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Actualizado:El Ejército ruso ha inaugurado 2023 con esta ofensiva sobre la localidad de Soledar, una arriesgada apuesta que le está costando miles de bajas, pero que podría dejar expedito el camino a los efectivos rusos hacia los últimos bastiones ucranianos en el Donbás. Este ataque, cuyo objetivo real es la ciudad clave de Bakhmut, junto con el cambio del mando militar en Ucrania anunciado el miércoles confirman los preparativos de una ofensiva rusa a gran escala en los próximos meses en la que el presidente Vladímir Putin se juega el destino de la guerra.
Lo ha dicho incluso el asesor presidencial ucraniano Mykhaylo Podolyak: los combates en Soledar y Bakhmut han sido los más "sangrientos" de la guerra desatada el 24 de febrero de 2022 por la invasión rusa de Ucrania. Podolyak ha indicado que los rusos están sufriendo muchas bajas, pero ha reconocido que las pérdidas ucranianas eran también muy elevadas, "más que en cualquier otro lugar antes".
Según Podolyak, esta zona de Soledar y Bakhmut, en Donetsk, "es el punto más caliente de la guerra" en estos momentos. Soledar puede ser utilizado como cabeza de puente para la toma de Bakhmut, avanzar hacia Kramatorsk y Slaviansk, y completar la anexión del Donbás, uno de los objetivos aducidos por el Kremlin para lanzar la invasión de Ucrania.
Los mercenarios de Wagner, punta de lanza rusa en Soledar
Fue el mando del Grupo paramilitar Wagner el primero en anunciar la toma de Soledar e incluso la inteligencia británica ha reconocido que las tropas rusas ya controlan la mayor parte de esta ciudad. Según el dueño de Wagner, el oligarca ruso Yevgueni Prigozhin, sus fuerzas habían completado "la liberación y limpieza de Soledar". Este extremo ha sido negado por el mando ucraniano, que afirma que los combates siguen en esta aldea minera.
Soledar se encuentra a apenas quince kilómetros de Bakhmut, el objetivo real de esta ofensiva rusa. Su caída, si acaba de confirmarse, podría ser seguida en breve por la salida de las últimas tropas ucranianas que combaten en Bakhmut.
El Ministerio de Defensa ruso indicó el miércoles que sus fuerzas aerotransportadas habían bloqueado con una pinza Soledar, desde el norte y desde el sur de esta localidad minera. Según el Kremlin, la aviación rusa habría sido fundamental para golpear los puntos defensivos ucranianos en Soledar, al tiempo que sus fuerzas de asalto estaban luchando calle por calle para lograr el control total de esta población de diez mil habitantes.
La caída de Soledar, de confirmarse, supondría un fuerte golpe psicológico sobre el Gobierno de Kiev y sus aliados en Estados Unidos y Europa, quienes hasta esta semana aún insistían en que el Ejército ruso encadenaba un revés militar tras otro en el este de Ucrania. También podría anticipar una escalada en la participación occidental en la guerra.
Moscú relega al artífice de la campaña con misiles y drones
Para dar mayor significado si cabe a esta acometida en la región de Bakhmut, el Ministerio de Defensa ruso aprovechó este miércoles para anunciar el nombramiento de un nuevo comandante en jefe de las fuerzas del Kremlin en Ucrania. El general Valeri Guerásimov, actual jefe del Estado Mayor del Ejército ruso, releva a Serguéi Surovikin al frente de las operaciones militares en Ucrania.
El general Surovikin tenía ese comando desde octubre y había sido el responsable de bombardear masivamente con misiles y drones las infraestructuras críticas ucranianas, especialmente las centrales eléctricas y el suministro de agua potable, una táctica que ha puesto al borde del abismo la economía ucraniana y cuyo objetivo era minar la moral de resistencia de la población en las principales ciudades del país.
Surovikin, ahora uno de los tres generales bajo la dirección de Guerásimov en Ucrania, también dirigió la retirada rusa de la ciudad de Jersón, en la orilla oeste del Dniéper, a fin de evitar que las tropas quedaran envueltas en una pinza por las cercanas fuerzas ucranianas. Este repliegue fue asumido por el Ejército ucraniano como su mayor victoria sobre Rusia en lo que va de guerra.
Sin embargo, las tropas de Kiev no aprovecharon esta retirada rusa para avanzar sobre la orilla oriental de ese río y enfilar hacia Crimea, y ahora sus efectivos estacionados en Jersón están a merced de los continuados bombardeos rusos.
