Opinión
PP y Vox: el aborto que viene
Por David Torres
Escritor
Es curioso que la polémica contra el aborto desatada por Juan García-Gallardo en Castilla y León vaya a provocar la interrupción prematura del embarazo entre PP y Vox en el ámbito nacional. Cuando todo parecía dispuesto para una gran coalición de derechas que significaría el renacimiento de España, al final salen estos pequeños flecos, estos pequeños detalles que repiten en clave política aquella hilarante campaña publicitaria de Martes y 13 protagonizada por un periodista que, en mitad de un supermercado, le preguntaba a una señora si no le cambiaba dos botes de su detergente habitual por uno solo de una nueva marca. Al final, extenuado ante el emperramiento de la señora, que estaba muy contenta con su detergente, el periodista retira la publicidad para que compruebe que se trata exactamente del mismo detergente. “No, no, que a mí me va muy bien con éste”. “Pero, señora, por favor, si es el mismo”. “Ya, pero no es igual”.
En efecto, PP y Vox es lo mismo, pero no es igual, ya que el primero ha pasado por el aro de diversas capitulaciones históricas, desde el divorcio al matrimonio homosexual sin olvidar el aborto, mientras que el segundo prosigue una espiral retrógrada pisoteando derechos elementales sin más salida que un viaje en el tiempo hacia el pasado, a la Contrarreforma probablemente. Cómo no serán las desavenencias entre unos y otros con el tema del aborto que hasta alguien tan poco sospechoso de progresismo como Jiménez Losantos ha cargado contra García-Gallardo en su programa de radio, acusándolo de copiar una ocurrencia electoralista de Hungría y llamándolo tonto con ventanas a la calle. El rifirrafe radiofónico entre Jiménez Losantos y Rocío Monasterio evoca el combate de lucha libre de los Monty Python en el que Colin “Bombardero” Harris se enfrentaba a Colin “Bombardero” Harris: se pegaba de hostias a sí mismo, se hacía llaves e inmovilizaciones y al final el pobre hombre quedaba inconsciente sobre la lona, preparado para disputar la gran final contra Colin “Bombardero” Harris.
Diferenciar entre Vox y PP está difícil, en primer lugar porque el líder de Vox, Santiago Abascal, y varios diputados más proceden directamente del PP, y en segundo lugar porque si sumas los 52 diputados de Vox con los 88 del PP te viene a salir una mayoría de Jose Mari Aznar poco más o menos. No van a arruinar la posibilidad de echar a la calle a Pedro Sánchez y su gobierno filoetarra por unas cuantas discordias sin importancia, pero esta semana se están oyendo los primeros latidos del feto de la alianza entre la derechita cobarde y la ultraderechita holgazana y el ritmo suena medio chungo, como a canción de Shakira. Sería una pena, además de un desatino, que la coalición nacional entre PP y Vox empezara con un aborto y terminara con un divorcio antes de una boda anunciada a bombo y platillo.
De momento, Feijóo está haciendo todo lo posible para distanciarse de sus futuros socios de gobierno, esos mismos con los que el PP gobierna en varias comunidades y de los que a menudo no quiere saber nada excepto a la hora de poner el cazo. Ya está acostumbrado a las amistades peligrosas desde aquella foto en que lo pillaron compartiendo yate con un narco gallego y consiguió que sus votantes pensaran que lo acababa de pescar en la ría junto a dos kilos de percebes. De hecho, Feijóo salió indemne de la foto: el que salió jodido fue el narco, que no levanta cabeza desde entonces. En la concentración de este sábado en Cibeles, convocada por diversos colectivos civiles contra Pedro Sánchez, Feijóo ha renunciado a asistir para que no lo confundan con Santiago Abascal, Iván Espinosa de los Monteros y otros insignes barbudos de ultraderecha, del mismo modo que aquel revolucionario mexicano empujaba a un compadre ataviado con unos bigotazos enormes en el momento de hacerse una foto: “Apártese, no vayan a pensar que ese bigote es mío”.
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