Opinión
Es por los niños


Por Paco Tomás
Periodista y escritor
Siempre me han provocado un desprecio colosal esas personas o instituciones que utilizan a la infancia como escudos humanos para justificar sus prejuicios y su desprecio hacia todo aquello que no sea su exclusiva y segregacionista forma de entender el mundo. El Parlamento húngaro ha aprobado una enmienda a la Ley sobre el Derecho de Reunión que prohíbe la celebración del Orgullo LGTBI+. La norma, propuesta por el primer ministro Víktor Orbán, ha sido apoyada por el resto de formaciones ultra conservadoras.
De esta manera, Hungría tipifica como delito la organización de eventos en los que se represente o “promocione” la homosexualidad o la identidad de género a menores de 18 años, tal y como refleja la Ley de Propaganda húngara, heredada de la rusa. El falso propósito que tienen en común la ley húngara, rusa, ucraniana, moldava, lituana, búlgara y kirguí, es proteger a la infancia de nosotros, seres que negamos los valores de la familia tradicional y que somos una amenaza para sus hijos. Llevamos mucho tiempo alertando del peligro que suponen aquellos que utilizan la excusa de la infancia para minar los derechos y libertades de las personas LGTBIQ+. Los garantes de lo que debe o no debe ver o escuchar un niño cuando realmente lo que les preocupa es otra cosa: nuestra mera existencia.
No es la primera vez que se utiliza a la infancia para atacarnos. Las derechas manejan una especial hipocresía a la hora de discriminar seres humanos. Matar es terrorismo pero hacerle la vida imposible a otros seres humanos les parece mera ideología política. Ya lo hizo Margaret Thatcher, esa mujer admirada por Ayuso, cuando prohibió a las autoridades locales, en 1988, “promocionar” la homosexualidad. Leyes similares hay en estados norteamericanos como Texas y Arizona. En Polonia, más de cien ciudades y pueblos presumían de ser zonas libres de “ideología LGTB”. Y en Alemania, el bundesland de Baden-Wurtemberg recibió, en 2014, una propuesta de un grupo ultra cristiano para eliminar cualquier alusión al “estilo de vida gay” en las escuelas. Esa propuesta contó con el apoyo de los partidos de extrema derecha y de organizaciones ultra como Hazte Oír y Abogados Cristianos.
La lgtbifobia se va adaptando a los tiempos, empleando nuevos argumentos para sembrar el prejuicio en una sociedad que, con el esfuerzo y trabajo de todos, estaba aprendiendo a ser más abierta y plural. La protección de la infancia como excusa para filtrar toda una serie de prejuicios morales e ideológicos con el único propósito de criminalizar una orientación sexual y una forma de expresión cultural es la nueva moda ultra. Utilizar la imagen del niño para prohibir algo es dar a entender que ese algo es perjudicial para el niño. O sea, que no debería estar legitimado. Dicho de otro modo, prohibir nuestra existencia más allá de un cuarto sin ventanas ni puertas.
Todas estas personas, instituciones y gobiernos mienten cuando dicen que defienden al menor porque vulneran, precisamente, el derecho del menor a un desarrollo físico y mental adecuado. Aún no han entendido que nuestra orientación afectivo sexual y nuestra identidad de género no es algo que elijamos con la mayoría de edad, como si fuera el vestido de una fiesta. ¿Por qué que un niño, a los cinco años, se reconozca como chico parece lógico pero si dice que es una chica es un problema que hay que corregir? Tan identidad de género es lo uno como lo otro. ¿Por qué si descubres que a tu hija le gustan los chicos te parece "lo normal", pero si le gusta otra chica es un drama? Tan orientación sexual es la una como la otra. Hemos sido y seremos niños, niñas y niñes gais, lesbianas, trans, por mucho que les joda.
Esa gente no quiere proteger a sus hijos. Quiere aislarlos de la realidad para que sean más vulnerables y, por lo tanto, manipulables. Pretenden que, si son niños gais o niñas trans, crean que son monstruos, que están enfermas, que están solos en el mundo, que se consideren errores y sean así más susceptibles de convertirse en víctimas de una terapia de conversión inducida por sus propios progenitores. Creen que deben proteger a la infancia de las personas LGTBIQ+ cuando lo que habría que hacer es proteger a esos niños de sus padres y sus madres.
Hasta el uso del verbo “promocionar” es intencionado. Busca desnaturalizarnos, convertirnos en un objeto, como un producto de estereotipos nocivos que hay que anunciar para que se venda. De esa manera, nadie se escandalizará cuando, como sucede en Chechenia desde 2017, una purga de población LGTBIQ+ nos extermine en campos de concentración. Total, no son seres humanos. Son productos, modas, tendencias,… bestias.
Si de verdad quisieran proteger a la infancia no permitirían, por ejemplo, que el Israel sionista asesinase niños en Gaza y sus hijos lo vieran en los informativos. Y no solo lo permiten, sino que lo justifican. O que un niño no pueda asistir a una manifestación/celebración LGTBIQ+ pero sí pueda estar en la grada de un partido de fútbol escuchando a su padre, rodeado de otros hinchas ultra, gritando insultos racistas, sexistas y homófobos. Porque, si hablamos de promoción y adoctrinamiento, no conozco mayor fuente de eso mismo que el patriarcado y las religiones.
Llevamos semanas hablando de rearme y de seguridad, de fortalecer la industria de defensa de la Unión Europea. ¿Qué pasa cuando hay que defenderse de un Estado miembro? ¿Tenemos, las personas LGTBIQ+, alguna seguridad de que se vayan a defender y proteger nuestros derechos y libertades, nuestra integridad física y mental, en esta Unión Europea cada vez más ultra conservadora? Porque si la UE es una comunidad supranacional a la que le importan más los 800.000 millones que son necesarios para revitalizar la industria de defensa europea que los ataques directos a las personas LGTBIQ+ del continente, ¿no está violando sus obligaciones? Los países miembros de la UE tienen la obligación de prohibir la discriminación y garantizar la libertad de expresión y de reunión de sus ciudadanos. Algo que Hungría no ha hecho. Tampoco lo hizo Bulgaria. Ni Lituania.
En enero de 2023, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos constató que las leyes contra la propaganda LGTBIQ+ eran una violación de la libertad de expresión. Dijo que prohibir, de manera legislativa, que se hable de orientaciones afectivo sexuales o identidad de género en charlas pedagógicas, en canciones, libros, películas o eventos culturales y lúdicos, “no sirve para fomentar objetivos legítimos de protección de la moral, la salud o los derechos de los demás”. El Parlamento Europeo también ha condenado, en varias ocasiones, las leyes anti propaganda LGTBIQ+. ¿Ha tenido alguna consecuencia sobre esos países lgtbifóbicos? No. Entonces, ¿qué sucede cuando la UE tiene al enemigo en casa?
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