Necesidad de poner orden en el caos militar de Ucrania
Según indicó el Ministerio de Defensa ruso, el nombramiento de Guerásimov respondía a "la expansión de la escala de las tareas que deben ser llevadas a cabo en el curso de esta operación, a la necesidad de organizar una interacción más cercana entre las ramas de las fuerzas armadas, y ante el incremento de calidad de todos los tipos de apoyo y la efectividad de gestión de las tropas". Es decir, Guerásimov llega para poner orden en el aparente caos que ha caracterizado muchas de las decisiones militares rusas en Ucrania.
Los paramilitares Wagner, al igual que los soldados chechenes que combaten en Ucrania dirigidos por el caudillo Ramzán Kadírov, están haciendo la guerra en buena parte por su cuenta y no han sido metidos hasta ahora en vereda. Pese a ello, estas unidades han obtenido mayores logros que las tropas convencionales rusas.
La remodelación también supone la asunción directa del mando de la guerra por el Estado Mayor del Ejército ruso. Ya no se trata de una simple "operación militar especial", como hasta ahora Putin había vendido a los rusos la contienda. Se trata del reconocimiento factual por el Kremlin de que Rusia está metida hasta el cuello en un conflicto bélico en el que se juega su futuro.
Y preparar una ofensiva rusa a gran escala
El recambio de la cúpula militar en Ucrania es también un paso indispensable para coordinar al más alto nivel la ofensiva a gran escala que el Ejército ruso prepara, esa "expansión de la escala de las tareas" del Ejército ruso que cita el comunicado del Ministerio de Defensa. Tal paso requerirá una movilización total de las fuerzas dispuestas para la guerra, tanto las desplegadas en Ucrania como los 150.000 soldados que están siendo entrenados en Rusia para ser despachados en breve a la contienda.
Este contingente, si no es víctima de lo errores que se han producido en los casi once meses de conflagración y de los que el propio Guerásimov fue acusado, podría suponer un desafío muy difícil de afrontar por el Ejército ucraniano.
En cualquier caso, la rotación, sustitución, relevo o defenestración de los mandos rusos a cargo de la campaña ucraniana no es la mejor manera para que el presidente Putin se asegure la lealtad y menos aún la comprensión de la cúpula militar rusa. Putin no es un militar y su modo de pensar sigue siendo el de los silovikí, sus "hombres fuertes", esos ex agentes del KGB que desde que asumió la presidencia rusa en 2000 han conformado su guardia pretoriana, por encima de militares y funcionarios.
¿Qué harán ahora los aliados que apoyan a Ucrania?
Si se confirma la derrota ucraniana en Soledar y si cae Bakhmut, hay una pregunta inmediata: ¿Cuál será la reacción de los aliados del presidente Volodímir Zelenski en Washington, Londres y Bruselas?
En los últimos días, estadounidenses, franceses, alemanes y británicos se han comprometido a enviar carros de combate ligeros a Ucrania, claves para romper la guerra de posiciones en que se había convertido la contienda. Los polacos acaban de comprometer también el envío de tanques Leopard, según dijo su presidente, Andrzej Duda, en una visita esta semana a la ciudad ucraniana de Lvov. Duda subrayó a Zelenski que Varsovia está lista para realizar esta aportación "en el marco de una coalición internacional".
El despacho de este tipo de armamento, tanques de una extraordinaria movilidad que han demostrado su capacidad de fuego y maniobra en escenarios como Irak, hasta ahora era evitado en los suministros de armas a Ucrania. Su envío en estos momentos parece reafirmar la preparación de una contraofensiva, esta vez ucraniana, también a gran escala.
Pero con una brecha abierta en el Donetsk quizá los socios de Kiev se planteen también incrementar sus esfuerzos bélicos "indirectos". Ese término utilizado por el líder polaco, "coalición internacional", para coordinar y amparar políticamente el envío de armas hasta ahora evitadas para su uso en Ucrania, puede ser muy inquietante precisamente ahora.
Ya Moscú ha advertido a Bruselas y Washington sobre la creciente implicación occidental en el conflicto. Incluso ha acusado a Estados Unidos y la OTAN de desplegar militares sobre el terreno, en la propia Ucrania, entre ellos los mandos que están formando soldados ucranianos en diversas bases de la Alianza Atlántica en el este de Europa.
Quizá la pista la dio Zelenski este miércoles, cuando instó a la OTAN a comprometerse más con Ucrania. El presidente ucraniano recordó que Kiev pidió el ingreso en la Alianza por la vía rápida ya en septiembre pasado y señaló que esperaba "resultados tangibles" ante la próxima cumbre de la OTAN en Vilnius, en julio. Cualquier avance en ese sentido, sin embargo, sería un paso sin retorno hacia la confrontación militar directa entre Bruselas y Moscú, precisamente la estrategia principal de Zelenski.
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