Enrocado en el genocidio de Gaza, la destrucción del Líbano y la anulación de Irán como rival en Oriente Medio, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ignora las llamadas internacionales a un alto el fuego, desoye a su titular de Defensa, Yoav Gallant, que pide una tregua para liberar a los rehenes israelíes, y apuesta por la guerra como única forma de imponer la hegemonía de Israel en la región, sin contar con el sufrimiento de palestinos y libaneses.
"Lo que está pasando en Oriente Medio indica que hemos perdido la humanidad", señaló este lunes el alto representante de la Unión Europea para la Política Exterior, Josep Borrell, en una entrevista en la radio pública española en la que reconoció que se está produciendo en Gaza "una de las crisis humanitarias más graves" desde la Segunda Guerra Mundial.
Borrell pidió "medidas coercitivas" sobre Israel para detener la "dantesca" situación en Gaza, pero Estados Unidos y los aliados europeos de Tel Aviv, con Alemania al frente, siguen mirando a un lado ante la catástrofe humanitaria y, en su doble rasero, se rasgan las vestiduras, pero no ceden a la hora de armar al Ejército judío.
El presidente estadounidense, Joe Biden, volvió a insistir este lunes en la necesidad de detener la contienda, al depositar su voto anticipado en las elecciones presidenciales estadounidenses en Wilmington (Delaware).
"Necesitamos un alto el fuego. Necesitamos detener esta guerra. Tiene que parar, tiene que parar, tiene que parar", insistió Biden, a quien Netanyahu hace ya tiempo que hace el caso justo, seguro de que, pese a las masacres israelíes, no dejará de proveer de armas a Tel Aviv.
El hambre como arma
Como eco de las palabras sin compromiso de Biden, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Medio (UNRWA) recordó que en Gaza el hambre y la privación de alimentos a la población "se están usando como arma de guerra".
Y "nada puede justificar matar de hambre a una población entera", aunque ello no acabe de "remover las conciencias del mundo entero", agregó la UNRWA en la red social X. Cerca de 1,8 millones de gazatíes pasan ya hambre y 133.000 de ellos "a niveles catastróficos", según UNRWA.
Los ministros israelíes ultraderechistas Bezalel Smotrich e Itamar Ben Gvir ya defendieron el uso de la hambruna como arma de guerra. En agosto, Smotrich llegó a decir que sería "moral" matar de hambre a los 2,3 millones de habitantes de Gaza hasta que Hamás liberara a los rehenes israelíes.
Más de 43.000 palestinos asesinados y 101.000 heridos
Aunque la desnutrición y hambre, sobre todo entre los niños, crece día a día en Gaza, los fallecidos por esas causas o por infecciones no se incluyen en las cifras oficiales de muertos por la guerra. Son ya más de 43.000 los palestinos asesinados en Gaza por las bombas israelíes desde que empezó la guerra el 7 de octubre del año pasado y 101.000 los heridos.
Que los muertos registrados oficialmente por el Ministerio de Sanidad gazatí (según la propia ONU hay al menos 10.000 más bajo los escombros) sean casi la mitad del número de heridos lo dice todo sobre la ferocidad de la masacre llevada a cabo por Israel. Que el 69% de las víctimas mortales sean mujeres y niños subraya si cabe más su carácter genocida.
Solo en las últimas 48 horas, las bombas israelíes causaron un centenar de muertos en Gaza, sobre todo en el norte de la Franja, donde Israel lleva veinte días de una nueva ofensiva, especialmente sobre refugios, escuelas donde se hacinan los desplazados y hospitales.
Netanyahu ignora las llamadas al alto el fuego
Pese a la catástrofe humanitaria, Netanyahu insiste en desoír las llamadas internacionales, ni siquiera de su amigo Biden, a favor de una tregua para salvar a las pocas decenas de rehenes israelíes aún vivos en los túneles de Gaza.
La última propuesta de alto el fuego ha venido de Egipto, mediador entre Hamás e Israel. Esa petición del presidente egipcio, Abdelfatah al Sisi, reclama una tregua de 48 horas a fin de que Hamás libere a cuatro rehenes israelíes, de los 60 que puede tener el grupo islamista en cautividad, a cambio de excarcelar a presos palestinos.
La semana pasada, el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, realizó una gira por Oriente Medio para moderar la respuesta armada israelí a Irán por sus bombardeos del 1 de octubre, y que finalmente se produjo este sábado, pero también para empujar a los israelíes a negociar la liberación de los cautivos de Hamás.
Si bien Blinken tuvo relativo éxito para que Israel no desatara una represalia desmesurada sobre Irán y limitara sus ataques a objetivos bélicos, de momento no han dado fruto sus esfuerzos para que los enviados de Netanyahu negocien de nuevo con Hamás.
Estas milicias lanzaron el 7 de octubre de 2023 una incursión masiva desde Gaza y sobre territorio israelí, donde asesinaron a 1.200 personas y secuestraron a 251. En represalia, Israel atacó y bombardeó Gaza. Tras la liberación de un centenar de esos rehenes en noviembre pasado, en una tregua de una semana, se sucedieron las negociaciones, pero el propio Netanyahu se encargó de dinamitarlas una a una.
