Opinión
Gabriel Rufián recita a Rubén Darío
Por Sato Díaz
Coordinador de Política.
-Actualizado a
“El otoño se acerca con poco ruido”, escribía Ángel González. Y tenía razón en todo, menos en lo del ruido. El curso político ha comenzado y el que escribe ha necesitado dos semanas para sintonizar el audímetro y acostumbrarse al griterío antes de regresar a la tabarra semanal. El otoño, ese juguete de los poetas para referirse a la madurez, al paso previo a la vejez y la muerte invernal.
El otoño es cosa de adultos y la primavera de adolescentes. Así era en todos los sitios menos en Catalunya, donde parece que también lo es este año. Y es que era llegar septiembre y, todavía en verano, con la Diada, volvía a empezar el mambo. Tardor calenta (otoño caliente) pregonaba el independentismo, y las calles permanecían en un fragor juvenil, primaveral.
En la retina quedan las imágenes de aquel otoño de 2017. El 1-O, una de las mayores y más originales movilizaciones civiles que se estudiarán en todo el mundo; la semana previa de resistencia a los envistes de un Estado en busca de urnas; la respuesta ciudadana a la violencia policial del 3-O, con una huelga general de espectacular seguimiento; las primeras manifestaciones reclamando la libertad de los presos políticos tras la declaración de independencia desde el Palau de la Generalitat…
Dos años más tarde, a mediados de octubre del 2019, se conocía la sentencia del Procés que condenaba a los dirigentes independentistas a 100 años de prisión. Y las calles volvieron a la primavera. Como si un verso del cantautor alcoyano, Ovidi Montllor, se tratara: “Les ciutats seran rius plens de gent (las ciudades serán ríos llenos de gente)”. Tardor calenta. Columnas de miles de personas recorrieron Catalunya y confluyeron en Barcelona, el Tsunami Democràtic reunió a miles de personas en el aeropuerto bloqueando el tráfico aéreo…
Una nuevo estilismo de protesta triunfó en las televisiones de Madrid que echaron horas retransmitiendo primeros planos de algún contenedor ardiendo en los aledaños de Via Laietana. Una nueva forma de protesta que reunía, sobre todo, a jóvenes. Fuego e independentismo, la panacea. Unas maneras de manifestarse que se repetirían más de un año después cuando el rapero Pablo Hásel entrara en prisión por sus tuits o letras. Unos jóvenes que han sido constantemente vilipendiados durante la pandemia por sus generaciones predecesoras. Y que tendrán que seguir protestando.
Esta semana se reunían en Barcelona las delegaciones que conforman la mesa de diálogo y negociación entre los gobiernos español y catalán. El otoño ya no es primavera. Y la mesa (de diálogo) camilla con brasero sustituye a las noches de carreras por el Eixample. “¡Juventud divino tesoro!”, Gabriel Rufián recita a Rubén Darío: “De nuestra carne ligera imaginar siempre un Edén, sin pensar que la primavera y la carne acaban también...”.
El implacable paso del tiempo solo se entiende cuando los conflictos evolucionan. Al terminar un primer acto, viene el segundo, pues si vuelve a comenzar el primero, el público se va y la gente se marea. Salvo en Esperando a Godot, claro. El conflicto catalán ha madurado. Ya las dos partes reconocen que existe un conflicto político. Esta semana se avanzaba en la política para resolverlo. Sit and talk (sentarse y hablar), reclamaba Tsumani Democràtic en 2019.
El viernes, ERC rechazaba la ley de memoria del Gobierno y presentaba en el Congreso un texto alternativo. El jueves, los partidos soberanistas que firmaron en 2019 la Declaración de la Llotja de Mar en Barcelona reclamando derecho a la autodeterminación, ERC, EH Bildu, BNG, Junts, CUP, Més per Mallorca y Més per Menorca, se coordinaban organizando una protesta contra las eléctricas ante los abusivos precios de la luz y la amenaza de parar las centrales nucleares. El soberanismo reclamando soberanía, soberanía energética. Un lustro más tarde resuenas con fuerza el discurso de Xavi Domènech de múltiples soberanías o soberanías compartidas. Las confrontaciones entre ERC y el PSOE ya no van por la cuestión territorial, donde tienen por delante un camino compartido, ahora discrepan en memoria democrática.
“Se diría que aquí no pasa nada, pero un silencio súbito ilumina el prodigio: ha pasado un ángel que se llamaba luz, o fuego, o vida. Y lo perdimos para siempre”. Así finaliza el poema de Ángel González El otoño se acerca. Qué mayores se están haciendo los políticos. Qué aburrido el otoño.
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