Opinión
Mucho más que dos faltas
Por Jorge Yusta
Portadista y redactor de última hora.
-Actualizado a
Misma posición en el campo. Misma entrada a destiempo. Y mismo resultado. Marcos Senna tomó el testigo de Cazorla. Y el Madrid explosionó. Y la Liga revivió.
Nadie en el Real Madrid podía pensar el viernes pasado, tras conocer la perita que le había tocado en la Champions, que dos faltas directas en un margen de cuatro días iban a provocar tal combustión.
Dos errores en defensa de los que Mourinho no consiente han puesto patas arriba la dictadura que habían instalado en el liderato de la Liga. Dos errores de los que, al final de un partido y cerca del área, pueden provocar un cambio de resultado inesperado, sin margen de reacción.
El domingo el golazo de Cazorla en el 91 supuso el primer tropiezo blanco después de diez victorias seguidas. Una caída de rodillas en una carrera inmaculada. No debía tener mucha más consecuencia. No era un empate que supusiera un cambio en el discurso del "imposible" de Guardiola. Pero un run run se instaló en Chamartín.
El Barça, centrado en volver a su mejor juego y con Messi batiendo récords y más récords, redujo el martes una distancia que parecía insalvable a seis puntos. Quedaba conocer la reacción del Real Madrid al primer atisbo de presión y ante un Villarreal acuciado y estrenando su tercer entrenador. Y la reacción fue atómica.
El estado de nerviosismo instalado en la plantilla se vivió desde los primeros minutos. Mourinho optó por un trivote extraño en el centro del campo con Xabi Alonso, Khedira y Lass. El portugués intentó dar oxigeno al tolosarra pero el plan se le torció con la primera amarilla de Diarra. Lotina, mientras, compuso un esquema compacto, esperando al Madrid y aprovechando las ocasiones originadas entre Senna, Cani y Nilmar.
A medida que pasaban los minutos el partido estaba más de cara para los intereses de los amarillos. Y Mourinho seguía tomando decisiones que solo alimentaban el sentimiento de desconcierto en los suyos. Callejón duró en el campo lo que un caramelo a la puerta de un colegio. Pero lejos de apostar por Higuaín o Kaká para ir a por la victoria, respescó a Altintop.
Pero en medio del barullo surgió otra genialidad de Özil y Cristiano para aclarar el panorama blanco. Un espejismo. Porque Altintop derribó a Bruno a escasos metros del área en el 83. Otra vez en las mismas. Marcos Senna se preparó para lanzar una falta que era la única tabla de salvación para el Villarreal. Y coló el balón a la izquierda de Casillas ante una barrera muy mal colocada. A partir de ahí, el desquicie total.
El protagonismo dejó de ser del balón. Paradas Romero lo asumió, empujado por el cortocircuito en el banquillo madridista. Los blancos, nuevamente ante una situación adversa, prefirieron poner el dedo en el colegiado. Las quejas, protestas y mofas sirvieron de excusa para que el árbitro rematara un partido nefasto. Pero para todo el mundo. Porque si el Real Madrid acabó con cinco expulsados y tres amonestados, el Villarreal vio otras cinco amarillas. Sin contar los dos agarrones de Arbeloa dentro del área.
No es de recibo que el fútbol español tenga que presenciar un recital de silbato como el de Paradas Romero. Que, para intentar que no se le escapara el partido de las manos, decretó expulsiones por recibir aplausos (como el caso de Özil) o quejas por sus decisiones desde el banquillo.
Pero tampoco lo es que una institución como el Real Madrid vuelva a ponerse la careta de víctima en cuanto le vienen mal dadas e imponga la ley del silencio como pataleta. Al único que le perjudica el paroxismo de anoche es al propio equipo. Para empezar, para el próximo partido contra la Real Sociedad pierde a Özil, Ramos, Pepe, Lass y Mourinho. Y el calendario se le puede inclinar demasiado para proteger los seis puntos que le distancian ahora del Barcelona. Reyno de Navarra, San Mamés, Vicente Calderón y Camp Nou. Un póker de estadios que visitar. Todo un mundo. Y muchos puntos que pelear. Nunca dos faltas hicieron tanto daño.
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