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Actualizado:La ola de quemas de Corán por parte de simpatizantes de la ultraderecha en los países escandinavos no cesa. Suecia y Dinamarca han elevado el nivel de amenaza al segundo más alto. Una decena de países musulmanes han reaccionado protagonizando multitudinarias protestas.
Copenhague ha presentado un proyecto de ley para prohibir la destrucción de libros religiosos. Y Turquía coquetea con utilizar este episodio para retrasar, una vez más, la entrada de Suecia en la Alianza Atlántica.
Las imágenes del libro más sagrado de los musulmanes ardiendo en lugares públicos comenzaron hace unos meses en Suecia. Y ya han llegado a la vecina Dinamarca y a otras capitales europeas como Ámsterdam.
Los altercados en Suecia, la "situación de seguridad más grave del país desde la Segunda Guerra Mundial"
En el marco de esta inestabilidad que se prolonga en las calles suecas desde hace meses, el primer ministro Ulf Kristersson llegó a referirse a los altercados como la "situación de seguridad más grave del país desde la Segunda Guerra Mundial".
Estas acciones de proliferación a los símbolos religiosos han desatado una fuerte denuncia en el mundo islámico. Decenas de países han protestado y se han protagonizado manifestaciones masivas en las calles de Pakistán, Irán, Irak o Arabia Saudí, lo que ha provocado choques diplomáticas y llamadas de embajadores europeos. Los Gobiernos suecos y daneses habían censurado los actos islamófobos, pero se habían amparado en que están permitidos por el marco legal.
Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea, condenó hace unas semanas estos actos que incitan al "odio" y la "intolerancia". Los calificó de "ofensivos" y de una "clara provocación". "Las expresiones de racismo, xenofobia o intolerancia no tienen cabida en la Unión Europea", sentenció a través de un comunicado, según medios locales.
"Seguimos defendiendo la libertad de religión o de creencias y la libertad de expresión tanto en el extranjero como en la UE, pero no todo lo que es legal es ético", agregó poco después su portavoz Nabila Massrali.
Todo ello reabre el debate sobre los límites de la libertad de expresión. Suecia y Dinamarca no cuentan con leyes contra la blasfemia. Pero el Ejecutivo danés que encabeza la socialdemócrata Mette Frederiksen presentó el viernes una propuesta de ley para castigar con multas y hasta dos años de cárcel la quema de textos sagrados como el Corán, la Biblia o la Torá en lugares públicos. Una acción que defiende como "limitada" y controlada para no poner en peligro la sacrosanta libertad de expresión de los nórdicos.
Quién está detrás
Los hechos se han atribuido a individuos particulares de ultraderecha. Uno de los nombres que más ha salido a la palestra es el de Salwan Momika, un refugiado iraquí que cuenta con asilo político en Suecia. La suya ha sido la cara más visible tras pisotear y quemar en varias ocasiones el libro sagrado en diferentes puntos de la capital sueca.
Los hechos se han atribuido a individuos particulares de ultraderecha
Momika, que se ha amparado en la "libertad de expresión" para llevar a cabo estos actos, ha reconocido públicamente su simpatía por el partido ultra Demócratas Suecos, que en las últimas elecciones fue la segunda fuerza más votada del país.
En tierras danesas, el extremista de nacionalidad danesa-sueca Rasmus Paluda, líder del partido xenófobo Línea Dura, lleva años perpetrando actos contra los símbolos musulmanes. Abiertamente antiinmigración suma más de un lustro protagonizando eventos y discursos contra el Islam y contra la acogida de refugiados.
Entrada en la OTAN
Turquía utiliza los altercados para retrasar, una vez más, la entrada de Suecia en la OTAN
Los ataques contra el Corán fueron uno de los pretextos que el presidente turco Recep Tayyip Erdogan utilizó para bloquear la puerta de Suecia a la Alianza Atlántica. "Suecia, ¡ni se molesten! Mientras permitan que se queme y desgarre mi libro sagrado, el Corán, y lo hagan junto con sus fuerzas de seguridad, no diremos 'sí' a su entrada en la OTAN", afirmó el mandatario en febrero.
Todo se ello se tradujo en una tensión sociopolítica en el país nórdico. Su primer ministro llegó a calificar a las personas detrás de estos actos como "tontos útiles" de potencias extranjeras para frenar el ingreso del país en el foro militar. Fuentes aliadas apuntaban también a una posible mano negra de "actores interesados" en detener la expansión de la Alianza.
Finalmente, el reelecto Erdogan avaló políticamente el acceso sueco a los cuarteles generales en la cumbre de Vilna celebrada el pasado julio. No sin obtener importantes concesiones como un endurecimiento de las leyes antiterroristas o la extradición de algunos combatientes del grupo kurdo PKK.
Pero la Asamblea turca todavía no lo ha ratificado. Tampoco lo ha hecho el Parlamento húngaro. El beneplácito turco se esperaba para este otoño, cuando se reanude la actividad parlamentaria, pero la continuidad de los hechos en las ciudades suecas amenaza con postergar todavía más la decisión.
"La membresía de Suecia a la OTAN está directamente relacionada con el cumplimiento de sus obligaciones. Primero debe solucionar los problemas en las calles de Estocolmo", advirtió el mandatario recientemente en declaraciones que recoge la televisión estatal.
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