Un país en vilo por la sentencia del juicio a Alves por violación
La sentencia del 'caso Alves' vuelve a traer al debate público la necesaria mirada de género en los juicios por violencia sexual. Una decisión judicial que puede ser "ejemplarizante" y marcar un precedente dada la relevancia del acusado.
Madrid-Actualizado a
Este jueves se conocerá la sentencia que dará respuesta al 'caso Alves'. El exfutbolista comparecerá ante la Audiencia de Barcelona para conocer el veredicto sobre la denuncia de violación por parte de una mujer de 23 años a finales del 2022. La decisión, que resuelve el juicio que se llevó a cabo a principios del mes de febrero, tiene una clara relevancia pública por su posible ejemplaridad para tratar casos similares.
Desde que se conocieron los hechos, el exfutbolista ha protagonizado numerosas idas y venidas en su relato, declaraciones con múltiples versiones —hasta tres en un mismo día—. Además y como alegato final, se añadió, por parte de su abogada, la ebriedad como un posible atenuante de la agresión sexual.
El caso está marcado por estas "contradicciones", como las denominó la jueza en el momento en el que él declaró por primera vez a finales de enero de 2022, frente a la coherencia en el relato de los hechos por parte de la víctima, los Mossos, los testigos y las pruebas.
El movimiento feminista mira con atención al fallo judicial que puede suponer una constatación en el avance de la mirada con perspectiva de género en los procesos judiciales. O, en caso de una absolución, la provocación de una nueva ola de protesta como la que se generó tras la sentencia de La Manada en 2018.
"Independientemente de cómo termine el caso, para mí ya es un caso ejemplar por cómo empezó. Hay algunos personajes públicos que se creen por encima del bien y del mal, que piensan que nadie creería jamás a una chica como mi cliente", relató la abogada de la víctima, Ester García, tras la decisión de la jueza de imponer la prisión provisional a Alves ante el riesgo elevado de fuga y los indicios de delito.
García pide 12 años de cárcel para el acusado —la Fiscalía, nueve— y una indemnización de 150.000 euros en concepto de reparación, cifra que también respalda la Fiscalía. Una compensación a la que la víctima renunció en un primer momento por miedo a que se la acusase de buscar un beneficio económico con la denuncia.
En casos como estos, en donde la notoriedad del agresor juega un papel decisivo, la denuncia es todavía más complicada para las víctimas. Así lo reflejaba García: "Muchas mujeres no lo denuncian cuando se trata de una figura pública por la dificultad a nivel emocional y judicial, pero creo que este caso, termine como termine, que espero que termine con una condena, una prisión sin fianza ya es ejemplar", explicó la abogada ante la notoriedad del caso. Alves está en prisión provisional en la cárcel de Brians (Barcelona) desde hace más de un año.
El miedo a pedir una indemnización también estuvo presente en la declaración definitiva de la víctima en la que relataba los hechos ante los Mossos d'Esquadra el 2 de enero de 2022. En ella, y según los propios agentes, mostró su preocupación por no ser creída ante la relevancia pública de Alves. Por esto, la sentencia podrá (o no) reflejar uno de los lemas más claros contra la violencia institucional en los juicios por violencia machista, el muy coreado 'Yo sí te creo'.
"Se encontraba en shock, no era capaz de hablar. Sobre todo nos decía que ella no quería dinero, que sólo quería justicia", explicó uno de los agentes que la atendió para dar declaración después de los hechos.
La víctima mantuvo una única versión
El 31 de diciembre de 2022, Dani Alves acudió con unos amigos a la discoteca Sutton de Barcelona. Tras instalarse en la zona VIP, invitó a tres mujeres que bailaban en la pista al recinto separado. Pasados 15 minutos y tras bailar en grupo —grabados por las cámaras de seguridad—, el exjugador invita a la mujer a que pase con él a una suite. En el baño de esta habitación, poco antes de las cuatro de la madrugada, es donde se habría producido la violación.
