Opinión
Los pesticidas matan
Por Theo Oberhuber y Koldo Hernández
Theo Oberhuber (coordinador de campañas de Ecologistas en Acción) y Koldo Hernández (portavoz de políticas de sustancias químicas de Ecologistas en Acción)
Si una persona pudiese conducir un coche por una carretera en los años 80 y justo después lo hiciese en 2019 por esa misma carretera notaría muchísimas diferencias, pero una de ellas, quizás la menos evidente pero una de las más importantes, sería cómo se ha reducido el número de insectos que se estrellan en el parabrisas del coche por cada kilómetro recorrido. No podemos viajar en el tiempo para hacer ese experimento, pero gracias a la ciencia podemos ver hasta qué punto ha llegado el declive de los insectos y cuáles son las causas.
Una reciente revisión de estudios científicos sobre la situación de las poblaciones de insectos estima que en los últimos 27 años las poblaciones de insectos voladores se han reducido en un 76%, lo que representa una pérdida anual del 2,8% de la biomasa de estos animales. Esta reducción podría provocar la extinción total de los insectos en un siglo, con consecuencias incalculables para el ecosistema global. La mitad de las especies de insectos están disminuyendo rápidamente y al menos un tercio se encuentran en peligro de extinción. Evidentemente la repercusión de esta pérdida para el medio ambiente es catastrófica, dado que los insectos son imprescindibles para el funcionamiento de los ecosistemas y también para la producción de los alimentos, al ser responsables de gran parte de la polinización.
Según estos estudios las razones de este declive son especialmente dos: el cambio del uso del suelo, en particular el debido a los monocultivos industriales, y el elevado empleo de plaguicidas que se dispersan por el medio ambiente y envenenan las plantas silvestres y los insectos.
En 1962 Rachel Carson, en su libro Primavera silenciosa, ya nos advertía de los efectos perjudiciales de los pesticidas en el medio ambiente, especialmente en las aves, y culpaba a la industria química de la creciente contaminación. En los 57 años que han trascurrido desde aquella famosa publicación los estudios científicos vuelven a señalar a los pesticidas como los responsables de una primavera no solo silenciosa, sino también con mucha menos polinización.
Por si la preocupante reducción de los insectos no fuese suficiente, la utilización de productos pesticidas está íntimamente relacionada con diversos problemas para la salud. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que cerca de un quinto de los 12 millones de casos de cáncer que se diagnostican cada año en el mundo se pueden atribuir a exposiciones ambientales y ocupacionales. Estos y otros datos de la OMS vienen a confirmar un hecho que se sospecha desde hace tiempo: muchas de las enfermedades no contagiosas se derivan de la exposición química ambiental en su concepto más amplio. En concreto los plaguicidas disruptores endocrinos están relacionados con daños a la salud como problemas reproductivos, cáncer de mama, próstata y tiroides, enfermedades neurológicas y enfermedades metabólicas, como obesidad y diabetes. La normativa actual, que permite una cantidad supuestamente segura de residuos de pesticidas en los alimentos, no protege frente a los pesticidas disruptores endocrinos para los que cualquier pequeña exposición supone un riesgo. El binomio inseparable que forman salud y medio ambiente revela que sin un entorno sano, limpio de tóxicos, no es posible el pleno desarrollo de los derechos humanos, tales como el derecho a la salud y el derecho a una alimentación de calidad.
Las organizaciones ecologistas llevamos años denunciando esta situación, y a nivel internacional se han logrado algunos avances, por ejemplo en Dinamarca se ha logrado ya reducir un 50% el uso de pesticidas. Pero en el Estado español, en lugar de avanzar, continuamos retrocediendo. Somos el país europeo líder en consumo de pesticidas, con un aumento anual continuado del 5% desde 2011. Solo en 2016 se vendieron más de 76.000 toneladas de pesticidas en nuestro país, lo que supone 1,65 kg de pesticidas por persona. El elevado uso de pesticidas explica, al menos en parte, la elevada presencia de estas sustancias en nuestra comida y en nuestros ríos, como revelaron dos estudios de Ecologistas en Acción. En 2015, la mitad de las frutas y hortalizas a la venta en España tenían residuos de algún plaguicida, 38 de los cuales eran sustancias con capacidad de alterar el sistema hormonal. En 2016 detectamos 46 plaguicidas en los ríos españoles, de los que 26 son disruptores endocrinos.
Esta situación es insostenible. Por ello, Ecologistas en Acción reclamamos a las formaciones políticas, con motivo tanto de las elecciones generales como de las europeas y autonómicas, que se comprometan a lograr una reducción del 50% en el uso de pesticidas para 2023 y que se apoye a la agricultura ecológica libre de agrotóxicos. De este modo se contribuirá a la imprescindible reducción de la carga tóxica ambiental y se posibilitará que nuestro país sea más saludable para todos los seres vivos. Nos jugamos mucho.
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