Este artículo se publicó hace 7 años.
Temer retira al Ejército de la capital de Brasil ante la presión del Congreso
Tras las multitudinarias manifestaciones en favor de la dimisión del presidente y contra las reformas del gobierno, el mandatario había firmado este miércoles un decreto de “garantía de Ley y Orden” para que el Ejército defendiera la capital.
Agnese Marra
São Paulo--Actualizado a
Ante la presión de la base aliada del gobierno y del Legislativo, el presidente Michel Temer dio marcha atrás y canceló el decreto que había firmado 24 horas antes en el que convocaba a las Fuerzas Armadas para que blindaran la capital del país durante una semana.
El miércoles varios de sus asesores le advirtieron que la firma de ese decreto podría causar una “imagen de desgaste” del Ejecutivo, pero Temer quiso seguir adelante con su decisión en un intento de mostrar liderazgo y poder con las Fuerzas Armadas de su parte. Sin embargo sucedió todo lo contrario.
El juez del Tribunal Supremo Federal, Marco Aurelio Mello, denunció la actitud del mandatario y dijo sentirse “preocupado” ante la salida de los militares para custodiar la capital. Diversos expertos también definieron la medida como “exagerada”.
Pero donde más indignación causó la decisión del mandatario fue en las redes sociales donde la mayoría de las críticas señalaban cómo el presidente se atrevía a llamar “vándalos a los manifestantes” cuando en el Ejecutivo y en el Congreso “sólo hay ladrones”, decían diversos mensajes.
Una manifestación que acabó en guerra
La decisión de convocar a las Fuerza Armadas surgió después de que finalizara una de las mayores manifestaciones que ha vivido la capital del país. A primera hora de la mañana del miércoles cientos de autobuses aparcaron alrededor del estadio Mané Garrincha. Estudiantes, campesinos y sindicalistas de todo Brasil llegaron a la capital para protestar contra las reformas del gobierno Temer y exigir la salida del presidente que desde hace una semana es investigado en el Tribunal Supremo Federal por corrupción pasiva, obstrucción a la justicia y organización criminal.
Según estimaciones de la Policía Militar llegaron a la explanada del Palacio de Gobierno alrededor de 50.000 manifestantes. “Nos revisaron a todos, íbamos desarmados, sólo queríamos manifestarnos con tranquilidad”, le cuenta a Público, Guilherme Tacini Ibañes, estudiante de Relaciones Internacionales que forma parte del movimiento estudiantil de Osasco (región de São Paulo).
A partir de las tres de la tarde la Policía Militar comenzó a lanzar gases lacrimógenos y los manifestantes empezaron a dispersarse a los lados donde se ubican las avenidas de los ministerios. “Avanzaban cada vez más rápido sobre nosotros, de cien metros en cien metros”, sigue Guilherme. A esas alturas ya había entrado la caballería y diversos coches de policía cercaban a los manifestantes. “De repente algunas personas comenzaron a prender fuego a los baños químicos y la situación se empezó a descontrolar”, explica este estudiante. Tres edificios del gobierno sufrieron destrozos de ventanas y de material de oficinas, se intentaron incendiar dos ministerios y la catedral y el Museo de la República también sufrieron daños.
En menos de una hora las miles de personas que se manifestaban se dispersaron por la capital. Muchos de los estudiantes se refugiaron en la estación de autobuses ubicada a dos kilómetros de distancia del del Palacio de Gobierno: “Estábamos comiendo algo en un bar de la estación y la policía llegó hasta el lugar y comenzaron a lanzar bombas de gas lacrimógeno en el medio de la multitud”, recuerda Guilherme.
La cadena Globo mostró imágenes de policías sacando sus armas de fuego y disparando al aire para asustar a los que se manifestaban. Las tiendas y restaurantes de los alrededores cerraron sus puertas. Sobre las cinco de la tarde la mayoría de los manifestantes volvieron al estadio de fútbol para refugiarse en los autobuses. “Estuve en todas las protestas de junio de 2013 y ninguna fue tan violenta como la de hoy. La brutalidad policial ha sido aterradora”, nos decía Guilherme. Cincuenta heridos y ocho detenidos son el resultado de la manifestación que acabó en guerra.
El Ejército en las calles
Poco después de que finalizaran las protestas el ministro de Defensa, Raul Jungmann, anunció que el presidente Michel Temer había convocado a las Fuerzas Armadas para mantener una “Garantía de Ley y Orden” (GLO) en la ciudad de Brasilia durante un periodo de siete días en el que los militares podrán actuar como la Policía en situaciones que consideren necesarias.
En nota de prensa Temer afirmó que tras “los actos de vandalismo” cometidos en las manifestaciones y ante la “falta de agentes para garantizar el orden” hacía uso de este recurso para “proteger el patrimonio público”, y además advertía: “No dejaré de ejercer la autoridad que mi cargo me confiere siempre que sea necesario”.
Fuentes de Brasilia señalan que esta decisión ha sido sobre todo simbólica: “Pasa por su momento de mayor fragilidad política y ha querido demostrar fuerza con los militares de su lado, pero ha conseguido el efecto contrario, ahora parece más débil”, le contaba a Público un funcionario del Congreso.
El uso de las Fuerzas Armadas en las calles se dio por primera vez en 2007 durante la invasión del ejército de la favela del Complejo del Alemán. Lo mismo sucedió en la favela de La Maré, también en Rio de Janeiro, y durante los eventos de la Copa del Mundo y de los Juegos Olímpicos. Pero es la primera vez que se emplea este recurso para proteger al país de manifestaciones de la ciudadanía. “Lo que se vio esta tarde es que la Policía y el Gobierno tiene un enemigo común, que es el pueblo brasileño”, decía Tacini.
La decisión de Temer causó indignación en las redes sociales donde la mayoría de las críticas señalaban como el mandatario se atrevía a llamar “vándalos a los manifestantes” cuando en el Ejecutivo y en el Congreso “sólo hay ladrones”, decían diversos mensajes.
El juez del Tribunal Supremo, Marco Aurelio Mello manifestó su asombro ante la decisión del mandatario: “Me gustaría pensar que esta noticia no es verdadera, no tendría ningún sentido”. El profesor Michael Mohallem de la Fundación Getulio Vargas también consideró “exagerada” esta medida: “Ha sido un intento de demostrar liderazgo en un momento de debilidad política”, declaraba a BBC Brasil.
El presidente al borde del precipicio
Desde que el pasado miércoles se dieron a conocer unas grabaciones en las que Michel Temer autorizaba la compra del silencio del ex líder de la Cámara Eduardo Cunha, el mandato del brasileño pende de un hilo. En los últimos siete días llegaron al despacho del líder de la Cámara, Rodrigo Maia, ocho pedidos de impeachment de diversos partidos de la oposición.
Las siglas aliadas del gobierno se dividen entre los que quieren abandonar el barco de Temer antes que naufrague definitivamente, y los que todavía quieren esperar para ver si se llega a una salida menos traumática y consiguen sacar adelante las reformas económicas neoliberales que prometió el mandatario cuando se hizo con el gobierno.
En este contexto la fuerza de las calles y de los movimientos sociales juega un papel fundamental para presionar junto con los partidos de oposición una posible renuncia del presidente. Pero si ésta no llegara, Temer también podría ser destituido por una condena del Tribunal Supremo, por un proceso de impeachment o por un proceso que tiene pendiente en el Tribunal Superior Electoral. Ninguna de las opciones sería rápidas, podrían llevar meses.
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