Este artículo se publicó hace 4 años.
Referendum Nueva CaledoniaNueva Caledonia decide si se independiza de Francia bajo un ambiente crispado
Los habitantes de esta excolonia francesa del Pacífico deciden este domingo si quieren emanciparse de Francia. El "No" a la independencia parte como opción favorita en una consulta que tiene lugar tras una campaña crispada.
París-
Nueva Caledonia decide este domingo si quiere emanciparse de Francia. Es el segundo referéndum de independencia que se celebra desde 2018 en esta excolonia francesa, inmersa en un singular proceso de descolonización desde 1988. Unos 181.000 electores son convocados a las urnas para determinar el futuro de este archipiélago del Pacífico, situado a más de 1.500 kilómetros al este de Australia y a unos 17.000 de París. Responderán a la misma pregunta que hace dos años: "¿Quiere que Nueva Caledonia acceda a la plena soberanía y se convierta en independiente?".
Sin embargo, esta vez la votación se celebra bajo un ambiente más tenso que el de hace dos años. "El resultado del primer referéndum dio miedo a los no independentista y esto ha hecho que ahora impulsen una campaña más dura y activa", explica a Público Pierre-Christophe Pantz, doctor en geopolítica e investigador en un laboratorio universitario en la capital Numea. El "No" a la independencia se impuso con el 56,7% de los votos en noviembre de 2018. Pese haber obtenido el 43,3%, el pueblo autóctono de los canacos, que representan el 40% de la población, vivió ese escrutinio como una "derrota victoriosa". Lograron desmentir todos los sondeos que les concedían menos del 40% de los sufragios.
El contexto político local se crispó un poco más después de que los partidos independentistas se hicieran con el control del Congreso neocaledoniano tras las elecciones provinciales (equivalente de las autonómicas) de mayo de 2019. Además, los partidarios del "No" se unieron en torno a una coalición "lealista" de partidos conservadores, de la que también forma parte el ultraderechista Reagrupación Nacional, la formación de Marine Le Pen.
"Hay una verdadera polarización entre los partidos lealistas y los independentistas, en los últimos años se han alejado unos de otros en el tablero político", recuerda Pantz. Este experto de la política local precisa que las formaciones partidarias de la unidad con Francia se inclinan más hacia la derecha, mientras que los independentistas son más de izquierdas. "Para los soberanistas, la independencia no solo representa un derecho, sino que también es sinónima de justica a nivel social, económico y medioambiental", afirma la antropóloga Isabelle Leblic, que forma parte de la Asociación de Información y Derechos del Pueblo Canaco.
"La situación es cada vez más tensa"
"La mayoría de expertos coinciden en que el "No" parte como opción favorita"
"La situación política en Nueva Caledonia es cada vez más tensa desde hace dos años, porque sus habitantes han dejado de hablar sobre cómo vivir conjuntamente y ahora solo se dedican a preparar su bloque para lograr una mayoría en su favor", lamenta René Dosière, un exdiputado socialista francés que ejerció como ponente parlamentario del estatuto del archipiélago y que es un muy buen conocedor de su realidad local. Aunque prácticamente no se hicieron sondeos, la mayoría de expertos coinciden en que el "No" parte como opción favorita. Los independentistas se conformarían con mejorar su resultado de 2018, con la mirada puesta a un tercer referéndum que podría celebrarse como muy tarde en otoño de 2022.
Pese a esta aparente falta de incertidumbre, los últimos meses han sido convulsos en el archipiélago. Tras haber realizado hace dos años una campaña poco épica y basada en argumentos económicos, los no independentistas apuestan ahora por el nacionalismo francés. Llenaron sus octavillas y mítines de banderas tricolores y la Marsellesa suena en sus anuncios televisivos. El uso de estos símbolos nacionales en documentos oficiales de campaña suele estar bastante restringido en Francia y los independentistas canacos lo denunciaron al considerar que derogaba el código electoral. "Se trata de una serie de comportamientos provocativos", critica Leblic, que trabaja como investigadora en París en el prestigioso CNRS. Pero las autoridades francesas hicieron la vista gorda.
Esta división creciente desembocó en una serie de enfrentamientos violentos durante el verano. La coalición "El futuro en confianza" —principal formación no independentista— celebró el 14 de julio (día nacional en Francia) desplegando una lona gigante con los colores de la bandera francesa en el edificio gubernamental de la Provincia Sur, dirigida por los no independentistas. Pero un grupo tradicional de autóctonos terminó incendiando esa lona. Unas semanas después también se vería amenazado por un fuego voluntario el Senado tradicional de los canacos en Numea.
