Buenos aires
Actualizado:La figura de Javier Milei trae entre tantas novedades la de colocar lo religioso y lo místico en un primer plano de la agenda: en su campaña, sus redes, su discurso de toma del poder, su primer viaje tras ganar las elecciones o su primer acto público ya como presidente de Argentina. Su historia parte de ser un desconocido que desde niño sufrió violencia familiar, un joven más bien solitario y algo friki al que apodaron "el Loco" y, finalmente, ser nombrado presidente (pasando por el Parlamento, al que llegó como una fuerza muy minoritaria). Está estructurado, de hecho, en torno a esa cita bíblica que volvió eslogan, bandera y gorra: "la victoria para la batalla no depende de la cantidad de soldados, sino de las fuerzas que vienen del cielo".
Esa narrativa religiosa pasó a ser, de repente, un sustento explicativo de políticas de Gobierno, como las primeras y brutales medidas económicas: "Jamás la noche pudo vencer al día, no maldigamos la oscuridad", mencionó Milei como sus primeras y al momento únicas palabras para justificar el "ajuste hiperortodoxo" y el "esfuerzo enorme" que vino a imponer.
Símbolos
"No es casualidad que esta inauguración presidencial ocurra durante la fiesta de Janucá, ya que la misma celebra la verdadera esencia de la libertad", apuntó Milei en su discurso de toma del poder. Unos días después, se transformó en el primer presidente que asistió a la celebración que organiza todos los años en una plaza de Recoleta Jabad Lubavitch Argentina, un sector conservador minoritario en el país, pero con integrantes de fuerte peso empresarial y financiero. Uno de ellos, Eduardo Elsztain, dueño entre muchas otras cosas de IRSA que, además de tiendas, posee edificios y hoteles como el Libertador, donde Milei montó sus bunkers y donde vive desde hace un par de meses (estará allí hasta que termine las reformas en Olivos para sus perros).
Antes, había viajado a Estados Unidos a cumplir una promesa: ir a la tumba neoyorquina del rabino Menachem Mendel Schneerson, conocido como "el rebe de Lubavitch" y considerado milagroso. Fue "a dar las gracias por el lugar que le ha dado Hashem", de lo cual se informó oficialmente, usando el término hebreo para definir a Dios. En ese mismo viaje, se presentó ante funcionarios del FMI, la Casa Blanca y el Tesoro estadounidense. Además de quien sería su ministro de Economía, Luis Toto Caputo, y del embajador de Estados Unidos, Marc Stanley, lo acompañó el designado embajador en Estados Unidos, Gerardo Werthein, integrante de otra familia empresaria de la comunidad judía local aportante de Jabad Lubavitch.
Religión, misticismo, negocios, programas económicos y aliados estratégicos comenzaban a presentarse unidos ya antes de la toma de poder.
Religión y Estado juntos
No es novedad en la historia ni en la región: hay un componente religioso, que adquiere tintes místicos y mesiánicos, que motoriza a las nuevas derechas, del tipo de la que ha llegado al poder en la Argentina. Bolsonaro en Brasil y su fe evangélica es el ejemplo más cercano -con los tres poderes cubiertos: nombró en el Supremo Tribunal Federal a un juez "terriblemente evangélico", el pastor André Mendonca, y en el Congreso se expandió el poderoso Frente Parlamentario Evangélico-. Pero también es posible citar al Movimiento Apostólico de Schönstatt impulsado por José Antonio Kast en Chile, al actor mexicano candidato a presidente Eduardo Verástegui, ultracatólico y de ultraderecha, que vino a la toma de poder y le regaló a Milei un manto de la Virgen de Guadalupe.
Ampliando el mapa está el acercamiento estratégico de Donald Trump al evangelismo latino, en España, Vox con el Opus y su "Dios, Patria y Familia", entre otros ejemplos. Pueden ser judíos, católicos o evangélicos, todos coinciden en una matriz: la adscripción religiosa parte de las ramas más conservadoras de cada culto, para desembocar en un sostén místico la llegada del líder mesiánico al poder y desplegar una matriz de extrema derecha.