En su declaración definitiva ante los Mossos d'Esquadra, dos días después, la víctima relató cómo entró al baño de forma voluntaria, se arrepintió y quiso salir pero Alves se lo impidió. Después, el exfutbolista la habría obligado a practicarle una felación y tras su negativa la habría abofeteado e insultado para, finalmente, penetrarla con violencia hasta la eyaculación. Sin condón.
Los días siguientes, los Mossos recopilan los testimonios relevantes para el caso, las pruebas biológicas —como el semen del baño y del examen médico de la víctima que apuntaba a una agresión sexual— y proceden a la detención de Alves.
Los cinco relatos de Alves
Tras su detención, Alves declara ante la jueza. El exfutbolista mantuvo titubeos y un relato incoherente en su primera declaración. Con no una, sino hasta tres versiones de los hechos. La víctima también comparece ese día y mantiene su versión en coherencia con sus primeras declaraciones.
Alves dijo primero que no la conocía, después que se fueron al baño pero que no ocurrió nada y, por último que fue ella la que quiso practicarle sexo oral. Tres versiones en un mismo día. Para la jueza, en 45 minutos de declaraciones, Alves incurrió en "numerosas contracciones". Es entonces, ante los indicios de delito y el elevado riesgo de fuga, cuando dicta prisión provisional sin fianza.
En abril, Dani Alves vuelve a declarar a petición propia y admite que hubo penetración después de haberla negado desde el inicio. Una cuarta versión a la desesperada ante la evidencia de los restos de semen en el cuerpo de la víctima. Alves añade que la relación fue consentida pero que no quería que su ahora exmujer se enterase de lo que habría sido una infidelidad. El exjugador admitió que había mentido en su primera declaración judicial.
En una entrevista en La Vanguardia, da una quinta versión en la que, lejos de pedir perdón a la víctima, la perdona él a ella porque asegura tener "la conciencia tranquila". Sin embargo, tanto los Mossos como los magistrados, la jueza de instrucción y la Audiencia de Barcelona, consideran "indicios severos de criminalidad". Las cámaras de la discoteca, las huellas dactilares, los testigos, el examen médico... Todo corroboraría la versión de la víctima.
La vía final: la ebriedad como atenuante
La otra vía de la abogada de Alves, Inés Guardiola, para rebajar la condena pasó por alegar que el exjugador no sabía lo que hacía porque estaba borracho. Trataba de exponer la ebriedad como atenuante. Un argumento profundamente polémico que fue desmontado incluso por las dos psicólogas contratadas por la defensa para valorarlo. Estas profesionales aseguraron que el futbolista "podía distinguir el bien del mal, porque no tenía alteración de la realidad".
A pesar de todo, tanto Alves como Guardiola mantienen a fecha de la sentencia firme que la agresión no se produjo. Como primera opción, la abogada pidió la absolución de Alves pero después sugirió como alternativa una condena de un único año de cárcel —con lo que sí se reconocería que hubo violación—. Además, Guardiola aseguró durante el proceso que los medios de comunicación habían vulnerado la presunción de inocencia de Alves al informar sobre su caso.
La presión del entorno de Alves
En enero de este año, empieza a circular en las redes sociales un vídeo-montaje de la víctima, en el que aparece su nombre —uno de sus principales miedos junto al juicio social— y que se difunde por personas del entorno del exjugador, como su madre. El vídeo intenta desacreditar la versión de ella en una forma de chantaje.
Un modus operandi que también ocurrió en el caso de La Manada o el de Luis Rubiales. En el primero, hubo una filtración de los datos personales de la víctima en foros de Internet que intentaban difamarla. En el segundo, se filtró a un medio ultraderechista un vídeo de Jenni Hermoso con la intención de marcarla como mala víctima.
Para más inri, la familia del expresidente de la Real Federación Española de Fútbol pidió, como contamos en este vídeo, en los medios de comunicación que Jenni Hermoso se retractase en su versión de los hechos y retirase las acusaciones.
Al cuestionamiento del entorno se suma la presión pública ejercida por la fama del acusado. Una intimidación que, en el caso de Alves, la víctima ha soportado durante todo el proceso en una situación de vulnerabilidad psicológica, como recogía la instrucción del juicio.
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