Opinión
¿Qué hacemos con los chicos?


Por Oti Corona
Maestra y escritora
Cuando tuve a mi segunda hija me llevé una sorpresa y un chasco. La sorpresa fue descubrir la madresfera, esos espacios de la red donde las madres compartimos inquietudes, alegrías, dudas, emociones, la receta del moco de elefante y unas cuantas fanegas de "amigadatecuentas". El chasco, observar que no existía una "padresfera". ¿Cómo resolvían los hombres los conflictos que genera la paternidad? ¿Con quién hablaban? ¿Nunca tenían dudas? Cualquier malpensada diría que pasaban de todo y que delegaban en sus parejas la carga mental y emocional de la nueva situación. He dicho cualquier malpensada, ojo. No estoy insinuando que yo albergue esas terribles sospechas. O bueno, un poco sí.
Este 8 de marzo alguien tuvo a bien explicarme que el gran problema del machismo es que la educación quedó en manos de las madres y que ellas transmitieron los valores machistas que todos conocemos. Lástima que los padres, que por supuesto eran muy feministas, estuvieran tan ocupados. Seguro que si se hubiesen hecho cargo de la crianza de los hijos, la sociedad hoy sería la "República Feminazi" que todas ansiamos. Por desgracia, la que se dedicó a tales menesteres, trabajase o no fuera de casa, fue la inútil de la esposa, que hacía encajes de bolillos para atender a la prole, y así nos hemos quedado.
En Adolescencia, la serie de moda que o la quieres o la odias, unos padres devastados por el feminicidio que ha cometido Jamie, su hijo adolescente, se preguntan qué hicieron mal con él, si le educaron igual que a su hermana. Que niñas y niños no se educan igual lo sabemos todos, no es necesario volver a los distintos referentes que se les ofrecen a través de dibujos animados, películas, juguetes, videojuegos, prendas de ropa y también en nuestras propias dinámicas familiares y sociales. Tampoco lo es recordar que suele ser la mamá la de la reducción de jornada y la del permiso para ir al pediatra, y que ese es el rol que se transmite a hijas e hijos. La serie tiene sus más y sus menos y peca en algún punto de exagerar hasta la caricatura; sin embargo, da en la diana en los temas estrella cuando hablamos de educar a los chicos. ¿Por qué Jamie hizo lo que hizo? ¿Fue culpa de sus padres o de la machosfera? ¿Del feminismo o de las malas influencias? Y entonces empieza el debate.
Será que el feminismo no llega a los chicos, dicen, y menudo disparate. Sí que les llega y la mayoría saben y aceptan que sus compañeras son sus iguales. Otra cosa es que a algunos el mensaje no les guste, y que encima esté la ultraderecha invirtiendo porrones de dinero en promocionar a fascistas reconvertidos en tiktokers que cuentan a esos chavales lo que quieren oír.
Pues a ver qué hacemos, comentan, y nos miran de reojo a nosotras, a las feministas. Y nosotras, que estamos hartas de explicar la realidad con hechos y datos, sabemos que el mensaje no se puede suavizar. Eso de “la igualdad también favorece a los hombres” es verdad solo en parte. El feminismo se resume, a grandes rasgos, en dividir todo en partes iguales, así que quien disfruta del cacho grande va a tener que ceder un trozo. Supongo que a ningún cabeza hueca se le ocurrirá proponer que las mujeres demos un paso atrás para que esos muchachos que agarran y no sueltan se sientan más a gusto.
Sea como sea, la pregunta sigue en el aire: ¿Qué hacemos con los chicos que rechazan la idea de una sociedad igualitaria? El principio de la solución es que los hombres que creen que el auge del machismo es un problema entre los jóvenes tomen la iniciativa y se organicen. Que intenten convertirse en figuras masculinas de referencia y ser el buen ejemplo que nos exigen a nosotras predicar. La primera tarea es explicar por qué los chicos deben huir del modelo de hombre insolidario y depredador que les quiere matar a burpees y que desprecia a las mujeres. Tendrán que dedicar tiempo a buscar y aportar datos que les demuestren que la masculinidad que les venden provoca, entre otros desastres, más accidentes de tráfico, más fracaso escolar y más delincuencia. Les tocará expandir el mensaje en sus casas, en sus lugares de trabajo, en las reuniones familiares, en las redes.
Ah, ¿que les parece inútil enfrentarse a los millones de seguidores que tienen las figuritas de la machosfera? Pregunten a las precursoras del feminismo en redes a qué se enfrentaron en sus primeros tiempos, cuando el feminismo no estaba de moda. O busquen el precio que pagaron y los escasos resultados que obtuvieron para sí mismas las sufragistas. La historia del feminismo es la historia de las hijas y las nietas recogiendo el fruto de la lucha de sus abuelas. Si quieren unirse para hacer su parte, sean bienvenidos. Y si no, ya saben. No estorben.
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