Opinión
Las reformas del Gobierno y el santo Job
Directora corporativa y de Relaciones institucionales.
-Actualizado a
El Gobierno se compromete a abrir el melón de la reforma fiscal este año, contamos en Público con la confirmación de las mejores fuentes posibles. Imaginen: una mayor equidad, menos privilegios y más controles para las grandes rentas, vigilancia intensiva y persecución del fraude fiscal o afloramiento de la economía sumergida. Una auténtica reforma fiscal que acabe con la desigualdad ramplante en este país -también- en el terreno de los impuestos: más de un 77% de españoles, según el CIS, consideran que no hay justicia fiscal en España, es decir, que lo de que la justicia no es igual para todos/as también afecta a la de los impuestos. Con semejante percepción nacional, es innegable que algo no va bien.
La reforma fiscal, a la manera de Pacto de Estado o con una mayoría suficientemente amplia, es un clásico de los programas electorales socialdemócratas y de izquierdas frente a los liberales y de derechas, que apuestan por bajarlos allá por donde van, aunque luego acaben subiéndolos por coyunturas varias, que siempre hay una excusa a la que agarrarse cuando los números no salen. A candidatos y candidatas progresistas se les llena la boca en la campañas electorales con la progresividad, la igualdad, contra los paraísos fiscales, el fraude ídem y la economía sumergida, pero cuando llegan al Gobierno, el souflé se desinfla y pagamos los de siempre lo de siempre, o más.
Cuesta mucho subir tributos porque en España no tenemos cultura impositiva, al revés: los impuestos son malos, son caca de macroganja, solo sirven para esquilmarnos el bolsillo y si dejaran ese dinero en nuestra cartera, ya se pagaría cada uno su sanidad y su educación (privadas) Y las carreteras ya las construiría Florentino Pérez con el crowfunding que abonaríamos encantadas porque sin impuestos, nos iría mucho mejor y hasta podríamos dar un pequeño sueldo (la voluntad) a los pocos funcionarios que quedaran en vacíos edificios institucionales sin luz eléctrica, que está muy cara y total, la Administración está "sobredimensionada", aunque en los centros de atención primaria estén racionando hasta las tiritas.
El Gobierno no puede convertir ahora la reforma fiscal en la zanahoria del palo como munición electoral hora, porque su credibilidad ante sus votantes y los que pudieran sumarse tiene un límite y está dibujado antes que el de ERC, que es la versión independentista catalana del Santo Job. En la mañana del jueves, el president catalán, Pere Aragonès, dio una entrevista a La Hora de la 1 (TVE) y la hizo íntegramente en castellano, nada más que para apoyar una lengua completamente amenazada... por sus 580 millones de hablantes en el mundo, que se plantean hablar catalán para fastidiar a PP, Ciudadanos y Vox. El jefe del Ejecutivo de Catalunya habló de todo y por su orden: referéndum, amnistía, una mesa de diálogo a la velocidad del tren extremeño (hasta en Galicia tenemos el casi-AVE), cena con Yolanda Díaz, inexistencia de un proyecto del Gobierno para Catalunya,... Marc Sala no se dejó ni una pregunta, pero el cansancio de Aragonès con el Ejecutivo se palpaba en todo el inmenso plató. Y poco me parece.
Mientras el Ejecutivo nos sale ahora con la reforma fiscal, la reforma laboral está aún sin atar, con una negociación parlamentaria que se está convirtiendo en el gran pulso de la legislatura entre el Gobierno y los socios de investidura. ERC, de momento, no da su brazo a torcer y "hay muchas posibilidades de que no la apoyemos", advierten fuentes del Govern. Desde el Ministerio de Empleo de Yolanda Díaz dicen que también "hay muchas posibilidades de que sí la apoyen", así que presiento que la prensa no va a sacar nada en claro hasta el último momento, para mantener las costumbres. Es empeño personal de la vicepresidenta segunda que sean los socios de investidura y no lo que queda de Ciudadanos o la abstención del PP (pinchan en hueso) la que dé luz verde a su proyecto emblema, pero las posiciones siguen enconadas.
Vuelvo a la carga con eso de las expectativas, los gobernantes, los votantes y las decepciones como estrategia fallida, con permiso de Iván Redondo: si se comprometen a abrir el melón, que sea para comerlo entero. Sean valientes.
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