Columnas
¿Una nueva reforma sexual?
Por Aitzole Araneta
Sexóloga y técnica de igualdad en Pasaia. Miembro de la junta directiva de la Asociación Estatal de Profesionales de la Sexología (AEPS)
En un momento de la muy reciente y estimable película La Virgen Roja, basada en la historia de Hildegart Rodríguez, niña prodigio, feminista avant-garde y referente de la sección española de la Liga Internacional por la Reforma Sexual, su madre Aurora le explica que la realidad siempre supera a la ficción. "Toda ficción es conservadora por definición”, le dice.
Pensar y hacer política sobre los sexos y sobre sexualidad es tocar una dimensión que todo ser humano tiene. Las identidades, los deseos y los (des)encuentros nos constituyen y conforman de manera indeleble nuestras biografías, y también han resultado un instrumento últil para el control de la vida interaccional en las esferas de lo íntimo, lo privado y lo público.
En este sentido, efectivamente, la ficción se queda corta: desde hace unos años nos encontramos con posiciones extremas, en permanente riesgo de colisión en cuanto a las ideas y valores sobre “lo sexual”, y muy especialmente en cuanto a sus derivadas más políticas. Todavía a día de hoy hay cuestiones que están provocando fuertes choques entre posiciones ultraconservadoras y revolucionarias, en los partidos, en los movimientos de la sociedad civil o dentro de corrientes feministas y de diversos activismos.
No obstante, esta es una historia que se repite cambiando algunos temas como la procreación o el divorcio, fruto de mucha discusión en los albores del siglo XX. Otros permanecen tal cual o adquieren nuevos matices, como la homosexualidad y, sobre todo, la transexualidad como epítome de la identidad sexuada y sus roles. También el acceso a posibilidades y técnicas de procreación, el aborto, o la cuestión de los deseos o el rechazo/asentimiento/voluntad/consentimiento de las mujeres para con los hombres, etc, mantienen coordenadas de debate muy parecidas. Por ello, la urgencia y la necesidad de hacer esta genealogía de la Liga por la Reforma Sexual: para recordar y para evitar reincidir en debates sobre “lo sexual” que destruyan la convivencia en nuestra sociedad.
La Liga Mundial para la Reforma Sexual sobre Bases Científicas (1928-1935) fue un movimiento de pioneras y pioneros pensadores sobre la cuestión sexual y el hecho sexual humano que apostó por una aproximación científica y didáctica a estos temas. Esta es la época de la primera generación de investigadores sobre la cuestión sexual, que cristalizó en figuras como el alemán Magnus Hirschfeld, médico, sexólogo y defensor de los derechos de las personas homosexuales; Havelock Ellis, sexólogo, médico y activista social británico; Auguste Forel, entomólogo, neuroanatomista y psiquiatra suizo, o Iwan Bloch, médico dermatólogo que determinó que los problemas psicológicos que pudieran tener los homosexuales no eran intrínsecos a su orientación sexual sino fruto de la marginación social. Por tanto, una de las premisas de esta Liga Internacional por la Reforma Sexual era el tratamiento de la vida sexual desde una valoración positiva y despatologizadora que, unida a la fe en el conocimiento científico, llevaba a pensar en la posibilidad de racionalizar la sexualidad. Nos encontramos, además, con un movimiento ciudadano y cultural de revaloración de la naturaleza, de "lo natural" frente a "lo artificial" y, con él, aparecen algunos intentos generales de "reforma de la vida", que se tradujeron, por ejemplo, en lo que se conoció como movimientos nudista, vegetariano y de reforma en el vestido.
Hildegart Rodríguez (hubo más mujeres en la Liga, como Helêne Stocker, entre otras) autora de múltiples trabajos de temática sexual y sobre la emancipación de las mujeres. Hildegart tuvo un papel destacado en este movimiento, convirtiéndose en líder en divulgación sobre la materia y siendo el enlace estatal con la primera generación de sexólogos mencionados, poniendo en marcha la red organizativa así como la coordinación de la revista de la Liga y su consejo de redacción.
Esta Liga también tenía referentes estatales de sobra conocidos como Gregorio Marañón, cuya principal aportación en este campo fue su investigación acerca de la intensidad de los caracteres sexuales; lo que daría como resultado que un individuo sea fundamentalmente masculino o femenino sin que ello implique que no participe del otro sexo, existiendo una variación de estos ragos sexuados que conviven en todo ser humano. Es lo que denominó “estados intersexuales” o, de forma más común, “intersexualidades” y que nos atañen a todo el mundo, y no solo a quienes muestran genitales fuera de la norma.
La Liga por la Reforma Sexual convivió en aquellos tiempos con dos movimientos que se colocaban en polos opuestos: por una parte, el tradicionalismo, liderado por la religión y, particularmente, por la Iglesia Católica. Por otra, la revolución sexual como gran enemigo de dicho tradicionalismo, encarnado por Wilhem Reich, médico psiquiatra y psicoanalista austríaco de origen judío cuyo lema, basado en las investigaciones de Freud y de Marx en sus respectivos campos, era que la liberación de todas las ataduras y la libre y completa satisfacción genital conducirían al derrocamiento del poder y a la victoria del proletariado contra el orden burgués.
Frente a estos dos extremos se encontraba la reforma sexual como planteamiento científico y didáctico. Creo acertado traer al presente esta genealogía pues alcanza a la mayoría de las cuestiones de orden sexual que nos interpelan en nuestros días.
Hoy en día asistimos a intentos de borrar letras del colectivo por la liberación sexual. También a que posicionamientos que insisten en que podemos elegir nuestra identidad, en que todo es “cultural” y por tanto “deconstruible”, se popularicen. En el extremo opuesto, contemplamos un caldo de cultivo ultraconservador que refuerza modelos imperantes sobre cómo hay que ser buen hombre y buena mujer, planteamientos dogmáticos acerca de ciertos marcadores biológicos que plantean que esas formas correctas de ser mujeres y hombres están ya predeterminadas por naturaleza, o mensajes muy agresivos para cercenar el derecho al aborto, entre otros. Al final, volvemos a hablar del “deber ser” de la moral sexual. Pensemos en no cometer los mismos errores de hace cien años y defendamos el conocimiento y la didáctica, todo ello a favor de la convivencia de los sexos. La historia es sabia y la realidad se antoja más importante que cualquier ficción. ¿Es hora de una nueva Reforma Sexual?
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