Opinión
Sancho, amigo: quieren derogar el 'sanchismo'
Por José Antonio Martín Pallín
jurista español, magistrado emérito del Tribunal Supremo
Los partidos y los medios de la derecha han acuñado un término para definir una forma de hacer política que han bautizado con el nombre de sanchismo. El término es tan vacuo que hasta a mi sistema Word le desconcierta la expresión y cuando la escribo la sustituye, algunas veces, por Santísimo.
He repasado algún manual de ciencia política y he encontrado los conceptos definitorios de los diversos sistemas políticos o formas de gobernar, pero en ninguno se alude al sanchismo. Pero lo más sorprendente no es la acuñación del término si no la atribución al mismo de todos los males y peligros que, según la derecha y sus terminales mediáticas, está padeciendo la esencia de su España que corre peligro de extinguirse si Pedro Sánchez sigue gobernando después de las elecciones del próximo 23 de julio.
Es decir, los que propugnamos una política de progreso en lo cultural y en lo económico y unas medidas de solidaridad que sirvan de colchón a las notorias insuficiencias que sufren cada vez más ciudadanos, hemos pasado a ser la anti-España. Cuidado con los dilemas. La antinomia que plantea la derecha extrema y la extrema derecha (España o Sanchez) es una actualización peligrosa de lo que opinaba Franco sobre los demócratas republicanos. El periodista Jay Allen, del Chicago Daily Tribune, entrevistó a Francisco Franco el 27 de julio de 1936. "Nosotros luchamos por España. Ellos luchan contra España. Estamos resueltos a seguir adelante a cualquier precio".
Aristóteles, en su obra Política, sostiene que solo hay seis formas posibles de gobierno, buenas o malas: —con la autoridad de uno solo— la monarquía o la tiranía; —con la de varios— la aristocracia o la oligarquía; —con la de todos— democracia o la demagogia. Hay dos cosas que caracterizan las formas de gobierno según Aristóteles: la persona o personas sobre las que recae el gobierno, y el objetivo que dicho gobierno persigue. Así por ejemplo, conocemos la tiranía, que es el gobierno del tirano, de uno solo, que impone contra derecho el gobierno, y lo ejerce sin justicia y con discrecionalidad. Al presidente del Gobierno lo han tachado de tirano. Juzguen ustedes sobre la salud mental y política de los que utilizan el término.
Por ello abandoné el camino de la politología y pensé que a lo mejor el sanchismo tenía relación con el personaje de Sancho Panza universalmente conocido por la obra cumbre de Miguel de Cervantes, El Quijote. Siempre me he detenido con especial atención en los consejos para el Gobierno de la Ínsula Barataria que Don Quijote proporciona a su escudero Sancho Panza para el mejor desempeño de sus funciones como gobernador del territorio. Lo siento, pero en el texto no he encontrado referencias que me permitan identificar el sanchismo (otra vez me ha salido Santísimo) como una forma peculiar de gobierno. Agradezco que mi buen amigo Luis Garcia Montero me haya echado una mano en un reciente artículo: Los nuevos redactores de la superstición se parecen poco a Cervantes. Don Quijote habitaba la caballería medieval con la ilusión de defender al menesteroso, de hacer justicia en favor de los débiles ante un mundo que estaba confundiendo el progreso con la falta de corazón.
El sanchismo es una fábula creada por los medios de comunicación desprovistos de cualquier capacidad de análisis o raciocinio. Añadía Garcia Montero que el periodismo digno y el magisterio empiezan a ser o son ya una forma de herejía. René Grossenbacher, titular asistente del Instituto para la Comunicación e Investigación de la Universidad de Zurich, apunta que la función principal de los medios se reduce a comprimir los datos y las informaciones que manejan (input), tratándolos con veracidad y rigor para que puedan ser publicados sin alteración del mensaje, aunque recortado quizá por cuestiones de espacio. Yo añadiría que muchos medios han simplificado el mensaje por la incapacidad de argumentar o explicar en qué consiste tal fórmula de gobierno, sustituyéndola por una simplificación conceptual a modo de slogan como podría ser: el madridismo, la Ayusomanía, la tauromaquia o la papiroflexia.
Algunos medios han dado un paso más hacia la degradación de la profesión periodística, cómo se puede observar por el titular de apertura de la edición digital del diario El Mundo del pasado 4 de junio, en el que se puede leer: Pedro Sánchez en el precipicio: “Es un gran impostor, un simulador, un embustero... su personaje nace de un complejo profundo y del resentimiento”. Ante el silencio de las Asociaciones de periodistas me parece indispensable rescatar un espacio del inolvidable programa de televisión Caiga quien caiga titulado: Curso de ética periodística
Con este panorama nos enfrentamos a las elecciones generales el próximo 23 de julio si el Partido Popular y los medios afines no modifican el enfoque que le han dado a las recientes elecciones autonómicas y municipales. Espero y deseo que demos signos de madurez democrática y orientemos el voto en función de los desafíos que debemos afrontar, muchos de los cuales trascienden de nuestra política interna. Adoptar medidas para ralentizar y evitar el cambio climático, las políticas de inmigración o la búsqueda de fórmulas para conseguir la paz en Ucrania, son una exigencia para todas las naciones civilizadas y los organismos internacionales.
En el ámbito económico, para mantener un cierto nivel de bienestar, la subida de los salarios es una medida que el presidente de los Estados Unido Joe Biden ha recomendado a los empresarios, siempre dentro de sus posibilidades. Ante las quejas de ciertos sectores les sugirió que un formula sencilla era subir los salarios (Pay them more). El sistema económico saldría reforzado y las posibilidades de progresar económicamente serían más factibles.
Mucho me temo que se repetirá el esquema de las municipales y autonómicas y que en lugar de votar políticas cercanas la derecha se enrocará en el anti-sanchismo, EH Bildu y los independentismos democráticos. Como he leído en un artículo, el anti-sanchismo prefiere que su Ayuntamiento no arregle los baches a que persista ese bache llamado Sánchez. Su ilusión es que Sánchez sufra un descalabro tan abrumador que tenga que salir huyendo. Hay algunos que, enredados en sus propias contradicciones e incongruencias, ya le han buscado un puesto en la secretaría general de la OTAN u otras instancias internacionales demostrando que las tienen en poco aprecio. En su delirio anti-sanchista, reaccionan como Don Quijote cuando, lanza en ristre, arremetió contra los molinos creyendo que eran gigantes.
Como decimos en el mundo jurídico, las leyes solo se derogan por otras posteriores. Ya es hora de que los fanáticos nos digan cuál es la alternativa que proponen. Retornando al Quijote y a los consejos que le dio a Sancho Panza. “Si mal gobiernas tuya será la culpa y mía la vergüenza”. En una sociedad democrática, decantarse por el progreso o por la pérdida de derechos, corresponde a los ciudadanos. De momento la derecha no ofrece otra alternativa que expulsar a una persona que, en su desvarío, aseguran que es la causa de todos los males sin mezcla de bien alguno. En el tiempo presente, Don Quijote le advertiría: amigo Sánchez, te guarde Dios, porque quieren derogar el sanchismo.
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