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Revista Araucaria"La solidaridad de los intelectuales se volcó con Chile"
La revista 'Araucaria’, editada en Madrid hasta 1990, jugó un papel importante en la comunicación del exilio chileno que afectó a más de 200.000 personas. En ella escribieron Julio Cortázar y Rafael Alberti, entre muchos otros.
Madrid-
1978, la dictadura chilena impuesta el 11 de septiembre de 1973 por el general Pinochet, está en sus años más crudos. La represión se sigue cobrando víctimas y un plebiscito fraudulento para avalar el gobierno del dictador, triunfa, desencantando a los chilenos que no ven escapatoria a esta pesadilla que se prolonga demasiado.
Los que se han asilado en embajadas y han partido al exilio en los cinco continentes, también sienten esta angustia en la duración del régimen de Pinochet. Las maletas llevan hechas hace años, pensando que la represión duraría sólo un tiempo. Las familias en la diáspora se han fragmentado y las ausencias pesan el doble, lejos de Chile.
En ese año nació en el exilio la revista cultural Araucaria, una manera de combatir la tortura y el miedo que se vivía en el país, con solidaridad de parte del mundo de la cultura. Una especie de solidaridad física, donde cada ejemplar de la revista que llegaba a cada chileno en el exilio, vía suscripción, se trasformaba en el mejor antídoto contra el horror de la dictadura.
“La revista Araucaria nació como un punto de convergencia, una respuesta frente a lo que en Chile se llamó el apagón cultural, aunque después vimos que no fue tan así, porque la resistencia aunque fuera desde el exilio nunca apagó la cultura en Chile. También diría que surgió para levantar los ánimos de los exiliados, que veían que esto no terminaba y sentir realmente el apoyo del mundo de la cultura en esta lucha”, señala Marcos Suzarte, miembro del Partido Comunista chileno y director comercial de la revista Araucaria, desde que comenzó a editarse a principios de los años ochenta en Madrid.
Para Suzarte, quien estuvo en el exilio, primero en Hungría y luego en Madrid, asumir tal responsabilidad en una revista de este tipo era volver a trabajar con la cultura. Había comenzado su carrera en la discográfica de la Unidad Popular DICAP, junto a Víctor Jara, con quien compartió presidio en el Estadio Chile.
Araucaria comenzó bajo la dirección del secretario general del Partido Comunista chileno, Volodia Teitelbom y la dirección editorial de Carlos Orellana, en París, en 1978. Se editaba en la redacción del periódico L´Humanité, que prestaba sus dependencias no sólo para la elaboración de la revista, sino en general para reuniones del exilio chileno. Sin embargo, los años de la transición tras la muerte de Francisco Franco y el despertar de la cultura en España, hicieron que la revista trasladara su comité editorial a Madrid, centro de la cultura y la solidaridad hacia las dictaduras del Cono Sur.
“Llegué en 1980 y claro, España venía saliendo de una dictadura, pero al final uno veía las fuerzas vivas de la sociedad, los partidos políticos, los movimientos sociales. Había mucha efervescencia y una gran esperanza. Con Carlos dijimos, va a ser mucho más fácil contactar con los intelectuales que también están en el exilio y con las grandes letras del español, que pasaban por nuestros mismos padecimientos como Mario Benedetti, o Juan Carlos Onetti, entre otros”, señala Marcos Suzarte.
Ordenados los números que van desde el año 1978 hasta su cierre en 1994, los ejemplares de la revista Araucaria parecen una colección de pequeñas obras de arte. Y es que, en su diseño de portada, participaron grandes de la plástica como Oswaldo Guayasamín, Roberto Matta, Nemesio Antúnez, los dibujos de Rafael Alberti y los poemas de una naciente camada de autores en la resistencia, para quien el exilio fue fuente de inspiración en su obra creativa.
Marcos Suzarte, quien guarda celosamente y en perfecto estado los originales, en su casa de la Alameda de Osuna (barrio donde muchos exiliados chilenos se asentaron en Madrid de los años ochenta), recuerda que la revista llegó a enviarse a 50 países, lo que da una idea de la dispersión del exilio chileno.
“Nos llegaban peticiones de todas partes, teníamos que empaquetarlos, gestionar los envíos de correo y cada vez nos llegaban más peticiones de suscripciones. Comenzamos con 8.000 ejemplares, pero creo que llegamos a editar hasta 200.000, casi uno por cada exiliados chileno en el mundo”, agrega Suzarte.
La revista, que funcionó primero en una oficina cerca de la Iglesia San Francisco el Grande y luego en la calle Cedaceros, se vendía en los mítines, en los encuentros de cultura, pero principalmente a través de tres canales de distribución: Canadá, Australia y a toda Europa.
Tanto fue el impacto de la publicación, que su fama llegó a oídos del propio Pinochet. “Una vez en el año 1980, Pinochet mostró el número seis de la revista Araucaria para demostrar que el comunismo internacional financiaba esta revista. Fue una gran alabanza para nosotros”, ríe Suzarte.
La revista dejó de existir en 1990, cuando llegó la democracia a Chile con el gobierno de Patricio Aylwin, como tantos otros medios que nacieron durante los años de lucha contra la dictadura. Además de la colección de Suzarte, la revista se puede consultar online, ya que muchos de sus ejemplares están digitalizados en el portal Memoria Chilena.
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