Opinión
El condón es de todas


Periodista y escritora
No podemos desobedecer los dictados del patriarcado, so pena de castigo. Que se lo cuenten a las madres protectoras, a las mujeres que denuncian a su agresor en los juzgados o en las redes, a las personas que logran levantar cabeza pese a sus disidencias, cualquier disidencia. Pero no todos los dictados del patriarcado —y entre ellos el silencio es el mayor— pueden convertirse en ley. Al menos, no todos, aquí y ahora. O sea, no sucede como en Afganistán, que prohibieron primero que se oyera la voz de las mujeres en público; y después, prohibieron por ley que las mujeres hablen entre ellas. Aquí no se puede (aún) hacer eso. Pero el silencio tiene muchos canales. Así que se crean normas no escritas, no dichas, normas aceptadas, en principio, por todas las partes, normas antiguas, ancestrales, o sea costumbres, o sea cultura, en el sentido más amplio del término.
El silencio es el orden y la orden. El silencio de las mujeres, de las personas trans, de las soberanas de sus cuerpos y sus voces, el silencio de las sometidas es ley no escrita.
Y ahí es donde entra la obediencia. Se da por hecho nuestra obediencia. Y si no, se castiga. Viene de lejos esta costumbre de infantilizarnos. Lo que hacemos —hablar entre nosotras, hacer correr sus nombres, crear foros secretos de encuentro— no es delito, no podría ser delito, ¿o sí? Nuestros comportamientos no (sólo) se rigen por leyes en el sentido judicial, sino por normas sociales y culturales. El castigo no (solo) procede de los tribunales de justicia. Hay castigo social, castigo económico, te pueden arruinar la vida en todos los sentidos que se te ocurra imaginar, y la imaginación da para mucho.
Ah, pero para castigar a alguien tienes que saber quién es, tener a esa alguien identificada. Sirve de ejemplo aquel anuncio publicitario de los condones en el colegio. El director había encontrado un condón en el centro educativo. Entra en el gimnasio, sientan al alumnado en el suelo y pregunta a toda la clase de quién es el preservativo, que se levante el "culpable". Al cabo de unos minutos, uno de los alumnos se pone de pie: "Es mío". Inmediatamente, otra y otro, y toda la clase va levantándose con él, cada uno, cada una diciendo "Es mío". Si el condón es de todos, no significa que el condón no sea de nadie. Es justo lo contrario.
El #MeToo y el #Cuéntalo no tuvieron apenas frutos, frutos reales entre los hombres, modificación macho social. Sí en el caso de las mujeres, pero desde luego, no en el grueso de la sociedad que incluye a los varones y lo que con el pódcast Por qué Shonda aprendimos a llamar "las amigas de los muchachos". En el caso de los movimientos citados, las mujeres que denunciaban o narraban la violencia lo hacían poniendo el cuerpo, la identidad, eran localizables, castigables por lo tanto. Todo estaba controlado. Ahora no. Ahora no pueden castigar a ninguna porque no saben quiénes hablan. No saben quiénes desobedecen. Ahora falta que aprendamos, como en el anuncio, a responder todas a una cuando preguntan de quién es el condón.
A eso nos referíamos con el cambio de bando del miedo. O así lo entiendo yo.
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