"Lo que hacen estos personajes es una especie de sincretismo religioso conservador. No necesariamente adscriben a una sola vertiente religiosa, sino que van tomando lo más conservador de cada una", dice el sociólogo Ariel Goldstein, que estudió el tema y lo despliega en libros como Poder evangélico, Cómo los grupos religiosos están copando la política en América, La reconquista autoritaria y Cómo la derecha global amenaza la democracia en América Latina.
Al observar el modo en el que Milei comienza a justificar sus medidas económicas neoliberales con un discurso religioso unido al técnico ("Pagarás el pan con el sudor de tu frente", ha dicho también), recuerda la frase bíblica que también repetía Bolsonaro en su campaña y en su presidencia, como un mantra: "Conocerán la verdad y la verdad los liberará". Al igual que Milei -que juró por los Santos Evangelios- Bolsonaro es un católico que tuvo una conversión, en su caso al evangelismo.
¿Qué ocurre con el perro?
El recorrido místico de Javier Milei es sin embargo más complejo porque incluye una suerte de mandato divino dictado por los perros que hoy están grabados en el bastón presidencial, y en el que también tiene un rol protagónico su hermana Karina, el Jefe, de quien el presidente ha dicho entre lágrimas en una entrevista televisiva: "Kari es Moisés y yo soy el que divulga. Soy sólo un divulgador, ella es el Mesías".
La conversión
¿Y cómo aparecen el judaísmo y los milagros entre mensajes de perros vivos y muertos?
Fue más atrás en el tiempo, cuando Milei llegó a Axel Wahnish (el mismo que habló en la ceremonia interreligiosa del Tedeum el día de la toma de poder y que, sin experiencia diplomática alguna y en su condición de rabino, iría a ocupar una de las embajadas más calientes del planeta, la de Israel, en plena guerra y con la misión de mover la sede de Tel Aviv a Palestina).
Wahnish se convirtió en el guía espiritual de Milei, comenzó a recibir sus visitas asiduas en el centro Acilba de la calle Borges, sus llamadas a todas horas, sus consultas sobre todos los temas, incluso sobre cómo encarar una campaña política cuando se decidió a dar ese paso. A reclamarle y a obtener, a fin de cuentas, apoyo. De esos encuentros enigmáticos, a Milei le llegó el mismo mensaje que le daban sus perros. O bien hizo la misma interpretación: estaba llamado a encabezar un movimiento liberador en la Argentina.
Integrante de la comunidad judeo-marroquí (sefaradí), Wahnish fue quien a su vez acercó a Milei a la comunidad Jabad Lubavitch, con origen en Nueva York y estrecho vínculo con Wall Street. Fuertemente mesiánicos, son a su vez cuestionados por la rama más ortodoxa del judaísmo, que rechaza su adoración a una figura como la de su rabino, así como su negativa a considerar a Israel la tierra prometida.
"Milei ve en este sector del judaísmo un vínculo con el dinero que hoy el catolicismo, sobre todo vía Francisco, desprecia. El anarcocapitalismo que él viene a proponer cuadra perfectamente al lado de estas versiones del judaísmo, que ofrecen un espacio libre de culpa del capitalismo", analiza Jorge Elbaum.
Desde sectores progresistas como Meretz Argentina, intelectuales y referentes ya han lanzado pronunciamientos repudiando el "uso político del judaísmo, sus textos y sus símbolos". Aunque dentro de la comunidad hay también quienes "desdramatizan" este acercamiento de Milei al judaísmo: lo ven más como alguien que está tras una búsqueda espiritual, y recaló en el judaísmo en una especie de coyuntura. El problema, admiten también, es el uso que se hace de esta circunstancia. Y las consecuencias que puede tener.
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