la franja que no EEUU.
Los gastos de ocupación serían astronómicos para EEUU. ¡Fácil solución! Lo pagará la “vaca lechera” de EEUU que son los jeques árabes: Le ha exigido a los saudíes invertir un billón de dólares en EEUU, si no obedecen, les convertirá en la estatua de sal como lo hizo Yahvé con la mujer (sin identidad) de Lot.
Turquía ha puesto el grito al cielo. Es cierto que lo ha hecho, pero no por los gazatíes. Le duelen los ingentes millones de dólares que no van a ganar las empresas turcas de construcción. El país de Tayyip Erdoğan ya está en una incipiente guerra con Israel por el control de Siria donde EEUU puede empantanarle si se pone rebelde. Aunque ningún capitalista con dos dedos de frente invertirá en una zona que seguirá siendo atacada por los aviones de Israel y las bombas de EEUU.
Haría disparar el precio del petróleo, perjudicando a los aliados europeos. Bueno, parece que para un Trump sin visión estratégica, esos chicos de recado de EEUU que le han apoyado en sus agresiones militares sin rechistar, ya no son tan necesarios (y se equivoca: todo imperialismo necesita de aliados y del “poder blando”).
Lo cierto es que, a diferencia de los demócratas y sus timos de “guerras humanitarias” (Yugoslavia, Libia, Afganistán, etc.), Trump es como reza un dicho persa: los niños y los tontos dicen lo que piensan sin filtro. Todo indica que se trata de un ocurrencia suya, y ni el Departamento de Estado, ni el de Defensa conocían un proyecto de tal magnitud. Y otro dato: los proyectos expansionistas de Israel-EEUU requieren las acciones incendiarias de la extremaderecha islamista sunnita y chiíta. No van a destruir su gran invento “yihadista” que les ha proporcionado la posibilidad de lanzar “la Guerra infinita contra el terror”, sembrando el mundo de bases militares, para luego hacer de “bombero pirómano”.
Si bien EEUU nunca tuvo la voluntad de que los palestinos tuvieran su Estado, la novedad consiste en que ahora pretende robarles la pequeña franja.
Los verdaderos motivos de la ocurrencia son:
1- Reglar una ventaja táctica a un Benjamin Netanyahu atrapado entre el dilema de dejar de matar, provisionalmente, a los palestinos para conseguir la liberación de los rehenes, o seguir exterminándolos, como le exigen los ministros ultraortodoxos-fascistas de su gobierno de coalición.
2- Ofrecer a Netanyahu más tiempo para que convenza a sus socios de gobierno de la necesidad de la liberación de los rehenes compatriotas. Una vez más, se desmonta la farsa de la “comunidad”: los intereses de la clase alta judía están por encima de la vida de los judíos en manos de Hamás.
3- Elevar las exigencias de EEUU-Israel ante un Hamás débil y derrotado, cuya mirada metafísica a la realidad le impide reconocer el catastrófico resultado de la operación Al Aqsa, y tener un análisis objetivo de la situación concreta de hoy. Hace poco, el debate sobre el futuro gobierno de Gaza, entre los ganadores del genocidio palestino, giraba en torno a la retirada del ejercito israelí, y las opciones de la posguerra. De repente, el Madman estadounidense conmocionó el escenario, cambiando el sentido de las alternativas: ya nadie habla de un alto el fuego o un Estado Palestino, sino de exterminar a los palestinos bajo las bombas o lanzarlos al mar en pateras rumbo a ninguna parte.
4- Imponer la voluntad de Israel para el futuro gobierno de Gaza.
5- Provocar a Hamás para que sea él quien rompa la tregua, dándole pretexto de una intervención militar directa. Así, podrá entregar al menos otra parte de los territorios palestinos a Israel, que no ha parado de expandir los asentamientos judíos.
6- Ejercer máxima presión sobre los países árabes para conseguir:
- La normalización de las relaciones árabe-israelíes.
- “Trasladar”, como si fueran muebles, a unos cientos de miles de gazatíes a otros países.
- Obligar a Egipto y Siria a aceptar bases militares israelíes en sus fronteras.
China, el único impedimento.
Mientras Netanyahu volvía a arrastrar a EEUU a sus guerras, saboteando la principal prioridad del establishment de EEUU, que consiste en el "Regreso a Asia" (iniciado el 2012), para contener a China, DeepSeek, la compañía de Inteligencia artificial de la superpotencia asiática sacudió al mundo, haciendo perder a Nvidia más de 592.000 millones de dólares en la bolsa (una caída de 17%), llevándose consigo también a otras compañías de IA como Broadcom, Oracle, o el Alphabet de Google entre otras. Esta acción antiimperialista (término mancillado por la extremaderecha tercermundistas medieval), ponía fin al reinado de EEUU en este campo, golpeando también a otros sectores relacionados como la energética. Las tecnológicas chinas se dispararon hasta un 25%, a la vez que Pekín anunciaba su postura (que es única) sobre Gaza, reiterando que “Palestina debe ser gobernada por los palestinos”, eso a pesar de que otro atolladero de Oriente Próximo en el que se hundiera EEUU le beneficiaría enormemente. Justo cuando este país se desgastaba en las guerras contra Irak y Afganistán, China pudo recoger a Rusia herida, y poner en marcha en 2001 la Organización de Cooperación de Shangái, luego el grupo BRICS, y después otras muchas alianzas político-comerciales, para convertirse hoy en la principal amenaza al orden mundial organizado por EEUU.
El plan de Trump para Gaza socavará el poder de EEUU, le desprestigiará aun más, le separará de sus socios más cercanos, los europeos, y le desgastará como policía del mundo, al tiempo que China, sin disparar una sola bala (y justo por ello) amplía su influencia en el Sur Global, que le ve como un socio comercial fiable, estable y serio. La política anti-china de la Casa Blanca perjudicará a las relaciones bilaterales, mientras beneficiará a la potencia asiática a nivel global: hoy es el mayor socio comercial de unos 120 estados.
Trumpismo como un suspiro
Cierto que Trump es un personaje impredecible, pero no lo son las grandes compañías de armas, energéticas y tecnologías que le han colocado en el poder. No va haber cambios en el rumbo de la política exterior de EEUU, potencia que carece de intereses estratégicos en Gaza. Buena parte de su equipo son halcones antichinos. Tanto los republicanos como los demócratas coinciden en que el país de Mao es la mayor amenaza económica para su dominio global: pronto todo volverá a su cauce, que es igual de terrible que este descarrilamiento provisional.
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