Aunque se trató de hechos aislados, estos recordaron los peores episodios de los ochenta cuando en Nueva Caledonia estuvo a punto de estallar una guerra civil entre los canacos y los franceses metropolitanos. Entonces, esos enfrentamientos se terminaron con los Acuerdos de Matignon de 1988 y Numea de 1998. Lo que supuso el inicio del proceso de descolonización de un archipiélago ocupado por los franceses desde 1853, bajo el imperio de Napoleón III.
Rol discreto del gobierno francés
Además, la campaña por el segundo referéndum se vio alterada por las protestas contra la posible venta de una industria de níquel propiedad del grupo brasileño Vale. Nueva Caledonia posee un 20% de las reservas mundiales de níquel. Sus minas de este mineral indispensable para la industria del acero inoxidable y la fabricación de teléfonos móviles explican el valor estratégico de este archipiélago, con solo 300.000 habitantes y una extensión cuatro veces más grande que la de las Baleares. Mientras que las autoridades francesas no quieren perder esta riqueza, los independentistas confían en ella para garantizar la prosperidad de un hipotético Estado independiente, al que bautizarían como Kanaky.
Según los acuerdos de descolonización, el Estado francés debe ejercer como árbitro de este proceso de autodeterminación. Pero es evidente que las autoridades galas desean conservar el control de este territorio, lo que les garantiza una presencia militar y geopolítica estratégica en el Pacífico. Tras haber seguido muy de cerca el referéndum de 2018 —el entonces primer ministro Édouard Philippe llegó a desplazarse al archipiélago el día después de la votación—, el gobierno francés ha mantenido ahora un rol muy discreto. El actual premier francés Jean Castex, que en julio reemplazó a Philippe, "no parece conocer gran cosa sobre Nueva Caledonia y no se ha implicado en su organización", sostiene Dosière.
París confía en que se cumplan los pronósticos y Nueva Caledonia reitere su rechazo a la independencia. "No creo que se produzca ninguna sorpresa electoral, ya que los dos bloques se han mantenido estables en los comicios provinciales de los últimos 30 años", explica Pantz. "Algunos temen que aquellos canacos que votaron que sí en 2018 ahora cambien su voto, ya que no se para de presionarles con los supuestos peligros que supondría la independencia, como la negativa de las autoridades francesas a facilitarles la doble nacionalidad", recuerda Leblic.
Ejemplo para otros movimientos soberanistas franceses
Las escasas opciones del "Sí" podrían depender de un aumento de la participación. Pero hace dos años ya fueron a votar más del 80% de los electores y los expertos consideran que se mantendrán estos elevados niveles de participación. Nueva Caledonia es uno de los pocos territorios en el planeta que prácticamente no se han visto afectados por el Covid-19. La incidencia de la pandemia en la votación debería ser mínima. Desde el inicio de la crisis sanitaria, se detectaron menos de 30 positivos en el archipiélago. Aunque las restricciones escasean en su interior, sí que se obliga a los recién llegados a aislarse durante dos semanas en un hotel. Y sus fronteras estarán cerradas hasta marzo del año que viene.
"Independientemente del resultado, Nueva Caledonia mantendrá su vinculación con Francia", asegura Dosière, quien recuerda que el archipiélago "ya no es una colonia, sino un territorio que comparte su soberanía" con el Estado francés. A diferencia de otros territorios que Francia conserva de su legado colonial, como las islas antillanas de Guadalupe y Martinica o la Guayana, Nueva Caledonia dispone de un estatus propio y distinto del resto. Su gobierno regional posee prácticamente todas las competencias, excepto en materia de moneda, seguridad, defensa militar y representación internacional.
Otros territorios de ultramar y movimientos regionalistas franceses siguen con interés el proceso de descolonización de este archipiélago del Pacífico. Es el caso de la Polinesia francesa, pero también de Córcega, donde los soberanistas corsos dirigen el gobierno regional desde 2015. Además de esta isla del Mediterráneo, en la última década las reivindicaciones regionalistas también progresaron en Bretaña, sobre todo a nivel cultural. Ambas regiones francesas disponen, sin embargo, de una autonomía y un reconocimiento muy inferiores a los de las nacionalidades históricas en España.
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