Opinión
Cuando chavales y chavalas se convirtieron en menores
Por Lucila Rodríguez-Alarcón
-Actualizado a
La adolescencia es un periodo complejo en la vida de cualquier ser humano, que se puede definir como “espíritu de niño en cuerpo de adulto”. De hecho, los adolescentes son niños hasta que adquieren la mayoría de edad. Como niños que son, por encima de todo, prima su derecho al bienestar. Es precisamente ese derecho al bienestar del menor, reconocido en los derechos del niños, lo que las autoridades competentes de este país deben garantizar cueste lo que cueste.
La adolescencia es un periodo de conflictos permanentes. Es el conflicto con el exterior y con el interior. Desde dentro, el adolescente ve cómo su cuerpo cambia y se deforma y, al mismo tiempo, ve cómo fuera a nadie le importa toda esa turbulencia interior, salvo a los que son como él. El adolescente necesita romper con el niño que fue y generalmente no sabe cómo, y lo hace rompiendo con los padres y con el sistema en el que creció. Según Enrique Martinez Reguera, uno de los mayores referentes en educación de calle en España, los niños necesitan que les ayuden a cuidar su cuerpo, los adolescentes necesitan que les ayuden a cuidar su alma. La adolescencia es una de las épocas de mayor vulnerabilidad y un tránsito que afinará el carácter y el enfoque que tendrá adulto. Por eso, pese a que los adolescentes son retadores, impertinentes, rupturistas, ciclotímicos y en general insoportables, los padres se esfuerzan por acompañarles de la mejor manera posible, dándoles amor, cariño, compresión y mucha paciencia. Y lo habitual en nuestras sociedades es encontrar a padres compadeciéndose los unos a los otros y el famoso consuelo de “no te preocupes, que luego se les pasa”.
Hasta aquí todo bien. Pero, ¿qué pasa cuando el niño adolescente no puede contar con esos padres que le apoyen? ¿Qué pasa cuando el chaval está solo? A toda la vulnerabilidad intrínseca del periodo que está viviendo se suma la falta de soporte familiar. Toda la rabia y desajuste hormonal caen en el vacío social que recibe al chaval como si fuera lo que su cuerpo representa, un adulto, olvidando que por dentro todavía es un niño. Y esta situación de vulnerabilidad se sublima si, además de solo, el niño tiene rasgos diferentes de los habituales, si es de otra etnia, y encima no sabe hablar nuestro idioma. Es entonces cuando el chaval se convierte en un menor y pasa de ser un ser entrañable con problemas transitorios a ser un concepto jurídico que representa una posible amenaza.
Las palabras definen y nos predisponen emocionalmente. Chaval suena a calle. Chaval suena a barrio, suena a conflicto pero también suena a humano, a cercano y a adolescente. Menor suena a obligación de otros. Menor suena a sistema, a ley, a trabajador social. Si a "menor" le sumamos “extranjero no acompañado” (MENA), entonces suena a problema, suena a Melilla, suena a La Purísima, a las costas andaluzas, a "no cabemos todos" e incluso a delincuente. Y MENA suena a “que alguien arregle ese problema”.
Los chavales y chavalas que llegan a España desde otros países son como los que están aquí. Son jóvenes con sus líos mentales, cambios de humor, ganas de provocar, pero sobre todo son la semilla del futuro que será. Muchos de ellos valientes -porque hay que ser muy valiente para dejar la seguridad familiar y emprender un viaje potencialmente mortal- aguantarán lo que les echen y, pese a todo el maltrato que reciban, el racismo que les inflijan y la soledad que sufran, se convertirán en adultos maravillosos, como es el caso por ejemplo del extraordinario Abdelatif Laqiasse, que nunca ha dejado de sonreír. Otros se torcerán, devolverán desprecio con desprecio, aunque nunca será proporcional. La experiencia dice que siempre pegarán menos de lo que han sido pegados. Y finalmente, existe ese escenario en el que volvemos a hablar de chavales y de chavalas, recodamos que son niños en cuerpos de mayores, y luchamos por que reciban el amor y el acompañamiento que necesitan. Y así tendremos un futuro sano, generoso y valiente como ellos y nosotros nos merecemos.
Este texto forma parte de la serie Radiografía de los menores migrantes, elaborada por Público en colaboración con PorCausa.
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