Este artículo se publicó hace 15 años.
L'Aquila se lamenta de la "traición" de Berlusconi
Los fastos del G-8 indignan a las víctimas del seísmo, aún en tiendas de campaña
"Nos sentimos humillados y traicionados por el Gobierno". El alcalde de L'Aquila, Massimo Cialente, pone voz al sufrimiento de la mayor parte de los habitantes de esta ciudad devastada por el terremoto del 6 de abril y que estos días acoge la cumbre de los principales líderes mundiales.
El anfitrión de la cumbre del G-8, Silvio Berlusconi, creyó que la decisión de trasladar el encuentro a esta tierra herida le haría más popular, pero ha sucedido lo contrario. La población ha visto con incredulidad cómo las obras necesarias para acoger a los líderes se acometían con rapidez la carretera que une el aeropuerto más cercano con la sede del G-8 se reparó en 24 días, mientras que ellos ni siquiera cobran todavía la ayuda que el Gobierno de Berlusconi les prometió para pasar el mes.
Por ahora, no tienen que pagar hipoteca ni alquiler por sus casas en ruinas, ni facturas de la luz o el agua, ni impuestos, pero no tienen nada con qué sufragar los otros gastos, pues muchos han perdido su trabajo. Los propietarios de tiendas o bares en el devastado centro de la ciudad no saben qué hacer, y el paro roza el 10%.
"A mi me prometieron 100 euros para mí y 100 para mi hija, pero todavía no los hemos visto", confirma Luciano Buzzeti, un jubilado que, no obstante, tiene suerte, pues puede dormir en la autocaravana que utilizaba para las vacaciones. Pero hay más de 20.000 personas, entre ellos ancianos, que duermen en tiendas de campaña desde hace tres meses. Soportan calor durante el día y las inclemencias del tiempo, como el granizo que cayó el día anterior a la cumbre, además de tener que convivir con desconocidos las 24 horas del día en el interior de las tiendas. Otras 30.000 están albergados en hoteles.
Los refugiados se han organizado para hacerse escuchar aprovechando la cumbre. Se han manifestado a la luz de antorchas durante dos noches, y ayer extendieron una enorme pancarta visible desde la carretera: "Yes, we camp" (Sí, estamos acampados) parafraseando la célebre frase de Obama, presente en la cumbre.
El presidente norteamericano ha prometido hacerse cargo de la restauración de alguna de las obras de arte dañadas. También el presidente español José Luis Rodríguez Zapatero sufragará la reparación del castillo de L'Aquila.
El gesto de AlemaniaLa alemana Angela Merkel se ha hecho cargo de la reconstrucción de un pueblo entero, Onna. Esta pequeña aldea es el símbolo de la devastación del terremoto, pues quedó completamente arrasada el 6 de abril. Fue su segunda muerte en menos de un siglo, pues el ejército nazi la devastó en 1944, pero ahora confía en una segunda resurrección gracias a la ayuda alemana.
Los habitantes de Onna son de los pocos que ya no tienen que dormir en tiendas: se han levantado ya una gran cantidad de casas prefabricadas de madera. Esto es posible, dicen, gracias a la eficacia alemana. Merkel visitó ayer el pueblo y dijo, aludiendo al episodio nazi: "esto es sólo una pequeña reparación por los errores del pasado". La población la recibió con un ramo de girasoles. La agricultura es el único sector que sigue activo en el valle: los campesinos han recogido ya el trigo en los campos esparcidos entre las ruinas.
El resto de pueblos no tiene tanta suerte, pues a pesar de que el Gobierno levanta viviendas en cemento armado que se destinarán a campus universitarios el día en que los habitantes puedan volver a sus casas hasta septiembre u octubre no podrán ser ocupadas.
Mientras, la tierra sigue temblando, ante la preocupación de las delegaciones. Por ahora, las sacudidas han sido de baja intensidad, de magnitud inferior a 3, pero el viernes hubo un terremoto de nivel superior a 4. Si hay una sacudida muy fuerte, el Gobierno tiene ya preparada la evacuación, pero los trabajos de los líderes, admiten los diplomáticos, quedarán en el aire. Todo dependerá de cuán caprichosa se muestre la Naturaleza.
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