Ucrania capea el desastre bélico ante Rusia con el relevo de su cúpula militar
Zelenski intenta dar un giro a la guerra contra Rusia, acosado por la incapacidad de recuperar territorio, la falta de armas y tropas, y las pugnas con el mando militar.
La destitución del comandante en jefe del Ejército ucraniano, Valeri Zaluzhni, evidencia las peleas en la cúpula de poder en Kiev, pero no garantiza un golpe de timón en la guerra contra Rusia. La falta de munición y de tropas de refresco, y los sucesivos bloqueos republicanos a la multimillonaria e imprescindible ayuda estadounidense pintan un negro panorama para Ucrania pocos días antes de que se cumplan dos años del comienzo de la invasión rusa, el 24 de febrero.
En un vídeo que publicó en su cuenta de Telegram, el presidente Volodímir Zelenski subrayó que Ucrania "necesita cambios inmediatos" en su estrategia militar y apostó por "un nuevo enfoque de movilización y reclutamiento", sacudido por la oscura realidad de que no puede renovar a sus tropas en el frente.
Zelenski reconoció la imposibilidad del Ejército ucraniano de cumplir sus objetivos en tierra con la contraofensiva lanzada en junio pasado, es decir, la recuperación de territorio bajo el control ruso. Y mostró sus esperanzas de que las fuerzas armadas ucranianas pudieran controlar la guerra aérea con el uso y producción masiva de drones.
El ministro de Defensa ucraniano, Rustem Umerov, había indicado horas antes que era necesario transformar la dirección militar de Ucrania con los cambios acometidos este jueves por Zelenski, y que llevaron a la remodelación de la cúpula del Ejército y la designación de Oleksandr Sirski como sustituto de Zaluzhin al frente de las fuerzas armadas.
Una nueva visión de la guerra
Rustem Umerov: "La guerra no es la misma; cambia y exige cambiar"
"La guerra no es la misma; cambia y exige cambiar", dijo Umerov. El nuevo comandante en jefe del ejército ucraniano era hasta ahora el responsable de las fuerzas terrestres y la intención del cambio es mejorar la relación entre la cúpula militar y el politburó de Zelenski, con quien Zaluzhni había tenido profundas discrepancias en los últimos meses.
La popularidad del llamado "general de hierro" empezaba a molestar mucho al presidente, a quien no le hacía mucha gracia que un militar curtido en la resistencia directa contra los rusos pudiera erigirse en un temible contrincante electoral en el momento en que puedan celebrarse unos comicios en Ucrania.
Zaluzhni, ahora nombrado "héroe de Ucrania" por sus servicios, no había dudado en criticar a Zelenski por su excesivo optimismo a la hora de enfocar la marcha de la guerra, sin que esta efusividad se reflejara en un mayor éxito para conseguir más armas y dinero de los aliados de Ucrania.
Sirski es un militar muy experimentado y responsable de muchas de las victorias ucranianas. Pero también es un hombre de Zelenski y con él no correrá el presidente el peligro de ser dejado en evidencia ni de ver cuestionada su estrategia para Ucrania.
En este sentido, Zelenski viene incidiendo en la necesidad de dar prioridad a su "nueva visión" de la guerra, con un mayor peso para la tecnología bélica y una mejor rotación y entrenamiento de los militares, como subrayó el coronel ucraniano en la reserva Serguí Grabski en una entrevista con la agencia EFE.
Los drones de Zelenski
El presidente tiene una especial obsesión con los drones, que, equipados con explosivos y capaces de llegar incluso hasta Moscú, han podido asestar algunos golpes certeros a la aviación, la marina y la logística rusas. Ataques muy vistosos para ofrecer en noticieros o para encender la propaganda, pero escasamente efectivos a la hora de dar la vuelta a la contienda.
Se trata de drones fabricados en casas particulares o factorías en Ucrania
Se necesitan drones, muchos, ciertamente, pero facturados por la industria militar occidental y no en casas particulares o en factorías en Ucrania que son un fácil objetivo de los ataques rusos.
Y más aún se necesitan misiles de largo alcance, artillería con un rango capaz de golpear el territorio ruso, proyectiles para estos cañones, muchos más tanques y un suficiente número de aviones para amenazar o al menos disuadir a Rusia de eventuales nuevas ofensivas. Y Occidente no parece que esté dispuesto ya a vaciar sus arsenales para asegurar ese suministro, como había venido haciendo hasta ahora.
En estos dos años de guerra, Ucrania ha utilizado armas de precisión y de última generación occidentales contra un Ejército ruso atrapado, en un principio, por el caos y la soberbia de confiar en su superioridad numérica, lo que fue un error en las primeras fases de la guerra y llevó a las derrotas del verano-otoño de 2022 en la región de Járkov y Jersón.
Moscú ha aprendido de sus errores
Pero en todo este tiempo, Rusia ha aprendido muy deprisa de sus errores y ha superado las ventajas tácticas iniciales de los ucranianos con una mejor estrategia, copiando muchas de las formas de hacer la guerra occidentales del ejército ucraniano y adaptándolas a su superioridad en armamento y hombre.
Ucrania se ve abocada al cambio para evitar una derrota total
Por eso, los sistemas bélicos de última generación que aportó Occidente a Ucrania no han alcanzado la eficacia que se les presuponía. Rusia, en el primer año y medio de guerra reconfiguró todo su sistema bélico y ahora es Ucrania la que se ve abocada al cambio para evitar una derrota total.
