Opinión
12 tesis (desesperadas) sobre Podemos y Sumar
Profesor de Ciencia Política en la UCM
Podemos se equivocó en la forma en la que decidió la sustitución de Pablo Iglesias por Yolanda Díaz. Lo cuenta con cierta levedad Iglesias en su libro Verdades a la cara, donde dice que “con el paso del tiempo creo que es difícil cuestionar que fuera la decisión correcta”. No había elementos para que saliera bien porque no había acuerdos. Sirvió para que la salida de Iglesias fuera menos traumática, pero dejó una situación complicada al no existir ningún tipo de compromiso acerca de cómo iba Díaz a ejercer esa sustitución. De las dos tareas legadas -la vicepresidencia y la coordinación del grupo confederal de Unidas Podemos- Díaz sólo se encargó de la primera.
Yolanda Díaz se equivocó al aceptar el ofrecimiento de Iglesias. También al aprovechar la falta de compromisos con Podemos para desentenderse de la organización. La señal de alarma fue la asistencia a un acto en Valencia de mujeres de En comú, Más Madrid, Compromís y Movimiento por la Dignidad y la Ciudadanía, a donde no se invitó a ninguna mujer de Podemos. Esto enturbió la confianza entre la nueva dirigencia de Podemos -Ione Belarra e Irene Montero- y Yolanda Díaz, que a partir de entonces no haría sino empeorar. Pablo Iglesias sintió igualmente la lealtad traicionada. Todo se hizo mal, todo salió mal.
Yolanda Díaz trazó una hoja de ruta propia. Su desentendimiento de la suerte de los partidos de izquierda en las elecciones municipales y autonómicas de 2023, junto a la decisión de Más Madrid y Compromís de ir en solitario a los comicios -con el consentimiento de Díaz-, cavó otra trinchera. Mónica García y Joan Baldoví consiguieron sus objetivos -consolidarse como las principales fuerzas de la izquierda en sus respectivas comunidades-. Pero el objetivo era magro. Se perdió la Comunidad Valenciana y no se ganó la Comunidad de Madrid, donde Isabel Díaz Ayuso sacó mayoría absoluta. La estrategia particular de estas fuerzas, que configuran dos importantes pilares de Sumar, primando su suerte particular antes que el objetivo de derrotar a la derecha, siguió echando ceniza sobre los futuros pactos. Nadie en esos partidos siente en verdad la necesidad de ir juntos.
La derecha judicial, junto con el PP y VOX, acompañados del oportunismo del PSOE, protagonizaron una despiadada campaña contra Irene Montero con motivo de la ley Sólo sí es sí (no olvidemos que lo más controvertido de la ley, la rebaja de penas, fue una responsabilidad del entonces ministro de justicia del PSOE, Juan Carlos Campo, que fue el que dio el visto bueno). Aunque es cierto que la reciente dimisión de Luis Rubiales es una victoria de la Ministra Montero y de la idea del consentimiento, la brutalidad de la campaña la golpeó duramente. Montero tuvo que ver incluso cómo el partido judicial, encarnado en el Tribunal Supremo, sancionaba la liberación evidentemente ilegal de violadores justo el día que se estaba discutiendo si ella iba en las listas de Sumar. El equipo de Yolanda Díaz, adversario feroz de Montero, encabezado por la propia Díaz, usó ese fallo judicial para consumar el veto a la Ministra de Igualdad de Podemos. Otro error que alejaba de Sumar a los militantes y votantes de Podemos.
El desencuentro entre Yolanda Díaz y la dirección de Podemos, donde se mezclan estilos, proyectos políticos y filias y fobias personales, se ha ido convirtiendo en una cuestión política. Incluso aunque la animadversión fuera extrema, no se debieran nunca confundir cuestiones personales con cuestiones políticas. Visto que Sumar sacó un peor resultado que Unidas Podemos, los vetos en las listas a algunas personas relevantes de Podemos son ahora vistos, con mayores argumentos, como un error, pues no mejoraron el resultado anterior. Aunque se argumente echándole la culpa a Podemos -por no haber participado más en una campaña en donde se le invitó a no participar- o justificando la caída con el deterioro general previo del espacio político, que se perdieran cuatro diputados se ha convertido en una clara señal de que la estrategia no tuvo los frutos esperados.
