Opinión
¿Dónde está el patriotismo? ¡A ver, que yo lo vea!
Por Álvaro Hervás
Álvaro Hervás (@AlvaroSoze)
Hay mucho más amor por el país en las personas que son críticas con él, que tratan de construir una sociedad más justa que ofrezca oportunidades de vida a todas las personas que viven en él
Desde el pasado domingo, en pleno confinamiento por Covid-19, ataviados con la bandera de España y cacerola en mano, decenas de personas, ignorando las medidas del estado de alarma, salen a protestar en el barrio de Salamanca de Madrid. Reclamando libertad, el objetivo de las protestas es lograr la dimisión de la cúpula del gobierno presidido por Pedro Sánchez ante su gestión de la pandemia.
Si se atendiera al hecho de manera simplista, podría resultar sorprendente que personas que habitan en el barrio con la renta más alta de Madrid hayan podido sentir el contexto del confinamiento como una situación perjudicial especialmente para ellas. Sin embargo, este grupo de personas ha adoptado criterios comunes sobre lo que ocurre y ha decidido actuar políticamente. Más allá del quebrantamiento de las medidas de protección, hay varios aspectos simbólicos clave en esta acción colectiva que son importantes tener en cuenta.
Este grupo de personas ha elaborado un esquema diagnóstico que define la situación que consideran injusta; este diagnóstico ha establecido quiénes son los creadores de la injusticia y quiénes los afectados, y a su vez, proponen una solución para que esta situación deje de ser perjudicial para ellos. La injusticia vendría propiciada por las repercusiones económicas de la pandemia, los creadores de la injusticia serían las personalidades del gobierno con las medidas que han establecido para combatir la pandemia, las personas afectadas serían los empresarios y la solución, acabar con estas medidas. Es decir, existe en este grupo un interés en legitimar la posición de terminar con el confinamiento para poder retornar la actividad económica tal y como era antes de la pandemia, pese a las evidencias que indican que no es lo más aconsejable dada la situación actual y las repercusiones que podría tener. En este punto, es evidente que la resistencia o rechazo hacia las medidas es concebible debido a que este grupo tiene aliados políticos institucionales que abogan por este mismo discurso.
Asimismo, el grupo establece una serie de fronteras simbólicas que sirven para crear una cosmovisión propia para establecer quiénes pueden adscribirse al grupo y quiénes no.
Una de ellas, sería una ideología política determinada que utiliza esta acción colectiva como un arma arrojadiza para atacar al partido en el poder. Esta ideología se sustenta en base a uno de los grandes “triunfos” del capitalismo, el convencimiento de que la vida y la salud deben estar subordinadas a la economía. Son múltiples las muestras de ello, como ejemplo reciente el rechazo de un sector de la sociedad al IVM (ingreso mínimo vital), que trata de ayudar a que las personas en situación de vulnerabilidad que tienen ingresos inferiores a 200 euros, puedan subsistir.
La segunda, sería la evocación de un potente vínculo simbólico establecido en el imaginario colectivo entre la utilización de la bandera y el patriotismo. Es una asociación por oposición, quien saca la bandera a pasear es patriota, quien no lo hace no lo es.
¿Pero realmente es así? Emulando al caballero que hablaba sobre la contaminación en Madrid, ¿dónde está el patriotismo? ¡A ver, que yo lo vea!
Porque el leitmotiv de las protestas en el barrio de Salamanca tiene de todo menos amor por el país. ¿Cómo puede ser que te sea indiferente la salud de las personas que viven en tu barrio, en tu ciudad, en tu nación? El amor es un sentimiento abstracto que se expresa de múltiples formas, pero, ¿cómo el amor por tu nación te lleva a pedir cosas que van a suponer pérdida de vidas y el colapso del sistema sanitario? Desde mi perspectiva hay dos opciones: la primera, que sea un amor sumamente tóxico; la segunda, que el amor sea verídico pero no el objeto sobre lo que profesan (la patria) y que aquello que les inspira amor sea otra cosa, la economía. Su economía.
No olvidemos que las personas que participan en estas protestas son económicamente privilegiadas. Es posible que su capacidad económica se haya resentido sensiblemente, pero por su situación de privilegio es evidente que hay muchas más personas en situación vulnerable que están sintiendo las consecuencias del confinamiento de forma mucho más brutal y cruda.
Por tanto, queda defenestrada la idea de que les mueve el amor por su país. Sin embargo, estas personas se consideran el adalid del patriotismo y creen tener el derecho de poder estipular lo que es amor por la patria y lo que no, siempre bajo el pueril argumento de “si no te gusta, vete”.
Basar el patriotismo en la incondicionalidad es una extrapolación de uno de los mitos patriarcales del amor romántico, que perdona y aguanta todo. No obstante, hay mucho más amor por el país en las personas que son críticas con él, que tratan de construir una sociedad más justa, porque saben las posibilidades que tiene y quieren que ofrezca oportunidades de vida a todas las personas que viven en él. Personas que quieren acabar con las situaciones de exclusión y precariedad para que nadie quede fuera. Que quieren estar orgullosas del lugar en el que viven, no porque sea la nación que pone en su partida de nacimiento sino porque las decisiones que toma el país como conjunto les hacen sentir orgullo.
A día de hoy, y aunque les duela a las personas que utilizan la bandera como capa, una de las mayores muestras de amor por la patria la podemos encontrar en personas migrantes que no nacieron aquí pero que han sumado para tratar de solventar la situación. Desde las mujeres del sector cuidados a los manteros cosiendo batas y mascarillas, pasando por las aportaciones a los bancos de alimentos en barrios obreros como Aluche, entre otras muchas. Personas que con mucho menos han demostrado mucho más amor por el país.
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