Madrid
Los primeros balbuceos del nacionalismo vasco se habrían producido entre los ahora abandonados muros de piedra de la antigua institución de la parroquia guardesa. La tradición abertzale afirma que Sabino Arana recibió la «verdad nacionalista» de su hermano Luis, con el que cofundaría el PNV en un Domingo de Resurrección de 1882. Y esa verdad era fruto de la iniciática influencia que Luis Arana había recibido durante el curso 1880/81 en un singular experimento jesuita para la educación de las élites españolas en Galicia.
La «revelación» nacionalista del mayor de los Arana, que transformaría el horizonte político de Euskai, le llegó en el desaparecido colegio Santiago Apóstol que los jesuitas regentaban en Camposancos, cerca de la frontera con Portugal. En ese vetusto edificio, ahora en ruinas, habían ensayado luego los miembros de la Compañía de Xesús un proyecto educativo del que surgirían años después las universidades de Deusto y Comillas.
«Luis Arana abandona las convicciones carlistas durante su estancia en Galicia, donde se prepara para ingresar en Arquitectura», afirma el escritor Javier Corcuera en su obra Historia del nacionalismo vasco nos sus comienzos. «Luis transmitirá a su hermano pequeño, Sabino, la nueva concepción política que tanta importancia estaría llamada a tener en la posterior historia de España», añade Corcuera.
El estudiante Luis Arana que recala en Galicia pertenece a una familia acomodada de Vizcaya que simpatiza con el carlismo, hasta el punto de verse obligada a exiliarse en Francia durante tres años. La tercera guerra carlista que azota España de 1873 a 1876 fue, por una parte, un conflicto dinástico que enfrentó los partidarios del nieto del pretendiente don Carlos por el derecho al trono, con los gobiernos de Amadeo de Saboia, la I República y Alfonso XII, pero, por la otra, era también una pugna entre la sociedad conservadora del antiguo régimen y el incipiente liberalismo.
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La derrota del carlismo supondría un castigo para las provincias de Guipúzcoa, Vizcaya y Álava, aliadas con el pretendiente rebelde, que pierden sus peculiaridades forales, con zonas francas eximidas de pagar tributos a la Corona.
Luis Arana llega al colegio de Camposancos marcado por el estigma de esa derrota y busca en el profesorado jesuita respuestas para su desamparo ideológico.
"Los jesuitas representan en la España de esa época una burguesía que rechaza el cambio que sobreviene a la guerra carlista y que propicia, por ejemplo, un primer y falido experimento republicano", comenta un portavoz de la Fundación Sabino Arana. "Una de las cuestión clave de aquel tiempo era el sentimiento de pérdida de los principios católicos que habían regido tradicionalmente la sociedad española. La influencia recibida por Luis Arana en su estancia en Galicia es mencionada en las memorias de su hermana Paulina, y confirman que fue en el colegio de A Guarda donde Luis Arana se inició en el nacionalismo", admite la Fundación.
Con la derrota carlista se esfúma la llegada de un régimen que conserve las esencias religiosas, políticas y sociales de la España tradicionalista, y los jesuitas ocupan ese vacío, proporcionando a los huérfanos seguidores de don Carlos la idea de salvaguardar esos valores en los territorios afines al carlismo.
En los años en que Luis Arana llega al colegio de Camposancos, el concepto de patria vasca comienza a verse por un sector de los jesuitas como guardiana de los valores tradicionales frente a la España liberal. Luis Arana abraza esa nueva ideología nacionalista que le permite recomponer los restos de su naufragio ideológico y familiar.
El colegio de A Guarda era uno de los cuatro centros de élite que los jesuitas regentaban en España en el siglo XIX. En ellos se educarían los jóvenes del alta burguesía conservadora española, que procuraba seguridad moral y doctrinal para sus hijos, mientras los de la clase dirigente liberal lo hacían en la Institución Libre de Enseñanza.
En Camposancos estudiarían, con todo, figuras singulares de esas dos Españas, desde miembros de la familia Franco al nacionalista gallego Antón Losada Diéguez o el presidente republicano Portela Valladares.
El despertar nacionalista del mayor de los Arana es simbolizado por algunos historiadores en una conversación que mantuvo con uno de sus profesores jesuitas en A Guarda. El joven, que había negado ser un «mal español» a un pasajero del tren que lo trajo a Galicia, con el que había discutido sobre los foros vascos, mostró abiertamente sus dudas a su instructor en Camposancos.
— ¿Soy un mal español?
A lo que el profesor le contesta: "El problema no es que seas un bueno o mal español. Es que no eres español".
Luis insertó en la "verdad nacionalista" su hermano a la vuelta de su estancia en Galicia. Sabino Arana dejó por escrito el impacto que le causó: "¡Bendito el día en el que conocí mi patria, eterna gratitud a quien me rescató de las tinieblas extranjeras!". Una década después, los dos hermanos fundaban el PNV.
Luis, diseñador de la Ikurriña, se mantendría como número dos del nacionalismo vasco hasta la muerte de Sabino en 1903, que lo proyectó en 1908 a la Presidencia del PNV, en el que mantuvo una radical militancia independentista que lo enfrentó a los sectores más moderados y autonomistas del partido. En 1936, se declaró en contra del Estatuto de Autonomía vasco y de la participación del Gobierno de Euskadi en el bando republicano en la Guerra Civil, que consideraba «un problema de españoles».
El experimento de los jesuitas para una educación de élite en Camposancos abriría años después el camino a las universidades de Deusto, en Bilbao, y la Pontificia de Comillas, en Madrid. El edificio del antiguo colegio guardés se convertiría en la Guerra Civil en un terrible campo de concentración conocido como "la puerta del infierno". Desde hay un buen manojo de años, se encuentra en ruinas. Tras una fallida operación inmobiliaria del exfutbolista Valeri Karpin en 2006 para construir una urbanización de lujo que la crisis paralizó, el edificio se incluyó el año pasado en el listado rojo del patrimonio en España.
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