El desencuentro del espacio de Podemos con Yolanda Díaz se alimenta en los medios constantemente. Por un lado, con el apoyo que recibe Sumar de los canales que atacan a Podemos; en la otra ribera, en Canal Red, la televisión por internet alternativa dirigida por Pablo Iglesias, porque que ya no le parece a Iglesias que el papel de Yolanda Díaz sea el más correcto de los posibles. Ese juego de animadversiones aleja a los votantes de izquierda del espacio, porque no terminan de entender las razones para estar ahora peleados. ¿No viene Yolanda Díaz del propio corazón de Podemos? Desde Sumar se desentienden de cualquier gesto de amabilidad. Así, rehúsan mostrar el más mínimo apoyo a la gente de Podemos en sus cuitas judiciales o cuando reciben ataques del sistema -por ejemplo, han ignorado la desimputación de Podemos del juicio-farsa conocido como Neurona, y lo han hecho de una manera tan generalizada que parece una consigna-; igualmente se percibe en la incapacidad de reconocerle ninguna victoria a Irene Montero o a Ione Belarra, desentendimiento tan escandaloso como los clamorosos silencios de Sumar -y del resto de partidos del espacio- cuando tocaba mostrar solidaridad ante algún ataque-. Todo esto contrasta con la solidaridad que siempre ha mostrado Podemos antes los ataques de cualquier candidatos de la izquierda, desde el PSOE a Compromís, pasando por los Comunes o Más Mádrid. Desde Podemos también se alimenta el desencuentro repitiendo hasta la saciedad todo tipo de variaciones del popular dicho “no es de bien nacidos ser desagradecido”.
Sumar es, a día de hoy, una carcasa a la que aún no se ha dotado de democracia interna, programa u objetivos, de manera que pivota en torno a la figura de Yolanda Díaz. Destaca que carece de los equilibrios parlamentarios internos que tuvo Unidas Podemos. Improvisa y se equivoca. Dejar sin portavocías parlamentarias a Izquierda Unida y a Podemos es, peor que una cacicada, un error. Un error de bulto. Igual que negar la soberanía que tuvieron en la anterior legislatura los diferentes partidos, donde se respetaba, incluso, su capacidad de presentar leyes alternativas, como hizo en alguna ocasión, por ejemplo, En Común. Sumar existe por la existencia de organizaciones políticas y sindicales que, tarde o temprano, van a exigir respeto por las mismas. Sumar parecer querer ganar tiempo para configurarse como partido -Movimiento Sumar-, de manera que le puedan entregar al nuevo partido la mayor parte de las responsabilidades. Esa tensión es bastante probable que se zanje con la ruptura de Sumar como coalición electoral.
Podemos no ha resuelto bien su incorporación a Sumar. El brutal ataque mediático y judicial contra los morados, especialmente contra Irene Montero (después de ataques anteriores a otros miembros, a los que no se les prestó la misma relevancia), les llevó a incorporarse a la coalición en malas condiciones. Si bien en términos económicos se les otorgó el 23% del presupuesto, los vetos y luego los puestos de salida reales -mínimos, apenas los cinco diputados que se alcanzaron, e incluso, contra pronóstico, como se ve con el escaño ganado en Granada por Martina Velarde- seguí abonando el desencuentro. Podemos nunca ha dejado de expresar su malestar por ese trágala. Se les podría reprochar que, si no estaban de acuerdo con la propuesta, no hubieran aceptado. Sin embargo, la dirección de Podemos leyó correctamente que la presentación de listas separadas de Podemos no solo era un riesgo importante para un partido tan golpeado -podía desaparecer-, sino también para las posibilidades de un gobierno que parase los pies al PP y a VOX. De manera que si se negaba a ir en Sumar, se le echarían las culpas del gobierno de la derecha y la extrema derecha -no sería culpa de una gestión cobarde del gobierno de coalición presidido por Pedro Sánchez-, y si accedía a ir, sería en una clara posición subordinada. Lo que, una vez más, volvía a alejar a votantes y militantes morados. Podemos fue mucho más responsable que Sumar, que ha dado la sensación de que estaba empujando a Podemos a la vía solitaria.