Netanyahu no contempla la liberación de los rehenes y Gallant protesta
El primer ministro israelí ha utilizado la guerra en Gaza, la invasión del Líbano y la bandera de los rehenes en manos de Hamás para fortalecerse en el poder y tratar de completar su hoja de ruta en Oriente Medio, que incluye la práctica aniquilación de Gaza –y su posible anexión a Israel–, la destrucción de Hizbulá en territorio libanés y la anulación de Irán como contrincante regional.
Para ello, Israel ha acabado con los líderes de Hamás y Hizbulá, y sus sucesores. El reciente asesinato del nuevo dirigente de Hamás, Yahya Sinwar, quien sucedió a Ismail Haniya, ejecutado por Israel en Teherán, había abierto las esperanzas de que Netanyahu parara su ordalía de sangre y se abriera a negociar una tregua. No ha sido así, pese a las presiones de sus aliados estadounidenses y a las crecientes dudas en su Gobierno y la cúpula militar, como ocurrió con Gallant.
El ministro de Defensa había tenido disensiones con Netanyahu desde hacía meses. En agosto, Gallant calificó de "galimatías" el objetivo del primer ministro de lograr una "victoria absoluta" sobre Hamás. Netanyahu lo acusó de seguir "la narrativa antiisraelí".
El bombardeo del Líbano y su invasión el 1 de octubre fortalecieron a Netanyahu, pero no se cerró la brecha. Gallant vuelve a dudar de que todos esos objetivos bélicos puedan alcanzarse solamente con la presión militar.
El domingo, el militar israelí advirtió de que la guerra no lo podrá todo y que serán necesarios "compromisos dolorosos", si se quiere retornar los rehenes vivos y los cerca de cuarenta cuerpos que estarían en poder de Hamás. En una carta al Gobierno, Gallant afirmó que la guerra se estaba dirigiendo "sin brújula".
Según Gallant, los golpes asestados por Israel a las milicias proiraníes de Hizbulá en el Líbano y a Hamás en Gaza han dejado a Irán sin dos aliados clave en la región. En el caso de la formación palestina, Gallant aseguró que Hamás ya no funciona como una red militar en Gaza y era necesario encontrar una alternativa política a esta organización. En el caso de Hizbulá, los ataques israelíes han eliminado su cúpula militar y su capacidad para bombardear masivamente Israel.
"Ya no son una herramienta eficaz" para Irán, aseguró Gallant, quien pidió nuevos objetivos en la estrategia de Israel.
Irán en la mirilla
Pero Netanyahu no da su brazo a torcer en su desaforada apuesta por la guerra para remodelar el sistema de seguridad en Oriente Medio y recuerda que el frente bélico abierto con Irán aún no estaba cerrado.
Tras subrayar el domingo que el ataque israelí del sábado había dañado la capacidad defensiva y de producción de misiles de Irán, Netanyahu lanzó este lunes una velada amenaza cargada de misticismo. "Nuestra respuesta a ellos, precisamente en este lugar, es tajante y clara: la luz vencerá a las tinieblas, el bien prevalecerá sobre el mal", aseveró en un homenaje a los caídos en el Parlamento israelí.
A poco más de una semana de las elecciones presidenciales estadounidenses, Netanyahu estaba indicando que los objetivos bélicos de Tel Aviv no se reducían a la aniquilación de Hamás, la debilitación de Hizbulá o el retorno de los rehenes retenidos en Gaza. Para Netanyahu, Irán sigue siendo el enemigo a abatir.
Esta obstinación con Irán y el peligro de que Oriente Medio pueda arder en un conflicto sin límites si Teherán devuelve el golpe preocupa mucho a la Casa Blanca y marcará la política exterior del nuevo presidente estadounidense.
Por eso ahora Netanyahu espera acontecimientos en Washington para saber el grado de apoyo que puede tener en una futura conflagración con Teherán. Y por la misma razón, prefiere seguir presionando militarmente en el Líbano y Gaza, campos traseros de la confrontación con Irán.
En el terreno de lo impensable
El ministro de Exteriores español, Manuel Albares, dibujó este lunes el panorama con precisión: un eventual enfrentamiento abierto entre Israel e Irán "nos llevaría al terreno de lo impensable", si las cosas se acaban yendo de las manos.
Porque según Albares, "nada indica que Netanyahu vaya a cejar en su empeño militar" ni que la guerra termine pronto, de ahí la necesidad de incidir en un alto el fuego.
De igual forma se expresó Borrell, para quien, aunque las presiones internacionales han moderado la respuesta israelí a Irán y posiblemente limiten una eventual nueva represalia iraní, "la historia no se ha acabado".
"Mientras siga la guerra en Gaza y el Líbano, viviremos al borde de una chispa que puede provocar un incendio mayor", dijo el jefe de la diplomacia europea.
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