madrid
El fosfato es el oro del Sáhara y Marruecos lo sabe. La ocupación del territorio por parte del régimen de Mohamed VI se sustenta, en buena medida, en los intereses económicos que los alauitas tienen en este codiciado mineral, con el que se fabrican ingentes cantidades de fertilizantes para uso agrícola. En los últimos años, el extractivismo ilegal de Rabat no ha hecho otra cosa que incrementar, tal y como se evidencia en un nuevo informe del Western Sahara Resoruce Watch (WSRW) en el que se constatan los negocios que el Estado marroquí está haciendo con las rocas fosfóricas del Sáhara Occidental.
La investigación, que actualiza los datos de años anteriores, constata que en 2021 al menos 26 buques zarparon del territorio ocupado cargados, en suma, con 1,4 millones de toneladas de roca fosfórica sacadas de las minas del Sáhara Occidental. Esta cantidad significa que Marruecos ha incrementado en un millón de toneladas las extracciones realizadas respecto al periodo 2019-2020. De hecho, la cifra es tan alta que casi iguala a la cantidad de fosfato saharaui exportado entre 2012 y 2018, que es de 1,8 millones de toneladas.
La falta de fosfato en determinados mercados del mundo ha llevado a algunos países a intensificar sus transacciones con Marruecos. Es el caso de México, que constituyó el 27% de las exportaciones realizadas por Rabat; y de la India y Nueva Zelanda. Estos tres países concentran el 92% del mercado, según la publicación.
El incremento de las extracciones va de la mano de un aumento de las ganancias. Tanto es así que la industria marroquí asentada en el Sáhara Occidental ha exportado fosfato por valor de 349 millones de dólares en 2021, mientras que en 2020 la cifra estaba en los 171 millones de dólares. Es decir, el lucro ha experimentado un repunte del 105%.
Por el momento, Marruecos sólo vende roca fosfórica en bruto. Es decir, saca el mineral y lo exporta sin tratar, lo que limita el margen de beneficio. La apuesta del Estado marroquí por este recurso es tan grande que pretende cambiar el modelo de negocio y construir una planta de tratamiento en Boucraa, en territorio ocupado, para procesar el fosfato y venderlo a un mayor precio. Para estas instalaciones, el Estado ha invertido 2.000 millones de dólares que se amortizarán pronto, en tanto que la fábrica producirá un millón de toneladas de fertilizantes al año.
Las empresas, en el punto de mira
El informe pone el foco en algunas de las empresas que, pese a las resoluciones de la ONU sobre la soberanía del Sáhara, siguen haciendo negocios con Marruecos e importando recursos minerales extraídos de manera ilegal. Aparecen, por un lado, las filiales de las varias empresas marroquíes dedicadas al fosfato en Irlanda e India, además de otras compañías como Ballance Agri-Nutrients (Nueva Zelanda), Ravensdown (Nueva Zelanda) y Eurochem Group (Rusia, Suiza y Estonia). Además, se pone el foco sobre Itochu Corp (Japón), de quien se sospecha que transportó 12.000 toneladas de roca fosfórica en 2021 desde El Aaiún hasta territorio nipón.
No obstante, el WSRW señala en su informe que algunas compañías ya han dejado de comprar o transportar fosfatos al entender que se trata de un producto extraído en condiciones ilegales. Yara International ASA (Noruega), Mosaic Co. (EEUU) o Wesfarmers (Australia) son algunas de las empresas que en el pasado importaban minerales fosfóricos saharauis y que han decidido dejar de hacerlo aludiendo a compromisos sociales.
El caso del fosfato es sólo una pieza más en el uso que Marruecos hace del comercio exterior para legitimar su ocupación. En materia agrícola, el régimen alauita ha establecido un emporio tomatero en la región de Dakhla con el que nutre hasta el 14% de las exportaciones de tomate a la UE. Lo mismo ocurre con la transición energética planteada el Gobierno marroquí, pues cerca del 50% de la energía renovable proyectada para 2030 se generará en plantas eólicas asentadas en zona ocupada.
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