Opinión
Diez tesis sobre la izquierda española tras las elecciones europeas
Profesor de Ciencia Política en la UCM
El resultado de las elecciones europeas en España tiene tres titulares para la izquierda:
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La derecha está a punto de alcanzar el 50% de los votos pese a estar dividida.
El malabarista Pedro Sánchez puede tocar el violín con la mano derecha y agarrarlo con la mano izquierda, de manera que se come el espacio a su izquierda aunque esa música chirría en la fábrica de Acerinox tras cuatro meses en huelga.
Sumar está herida de muerte al sacar un resultado ridículo, 4,7%, y al quedarse fuera del Parlamento Europeo Izquierda Unida, que era la fuerza más grande dentro de Sumar después de la salida de Podemos; y Podemos ha sacado un mal resultado, el 3,2%, pero suficiente para volver a intentar levantarse -caer, levantarse, caer, levantarse, dijeron Mandela y Pepe Mujica- siempre que haya aprendido de los errores propios anteriores y sacado conclusiones de todo lo que están dispuestos a hacer contra la fuerza morada las cloacas del régimen del 78.
La derecha está a punto de alcanzar el 50% de los votos pese a estar dividida.
El malabarista Pedro Sánchez puede tocar el violín con la mano derecha y agarrarlo con la mano izquierda, de manera que se come el espacio a su izquierda aunque esa música chirría en la fábrica de Acerinox tras cuatro meses en huelga.
Sumar está herida de muerte al sacar un resultado ridículo, 4,7%, y al quedarse fuera del Parlamento Europeo Izquierda Unida, que era la fuerza más grande dentro de Sumar después de la salida de Podemos; y Podemos ha sacado un mal resultado, el 3,2%, pero suficiente para volver a intentar levantarse -caer, levantarse, caer, levantarse, dijeron Mandela y Pepe Mujica- siempre que haya aprendido de los errores propios anteriores y sacado conclusiones de todo lo que están dispuestos a hacer contra la fuerza morada las cloacas del régimen del 78.
No conozco a nadie que defienda la unidad de Sumar con Podemos. Y digo nadie, aunque la ira que hay entre las filas de la izquierda es tan alta que cualquiera que diga la palabra unidad, aunque se refiera a la unidad popular y a la necesidad de volver a juntar los seis millones de votos que en algún momento se tuvieron, se convierte en un enemigo al que le disparan, por lo general, gente anónima que no sé si tendrá detrás a gente que tiene o ha tenido responsabilidades en la dirección morada. La propia dirección debiera intentar frenar esos ataques internos. ¿Y por qué? Pues porque la imagen que se da es que quien no comparta la línea editorial está fuera. Y así es imposible salir del 3,2%, que implica la nada en las elecciones municipales, autonómicas y estatales.
Sumar es un cadáver al que no defienden ni los que la integran, salvo una parte de Izquierda Unida, que no sabe cómo salir del atolladero en el que se metió cuando rompió con Podemos, salvo Yolanda Díaz, que es una caricatura de lo que ha sido (me duele que a alguien que ha representado el espacio a la izquierda del PSOE se la compare por sus explicaciones sobre por qué no deja la vicepresidencia con políticas de la derecha de infausto recuerdo), e Íñigo Errejón, que es lo más viejo que se oferta dentro de la nueva política y que, como su amigo Baldoví, aman o dejan caer en virtud de lo que les beneficie a ellos personalmente.
Hay gente que no termina de entender bien las cosas, que anda buscando un líder o lideresa que una desde arriba todos los fragmentos. Como si no quedara ya demostrado que las cosas no se hacen así y que el fracaso de Yolanda Díaz obliga a hacer las cosas de otra manera.
