bruselas
Es la gran pregunta que sobrevuela la UE: ¿Está Rusia preparando una nueva intervención militar en Ucrania? Nadie lo sabe. Y esa es, precisamente, una de las grandes virtudes de Vladimir Putin: jugar a la incógnita y a ser impredecible. Sin embargo, las informaciones que llegan a Bruselas no hacen anticipar algo positivo. Las agencias de seguridad de Estados Unidos y Ucrania han trasladado a los europeos que durante las últimas semanas, el Kremlin ha movilizado una cantidad de soldados rusos sin precedentes en el Donbás. Podrían ser más de 100.000 efectivos.
Los tambores de una nueva guerra a las puertas de la UE durante en las próximas semanas se redoblan. Podría ser el conflicto geopolítico del invierno. Bruselas teme que el presidente ruso provoque una nueva invasión militar en Ucrania para revertir el conflicto encallado desde la anexión de Crimea en 2014 a su favor. Los europeos no han tardado en movilizarse. De mano de la OTAN, han advertido a Moscú de que tal movimiento acarrearía un "gran coste" a nivel político y económico. La Alianza Atlántica no tiene capacidad ni competencias para aprobar sanciones económicas, pero sí cada uno de sus 29 miembros de forma individual y coordinada. Poca duda cabe de que de producirse, Rusia afrontaría una nueva ofensiva financiera y geopolítica que la dejaría más aislada en el contexto global.
La crisis de hace siete años no se saldó, sin embargo, con una intervención de la OTAN. Por su parte, la Unión Europea sí impone numerosas sanciones a Rusia por ello. A pesar de las negaciones del Kremlin, las medidas restrictivas han tenido impacto sobre la economía rusa, pero no han conseguido su principal objetivo: disuadirle de tentaciones bélicas y encaminar las relaciones con Occidente a través de alcanzar una solución dialogada y pacífica en el territorio ucraniano.
El Kremlin ha movilizado una cantidad de soldados rusos sin precedentes en el Donbás
La tibieza de los aliados a la hora de responder a la invasión de Crimea emana de un factor fundamental: Kiev, aunque es aliado estratégico, no es miembro ni de la UE ni de la OTAN. De ser así, Bruselas y Washington se habrían visto empujados a reaccionar de forma mucho más contundente. El núcleo duro de la OTAN es su Artículo 5: si un país de la alianza es atacado, lo son todos. Y, en consecuencia, todos deben actuar. Se invocó por primera y única vez durante los atentados del 11 de septiembre, que provocaron la intervención internacional en Afganistán. La más longeva, y, probablemente, la más fallida de la historia aliada. Por todo ello, uno de los grandes propósitos de Putin es evitar la entrada de Ucrania a estos dos foros.
De momento, la respuesta de Occidente a la creciente tensión y rumores recuerda a la efectuada por la Administración Carter ante el preludio de una invasión soviética a Polonia en 1980, cuando Putin sumaba su quinto año en la KGB: evitar el factor sorpresa, cerrar filas con el país amenazado y advertir de las graves consecuencias que tendría. Por aquel entonces fue suficiente, pero la situación actual desprende gran incertidumbre, temor y nerviosismo en los pasillos de Bruselas. El foro que dirige Jens Stoltenberg lo ha dicho con contundencia: "Cualquier agresión de Rusia contra Ucrania conllevará un precio muy alto".
¿Por qué ahora?
Es la segunda vez en lo que va de año que existe un movimiento "inusual" y "sin precedentes" de fuerzas rusas las fronteras ucranianas. Todo ello llega en un momento en el que la relación de Occidente y el Kremlin está bajo mínimos. El denominador común es la desconfianza. Tras años de sanciones, acusaciones y provocaciones, Rusia ha retirado su misión de la OTAN, poniendo fin a uno de los pocos canales de diálogo que quedaban abiertos.
Además, la amenaza bélica se produce en un momento de volatilidad en las fronteras europeas, bajo el yugo "de la guerra híbrida" desatada por el presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, en las aproximaciones de Polonia, Letonia y Lituania. De hecho, hay quienes sugieren que la crisis bielorrusa está de alguna forma confeccionada en Moscú para distraer la atención de los movimientos en Ucrania. La otra arteria es el momentum de debilidad de la Alianza, que quedó maltrecha tras su precipitada y turbulenta retirada de Afganistán tras 20 años de misión. Una flaqueza que podría aprovechar el propio Putin.
¿Por qué podría una invasión ser peor en 2021 que en 2014?
Desde Crimea, la OTAN se ha rearmado multiplicando sus capacidades. También ha movilizado a muchas más tropas a las fronteras bálticas con el objetivo de enseñar los dientes y desincentivar una inclusión militar de una Rusia de la que no se fían. Sin embargo, en un mundo cada vez más volátil e inestable que encadena crisis tras crisis, los aliados no quieren una guerra. Probablemente tampoco esté en los intereses rusos, pero un paso en falso en un contexto tan incendiado podría desatar consecuencias impredecibles. También el Ejército ucraniano ha fortalecido su brazo militar. Un conflicto bélico conllevaría importantes consecuencias humanas y materiales. En los últimos siete años, la guerra en Ucrania se ha llevado por delante la vida de más de 13.000 personas.
También el Ejército ucraniano ha fortalecido su brazo militar
Otro factor a tener en cuenta es cómo Rusia ha ido ganando influencia global en los últimos años. Ante los problemas domésticos internos o la crisis económica, Moscú ha apostado por expandir su influencia en los Balcanes, Siria o Libia, convirtiéndose en un actor fundamental en zonas convulsas y con intereses y consecuencias directas para Bruselas. "Si Occidente no hace grandes esfuerzos para contener la coerción militar de Rusia, no existe una garantía de que Rusia no irá más allá de Ucrania", señala Gustav Gressel, del Consejo Europeo de Relaciones Internacionales.
El Putin de 2021 no es el de 2014 y una incursión bélica a las puertas de la UE dejaría al bloque comunitario en una situación muy complicada. Los aliados serían forzados a responder con vehemencia, tal y como han prometido, para no perder credibilidad internacional y quedar debilitado frente a un líder ruso con progresiva confianza en que podrá lidiar con las consecuencias geopolíticas que producen sus actos. Pero por el otro lado, este ejercicio de funambulismo también pasa por evitar una guerra abierta y directa con Rusia, que no está en interés de nadie.
Así, el escenario que toma más fuerza es el de una potencial ofensiva limitada en el Donbás, que serviría a Putin para recordar a Kiev que sigue estando presente y para medir la capacidad de respuesta de Occidente. Tensando la cuerda, pero no rompiéndola del todo.
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