A lo largo de 2023, ninguno de los dos contendientes logró éxitos decisivos. La línea del frente quedó prácticamente invariable a pesar de las ingentes vidas humanas perdidas para tratar de quebrarla. La toma rusa de Bakhmut quiso ser utilizada por el Kremlin como una victoria simbólica, pero se trató de un éxito pírrico que no pudo abrir las puertas hacia el oeste a los rusos.
La contraofensiva ucraniana lanzada el verano pasado también quedó en agua de borrajas, con muchos muertos para ambas partes, pero sin ningún avance significativo.
Las batallas que hoy día se suceden en torno a la localidad de Avdivka, convertida en un segundo Bakhmut, apuntan ya más a la estrategia rusa de desgastar la resistencia de Ucrania, restarle tropas a la contraofensiva en otros lugares más débiles del frente y, si acabara cayendo esta ciudad convertida ya en ruinas, despejar ese camino al oeste.
Ventaja estratégica rusa
En este contexto, es la posición rusa la que obtiene cierta ventaja estratégica. Ha preservado la sección de Ucrania ocupada, cerca de una quinta parte del país, incluida la península de Crimea anexionada en 2014, y, sobre todo, ha blindado la línea del frente a lo largo de casi mil kilómetros. Contra ella se estrelló la contraofensiva ucraniana.
Según pasa el tiempo, se refuerza más ese frente con minas, trampas para tanques y búnkeres, un cortafuegos casi invulnerable. Sería necesaria una ofensiva a gran escala con centenares de tanques y aviones (de los que Ucrania carece), además de decenas de miles de soldados, para superar esas defensas y recuperar una parte sustancial del territorio conquistado por los rusos.
Sin embargo, los rusos están preparados y esperan pacientes. El tiempo juega a su favor.
EEUU y Europa han entrado en una lógica de juegos geopolíticos donde los muertos los ponen los ucranianos y los rusos
Los propios ucranianos ya empiezan a ver lo que los estadounidenses llevan tiempo avisando, y lo que los europeos se niegan a aceptar metidos en una lógica de juegos geopolíticos donde los muertos los ponen los ucranianos y los rusos. La pérdida territorial para Ucrania es tarea imposible en estos momentos y podría estar ya sentenciada de forma irremediable.
Ayuda occidental para impedir mayores pérdidas
Y sin embargo, el dinero y las armas occidentales le son a Ucrania más necesarios que nunca. Los rusos están fraguando nuevas ofensivas en el Donbás para engrosar una eventual zona desmilitarizada en caso de armisticio, según el ejemplo coreano, que asegure la rusicidad de los territorios ya anexionados y que sea un peso insoportable para las aspiraciones europeístas de Ucrania.
La realidad es esa. Ucrania necesita las armas occidentales, y sobre todo estadounidenses, no ya para recuperar territorio, sino para no perder más. De ahí las súplicas de Kiev en los últimos tiempos ante la posibilidad muy real de que Estados Unidos deje de entregar más dinero y material de guerra a Ucrania.
Sin la ayuda de EEUU, Ucrania no podría aguantar otro año de guerra
Aún quedan esperanzas, aunque ligeras. Después de que esta semana se rechazara en el Senado estadounidense un proyecto de ley promovido por la Casa Blanca, pero apoyado por senadores republicanos y demócratas que pretendía asegurar 60.000 millones de dólares de ayuda a Ucrania, este jueves se tramitó otro intento legislativo para aportar ese monto, sin el cual, Kiev no podría aguantar otro año de guerra.
Ahora el pleno del Senado deberá votar este nuevo proyecto, que en realidad es el inicial de la Casa Blanca sin incluir el espinoso tema migratorio en EEUU, de extrema fricción entre republicanos y demócratas. Pero incluso si pasara esa criba, deberá ser la Cámara de Representantes la que decida el apoyo a la propuesta de ayuda y no está nada claro que esto vaya a suceder.
Cansancio ante una guerra que nadie puede ganar
En el Congreso de Estados Unidos pocos se creen el argumento de que Occidente deba derrotar a Rusia en Ucrania para evitar luchar contra ella en territorio de la OTAN, por mucho que lo reiteren una y otra vez el secretario general de esta organización, Jens Stoltenberg, y otros líderes europeos.
Los estadounidenses comienzan a estar cansados de aportar decenas de miles de millones de dólares (75.000 millones hasta el momento) para una guerra que no está saliendo como se pensaba y en la que la "vieja" maquinaria bélica rusa iba a colapsar en cuestión de meses.
Los rusos se adaptaron al ritmo del conflicto y ahora producen más armas que nunca, sin dejar que su economía se desplome a pesar de las sanciones. Para pánico de Ucrania y de sus aliados europeos, la realidad es ésta: sin el dinero de Washington, sin el escudo de los misiles estadounidenses que ahora protegen las ciudades ucranianas, sin la munición para frenar el avance ruso, la negociación será indispensable, pero será impuesta por Rusia en sus términos.
En la polémica entrevista que le ha hecho el periodista estadounidense Tucker Carlson, el presidente ruso, Vladímir Putin, ha presionado esa tecla: "las conversaciones para un arreglo de paz dependen de Washington".
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