La izquierda en España, o viene de un movimiento social o no existe. Así fue con el PCE y con el PSOE (aunque los socialistas se beneficiaron con trampas) y el movimiento antifranquista; así fue con Izquierda Unida y el movimiento anti OTAN; y así ha sido con Podemos y el 15M. Por eso le corresponde a PODEMOS, por venir del 15M, volver a ser la nave nodriza del espacio a la izquierda del PSOE. Porque Sumar no tiene a nadie detrás. Es mera carcasa cada vez más patética. Y mientras que en las internas de IU votaron 7000 personas, en las de Podemos participaron entre 35.000 y 50.000. IU tiene concejales por España, es verdad; y Podemos tiene la fuerza simbólica de la izquierda que cambió este país. Estas elecciones han demostrado que Podemos es en solitario el 50% del espacio de esa izquierda. Por eso, si Podemos fracasa en la unidad popular, vamos a tener una izquierda fragmentada en veinte pedazos donde los líderes van a preferir ser cabecita de ratón a cola de león. Todos los que tengan garantizados los garbanzos en su territorio, aunque condenados a no ganar nunca, a ser segunda o tercera fuerza, van a preferir, por culpa de esa propensión de la izquierda a burocratizarse, a quedarse como están antes de atreverse a parar los pies a la derecha, la extrema derecha, la guerra y el odio juntándose con otras y otros con los que comparten ese destino.
Es descorazonador ver cómo la unidad popular está tan golpeada por culpa de lo mal que gestionó Yolanda Díaz el mandato de reorganizar el espacio a la izquierda del PSOE (¿cómo puede seguir siendo vicepresidenta si ese nombramiento venía directamente vinculado a reorganizar ese espacio?) y también, con su proporción de culpa, por la soberbia que tuvo Podemos cuando le iban bien las cosas. Hay gente en Podemos que dice que está hasta las narices de la autocrítica. Eso se pasará cuando haga su asamblea. Es evidente que esa soberbia y esa sospecha permanente de cualquier disidencia en Podemos bebe de su persecución. Que me lo digan a mi que he tenido 15 juicios y querellas. Pero si nos envenenan, han ganado.
Los liderazgos verticales necrosan a la izquierda, y eso ha pasado en las nuevas fuerzas políticas, en Podemos, en Sumar, en Más País y en cada fuerza que termina convirtiéndose en su peor enemiga. O Podemos se convierte en un partido-movimiento, o volverá a repetir sus errores.
No hay que confundir las redes con la realidad. Las redes son espacios de narcisismo y ego donde solo hay hueco para la identidad y no para la discusión política. Por eso ese acuchillamiento, incluidos los propios, que vemos en las redes convertidas con frecuencia en vertederos.
La principal tarea de Podemos es ir a los territorios; tiene que convocar a los que se alejaron; TIENE QUE CONVOCAR A LOS QUE SE ALEJARON. No a los que se fueron buscando un sol que calentara más, sino a los que se alejaron porque tuvieron sus razones. Tiene que revisar esa política de expulsiones en los territorios que, aunque en muchos casos estuvieran cargadas de razones, rompen el espacio. (Paréntesis: la izquierda necesita expertos en conciliación para evitar esas situaciones. Algunos movimientos sociales los tienen y les ha ido muy bien). Podemos tiene que comunicar más allá del sectarismo de un reducido núcleo de personas que pide cuentas y mide el grado de desviación de los que no coinciden con ellos; tiene que decirle al país que al tiempo que se reconstruye y se levanta, tiende la mano al diálogo a los que comparten las políticas de búsqueda de la paz en Ucrania, de exigencia a Israel para frenar el genocidio palestino y para que pague por ello; que comparta políticas sociales para los más golpeados, para los pensionistas, para la gente que no llega a fin de mes, para frenar la especulación en los alquileres; que se tomen en serie y de manera radical el cambio climático, que defienda con coherencia una España federal solidaria (y que no confunda el federalismo con el independentismo); y para que los ricos se hagan cargo en todas partes de sus responsabilidades.
De las europeas han salido enormes riesgos y, por tanto, enormes desafíos. No soy un optimista pero pongamos, si hacemos los deberes, que podríamos reconocernos como pesimistas esperanzados.
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