Opinión
La mentira como negocio
Por Toni Mejías
Periodista
¿Quieres salir en las noticias? Inventa una historia llamativa y listo. Manel, el marinero poeta que pasó 35 años en coma titulaba El Mundo. ¿No me digáis que no es llamativo? Da igual que los expertos digan que es un caso muy extraño o casi único, ¿para qué vas a contrastar la información? ¿Y si se te adelanta alguien a contar algo tan jugoso? Además, vivimos en una época en la que parece que la que tiene las patas muy cortas es la verdad. En cambio, alrededor de una mentira llevamos numerosas noticias y debates en pocos días; incluido este artículo de opinión.
En principio parece algo inofensivo. ¿A quién daña que un hombre con ganas de casito se invente que estuvo en coma? Pues principalmente a la credibilidad del periodismo, que ya no goza de su mejor salud precisamente. Además, demuestra las carencias que tiene hoy en día un sector que vive de la urgencia, la inmediatez y el clickbait. Una época gobernada por el titular y la viralidad en detrimento de la verdad. En ese sentido, la falsa historia de este hombre tiene bastante más valor que muchas otras noticias de mayor importancia y demuestran que la prensa sigue teniendo poder de convocatoria… y de tergiversación de la realidad.
Porque la historia de este hombre sale en los mismos días que un supuesto medio digital acusó a David Broncano de hacer chistes con el atropello mortal que sufrió una niña en un colegio de Madrid. Pese a ser un bulo que se desmontó rápidamente, la cadena Movistar+ llegó a pedir perdón y la extrema derecha ha emprendido una huida hacia delante en la que siguen sacando pecho e insinuando que es un humor que ataca a España. Hacen de la mentira su verdad, imponen sus propias leyes en las redes y en los medios y todavía tenemos que pedirles perdón por hacer de la falacia su bandera. ¿Cómo hemos llegado a esto? A raíz de hacer periodismo de cualquier manera.
Porque los grandes medios también tienen parte de culpa. En primer lugar, por hacer caso a una banda de energúmenos fascistoides que sólo buscan hacer ruido para ganar adeptos entre el caos. Pero también porque han rebajado su calidad periodística para combatir con otros pseudomedios que hacen dinero del miedo y del odio de los demás. El ejemplo más cercano es el del “gran apagón” del que se lleva hablando durante semanas y semanas y que han convertido en tertulia en las colas del súper o en la barra del bar.
Han sembrado el pánico sobre un hecho que los expertos dudan bastante que ocurra. Y no lo hace el librespensadoresdigital.es de turno, sino que desde los medios más consumidos de este país se lleva dando la matraca desde hace semanas. No como un hecho irremediable, pero sí posible. Sí lo venden como un debate válido, lo cual ha disparado la venta de hornillos, velas y linternas.
Porque hoy es un hombre que despierta de un coma tras 35 años como hace poco fue un virus inventado en un laboratorio chino y tiempo atrás ZP con ETA poniendo bombas en Atocha. Si toda la información que sale de los medios no es contrastada, busca el pánico y la difusión rápida y le quita la poca seriedad que le queda al periodismo, ¿de qué vale el llamado cuarto poder? Cuando todo se banaliza, cuando todo medio pierde su poder de generar confianza y credibilidad y se baja a pelear en el barro, tal vez ganen los grandes dirigentes en visitas, es decir, en dinero, pero perdemos todos los demás. Porque iguala todo periodismo, iguala el bulo a la noticia.
La información es una mercancía más y las ganancias no distinguen entre verdades y mentiras. Y de este coma en el que está inmerso el periodismo no parece que se vaya a despertar pronto. Como escribió el periodista Ryszard Kapuściński , "cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante".
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