El maltrato de Sumar a Podemos se ha añadido al maltrato mediático, judicial, policial, empresarial y de pandillas de fascistas -como los que rodearon durante un año la casa de Montero e Iglesias- al que se ha sometido a la formación morada. Como cuenta James Harris en El gran miedo (sobre las purgas de Stalin), uno de los logros del asedio del poder a la izquierda es someterles a un proceso de agresión que logra generar una cultura política enrocada, enfadada, donde se terminan viendo adversarios incluso entre los propios compañeros. Como en el poema de Brecht "A los que vengan después" (An die nachgeborenen), los que luchan contra el sistema deben dar por cierto que se les enronquecerá la voz y se les agriará el carácter. Al final, decía Brecht, son los tiempos sombríos los que generan el mal carácter, por lo que termina pidiendo indulgencia. Si es cierto, como parece, que Sumar no sea capaz de superar como Frente Amplio todas las contradicciones que se están viendo, finalmente solamente servirá para el nacimiento de una nuevo partido -Movimiento Sumar-. De manera que una buena parte del entorno actual de Sumar buscará nuevos rumbos al no querer incorporarse en esa nueva formación que, con bastante probabilidad, estará formada por antiguos militantes de Podemos que, por unas razones u otras, abandonaron la formación morada. Si no hay cambios sustanciales, la entropía terminará devorando todo ese espacio que alguna vez tuvo cinco millones de votos. Es imposible que Podemos logre interesar a esos votantes que se desencanten de Sumar si no recupera el atractivo inicial y deja de lado el enfado. No se trata de rebajar el “ruido”. Sin conflicto no hay política, pero no es lo mismo la radicalidad alegre de Allende que el enfado airado -aunque lleno de razón- del último Julio Anguita. Puedes tener toda la razón y quedarte electoralmente solo. Ese es el principal riesgo de Podemos, lo que indica que no siempre está escuchando correctamente lo que pasa en la calle.
A Podemos no le ha ido bien electoralmente desde la salida de Iglesias -aunque a Iglesias tampoco le fuera bien en su contienda en Madrid contra Ayuso-. Por lo que podría colegirse que hay algo en su estrategia que no está funcionando -dando por descontado el comportamiento antidemocrático del régimen y la guerra sucia contra la formación morada-. Por tanto, en la nueva etapa que ha anunciado Ione Belarra, parece lógico que, para obtener resultados diferentes debe probar cosas diferentes. Una de ellas, sin duda, son las formas. La otra, la participación. El anuncio de una asamblea política es un avance, igual que las cinco propuestas políticas, que quieren salir de la interna (aunque reivindicar la figura de Montero es una manera de regresar a la interna). Está abierto si bastará esa asamblea política o será insuficiente. Entre otras cosas, porque el documento original de debate tendría que haberse hecho participativamente. Le corresponderá a los círculos intentar enmendar ese déficit de partida redoblando el debate. Porque son muchos los temas a debatir (entre otros, si no debiera Podemos ir en solitario a las elecciones europeas, como forma de decirle a Sumar cuántos apoyos reales tiene, con los riesgos que eso implica). A Podemos le falta mucho recorrido en la cultura democrática interna, y el hecho de que esa cultura sea aún peor en Sumar no le exime de trabajar por ahondar en la participación.
Por su parte, sería necesario que Sumar enmendara igualmente sus errores de partida. Un Frente Amplio debe tener un funcionamiento democrático, y la importancia de las diferentes fuerzas debe corresponderse con las que realmente tiene cada partido. Las primarias son un referente democrático, y la negativa de Sumar a hacer primarias le lleva más hacia la vieja política que nuevos lugares. De la misma manera, en un Frente Amplio los diferentes partidos son soberanos. Es evidente que los principales partidos de Sumar, esto es, Podemos e Izquierda Unida, deben tener Ministras o Ministros -Podemos nació con voluntad de gobernar- y les corresponde a los partidos elegir quién debe ocupar ese lugar. Como ocurrió en el anterior gobierno de coalición donde, por ejemplo Izquierda Unida, decidió que su Ministro fuera Alberto Garzón igual que los Comunes eligieron como Ministro de Universidades a Manuel Castells. ¿No le corresponde ahora lo mismo a Podemos? Lo contrario sería un fraude a la democracia interna y seguiría ahondando la brecha. Los Frentes Amplios reclaman generosidad y amplitud de miras. De todos. No se logra la unidad con trágalas. A quien le pesen en exceso las fobias personales, debiera irse a su casa. No tiene entidad suficiente para hacer política de altura.
La unidad de la izquierda es la única posibilidad de ahondar en la unidad popular. Es importante recordar que cada error, en cualquier lugar de la izquierda alternativa, acerca el gobierno de la ultraderecha. Y la ciudadanía no se lo perdonará.
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