Opinión
Lukashenko y replicantes
Por Pepe Viyuela
Actor
Asistimos estos días a la vergonzosa hazaña del presidente bielorruso de utilizar seres humanos como arietes para presionar, dividir y debilitar a la Unión Europea.
A través de medios absolutamente repugnantes, Lukashenko se atribuye el derecho de poner en riesgo la vida y la integridad física de miles de inocentes con el fin arremeter contra los principios democráticos y de libertad sobre los que dicha Unión quiere construirse.
Sembrar discordia, generar odio y hacer de ello un objetivo político muestra la talla humana de Lukashenko y de quien, presumimos, parece ser su jefe en la sombra: el omnipotente y oscuro Vladimir, francotirador permanente de la concordia internacional, que maneja a su títere desde la sombra de los escombros del viejo telón de acero, haciéndole hablar por él, magnifico ventrílocuo, para luego esconder la mano y cantar el pío-pío.
Si este fin de debilitar a Europa, comparable a las oscuras estrategias desarrolladas contra el enemigo durante los largos y oscuros años de la guerra fría, y el hecho de utilizar seres humanos como moneda de cambio y jugar a la ruleta rusa con sus vidas, convierten a Lukashenko en el peor tirano del continente, no debemos perder de vista a sus replicantes, a esos brotes negros de la xenofobia cada vez más envalentonados y bravucones.
Podemos calificar de monstruo sin ningún tipo de rubor a Lukashenko, sí; tratarlo de inhumano y condenar sin paliativos su despreciable comportamiento, por supuesto. (Abro este paréntesis para recordar que recientemente asistimos a un hecho similar promovido por el gobierno de Marruecos y su rey, el sexto Mohamed, con la apertura del grifo de frontera que permitió la llegada a Ceuta de miles de seres humanos que buscaban una vida mejor y más libre)
Y es que la vulneración de los derechos humanos salta demasiado a menudo nuestra vista y nos ofende y escandaliza en casos tan flagrantes como como los de Lukashenko y Mohamed; pero estas cumbres de la perversión solo se alcanzan después de un largo caminar con impunidad por el sendero del desprecio al respeto de los derechos humanos. Y son muchos en todo el mundo los que transitan por ese sendero, sin que les prestemos la debida atención.
Conviene prevenir, incluso ponerse la venda antes de la herida, porque la herida puede llegar en cualquier momento, y atajar con ello cualquier atisbo de xenofobia y de racismo en nuestro entorno más cercano. Debemos evitar que los aprendices de brujo de la ultraderecha acaben por hacerse con la varita mágica que proporciona gobernar.
Hace tiempo ya que en nuestro país, seguramente animados por el viento xenófobo que sopla sin complejos en cada vez más lugares del planeta, se están escuchando discursos que alientan el desprecio y el odio hacia los inmigrantes, hacia aquellos que huyendo muchas veces de una persecución que pone en peligro sus vidas o de unas condiciones de vida que ninguno de nosotros quisiéramos tener, buscan refugio entre nosotros.
Contra ellos se emplean argumentos y amenazas, se usa el insulto y se enarbola lo que camuflado de patriotismo, es simplemente odio al extranjero. Pero, si eso es ahora, qué no harán si gobiernan.
En la forma de actuar y de decir de algunos compatriotas nuestros se esconden lukashenkos en potencia que si alcanzaran el poder no dudarían en emular a esos tiranos que consideran que hay humanos de primera, de segunda y hasta de tercera o cuarta fila.
Escandalicémonos y combatamos con todas nuestras fuerzas las acciones de los tiranos que ahora ocupan el lugar más destacado en el podio, llevando a cabo barbaridades como la perpetrada en la frontera entre Bielorrusia y Polonia, pero prevengámonos también contra aquellos que en el futuro podemos predecir que serán capaces de llevar a cabo acciones semejantes.
La ultraderecha en España apunta ya muchas maneras xenófobas, que no dudará en poner en práctica si llega a gobernar. Su constante referencia a la peligrosidad de los menores no acompañados; ese afán por convertirlos en responsables de la inseguridad ciudadana; su deseo de expulsar sin miramientos a todo mantero que se ponga a tiro, ya sea en frio o en caliente, y de arrojar al otro lado de la frontera a todo aquel que no les gusta por el hecho de practicar otra religión o tener diferente color de piel, es un claro aviso de las prácticas políticas que serían capaces de llevar a cabo si se sentaran en un consejo de ministros.
No es un tema del que podamos decir que no nos incumbe o que nos permite mirar hacia otro lado, no hay otro lado, miremos hacia donde miremos los refugiados, estarán ahí hasta que se haga algo para evitar que tanta gente tenga que huir para sobrevivir.
Según Naciones Unidas la población refugiada superaría los 70 millones de personas. Cantidad que sigue creciendo año tras año. Una auténtica nación flotante compuesta por personas que escapan del hambre, la persecución política, los desastres naturales o el cambio climático. En lugar de construir muros, alambradas o invertir en concertinas, es necesario implementar políticas que prevengan la salida masiva de estas personas de sus lugares de origen.
Escapar para sobrevivir no solo no es un delito, sino que es la práctica habitual de la especie humana a lo largo de la historia. La del ser humano es la historia de las migraciones, pretender detenerlas a golpe de fusil y de alambrada es una atrocidad inútil y dolorosa que nos arrastra a la barbarie.
El viento de la historia cambia con frecuencia de dirección y el que ha llevado a Lukashenko al gobierno de su país podría soplar a favor de la llegada al nuestro de replicantes que adoran su discurso populista y agresivo. Uno presiente que hay lukashenkos en España hasta debajo de las piedras, bebiendo del manantial del dictador que dejó atado y bien atado un discurso que ellos abrazan con fervor. Y ya no se esconden ni dudan en reconocer que el gran inspirador de su ideario es un señor bajito y con bigote del Ferrol.
Que el destino y los votos nos libren de caer en manos de estos lukashenkos que de mayores quieren ser los tiranos más patriotas de la fiesta.
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