Opinión
Por favor, dejad de decir que os preocupa la salud mental
Por Paco Tomás
Periodista y escritor
Confieso que he tenido que reprimir un arrebato machirulo, como de hooligan, para no titular esta columna “¿Salud mental? Mis cojones”. Me explico. Se nos llena la boca, de un tiempo a esta parte, con estas dos palabras que parecen un salvoconducto, una contraseña para acceder al spa de las personas concienciadas: salud mental. Dos palabras que, hace tres años, en nuestro modelo de sociedad, convivían independientemente, no compartían concepto más allá de la consulta de un facultativo especializado. Desde marzo de 2021, cuando un diputado del PP le gritó al portavoz de Más País, Iñigo Errejón, eso de “vete al médico” cuando habló de la necesidad de dotar a la sanidad pública de una atención psicológica más ambiciosa, no hay entrevista a famoso, no hay hilo en red social, no hay empresa guay, no hay mesa redonda, no hay tertulia televisada o improvisada en la que no aparezcan esas dos palabras, de la manita.
Estoy absolutamente convencido de que no se está haciendo nada por la salud mental. Hablamos de salud mental, que es distinto. Hablamos mucho, todo el rato, pero no hacemos nada. Se ha creado este falso oasis al que llamamos “visibilización de la salud mental” como coartada. Hablamos de algo de lo que antes no se hablaba, visibilizamos el problema y señalamos el estigma. Y con eso, asunto resuelto. Qué afortunado soy que ya no tengo que llorar a escondidas en mi casa. Ahora puedo contar que lloro en Instagram y la gente me da ánimos. Tengo la impresión de que nadie va a abordar este tema en profundidad y en consecuencia porque no interesa. Porque si verdaderamente nos preocupase la salud mental tendríamos que desmontar este sistema de producción, de convivencia, esta manera tóxica e individualista con la que el neoliberalismo -el hijo psychokiller del capitalismo- nos obliga a relacionarnos. Y eso no compensa. Demasiado esfuerzo para un objetivo tan abstracto.
Dejé el Escitalopram 10 mg hace un año. Quería comprobar si era capaz de soportar este ritmo sin atiborrarme de fármacos. Hay días que siento que me equivoqué dejándolo. En mi botiquín hay un historial médico de Diazepan 5 mg, Bromazepam 3 mg, Alprazolam 0,50 mg y Lorazepam 1 mg para cuando el miedo ya no me deja dormir. Cuando leí que España era líder mundial en consumo de benzodiacepinas, no me extrañó. Porque si el sistema es una mierda, España es experta en hacer figuritas decorativas con esos desechos.
La salud mental está patologizada porque es más rentable. Porque beneficia a las industrias farmacéuticas y, además, nos permite seguir siendo productivos. Un diazepam y a seguir trabajando. El diagnóstico exime a la sociedad del problema y te lo encasqueta exclusivamente a ti. La ansiedad, la depresión, la tristeza, es tu problema. Y como esto va de rentabilidad, el sistema te dice que busques ayuda. Que hables de ello, que te pagues una terapia a setenta y cinco euros la sesión, que te compres un despreciable libro de autoayuda, que sigas al tiktoker o al instagramer que se está forrando con sus consejos de Mr Wonderful… Pero al sistema no se le toca. El problema ya no es estructural, es tuyo.
¿Cómo hay que explicar que no estamos mal por gusto? ¿Qué nos sentimos tristes, estresados, con unos índices de ansiedad peligrosos porque no podemos pagar el alquiler, porque con el sueldo precario que cobro no puedo llegar a fin de mes, porque mi jefe me explota, porque mis condiciones laborales son lamentables, porque no puedo cubrir la cuota de autónomo, porque la hostilidad se ha convertido en un valor de mercado, porque no hay futuro?
Aunque en España hay seis psicólogos por cada cien mil habitantes -la media europea es de dieciocho-, tampoco es un problema que se solucione con más psicólogos. Es un problema estructural. Que la salud mental impacta con más crudeza en las rentas más bajas es un dato incuestionable. Porque, como decía mi abuela, “las penas con pan son menos penas”. El detonante que nos provoca la ansiedad, o que nos puede conducir hacia la depresión, es muy diferente según la clase social a la que se pertenece. Incluso la manera de abordar el problema es diferente. Pero cuando se cobra mil euros al mes, se vive en un piso compartido porque no hay otra opción y se han privatizado tus derechos y servicios más universales, uno aprende que si para, pierde. Por eso cuando lo hacemos, suele ser tarde.
¿Sabíais que hay un Comisionado de Salud Mental? Me pregunto si será un espacio más en el que hablar para luego no hacer. Como las cumbres sobre el cambio climático o el Foro de Davos. Espacios en los que se habla de lo urgente que es cambiar el sistema de producción, de explotación, de consumo, de productividad, para beneficiar al ser humano y al planeta pero que, después, no pasa nada. No hay una verdadera intervención social.
Así que, mientras no hagáis nada por una cuota de autónomos más justa, mientras no atéis en corto a los empresarios explotadores, mientras no prioricéis a la persona frente al capital, no digáis que os preocupa la salud mental. Si no vais a mover un dedo para cambiar las dinámicas que nos machacan, los valores y actitudes que el sistema premia, no me habléis de salud mental. Si vais a seguir usando las redes sociales para machacar y ridiculizar a una persona, si vais a humillar a alguien en vuestro divertido podcast, no me vengas con que si salud mental. Si me vas a soltar que el mundo no puede dejar de ser un lugar hostil porque yo sea hipersensible, vete al carajo.
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