Este artículo se publicó hace 16 años.
"El 'no' irlandés fue una ducha fría"
Jean-Pierre Jouyet es el secretario de Estado de Asuntos Europeos del Gobierno francés. El hombre designado por Nicolas Sarkozy para la diplomacia comunitaria descarta que Europa se vaya a convertir en una máquina de expulsar inmigrantes.
Jean-Pierre Jouyet, secretario de Estado de Asuntos Europeos del Gobierno francés, es el hombre clave de Sarkozy en todo lo que toca a la diplomacia europea. Hijo de una española y nacido en 1954 en lo que entonces era una periferia obrera del este de París, ha pasado toda su vida en la alta función pública.
De la mano de su familia política, el catolicismo social de izquierdas, fue jefe de Gabinete de Jacques Delors al frente de la Comisión Europea a mediados de los noventa, y luego director de Gabinete adjunto del primer ministro socialista Lionel Jospin.
Actualmente, como miembro del Gobierno francés, este hombre competente y afable es uno de los cabezas visibles de la supuesta apertura sarkozysta a la izquierda moderada.
Se ha convertido, de alguna forma, en el garante social y europeísta de algunos de los proyectos más controvertidos de Sarkozy, como la Unión para el Mediterráneo, los proyectos de mano dura con la inmigración y el nuevo régimen de sanciones contra los desempleados. Jouyet respondió a Público sobre los proyectos europeos de Sarkozy.
Gracias a su mediación y a petición de España, el Contrato de Integración obligatorio no figura en el Pacto Europeo de Inmigración. ¿Significa eso que no era tan importante?
El Pacto Europeo para las Migraciones y el Asilo es una prioridad de nuestra presidencia. Todos los Estados están de acuerdo en dos puntos. Primero, con la ampliación del Espacio Schengen, 23 Estados comparten un espacio de circulación.
Las fronteras de la Unión, por lo tanto, son comunes y hay que administrarlas con políticas concertadas. En segundo lugar, de aquí a 2030 Europa perderá más de 20 millones de activos, y el pacto sirve para evitar el declive demográfico y económico, con una acogida de inmigrantes concertada y de calidad. Organiza la inmigración legal en función de las necesidades del mercado de trabajo, la capacidad de acogida y la voluntad de integración de las poblaciones.
Independientemente del contrato de integración, todos estamos de acuerdo: sólo puede haber acogida en condiciones dignas si la inmigración se hace en función de las posibilidades de acogida y si el inmigrante muestra una voluntad de integración. ¿Cómo se puede integrar a alguien que ignora la lengua del país donde vive? El problema es menos acuciante en España, donde los inmigrantes más numerosos son los latinoamericanos.
Tras el ‘no' irlandés al Tratado de Lisboa, Europa parece un pollo sin cabeza. Pese a carecer de una política coherente, sigue corriendo hacia un blindaje cada vez más duro. ¿No corremos el riesgo de una Europa-tecnoestructura-fortaleza?
¡Me parece que exagera usted la comparación! Europa no fue decapitada el 12 de junio. Yo más bien diría que fue una ducha fría que galvaniza a Francia para llevar adelante nuestras prioridades, porque son las respuestas que los ciudadanos esperan.
El no irlandés refuerza nuestra convicción de que Europa necesita más políticas comunes para demostrar su valor añadido a los ciudadanos. Un 60% de los jóvenes y un 72% de los estudiantes votó no. Es una generación que no conoció la guerra, ni la Europa dividida, y que no cree en la legitimidad europea. El canciller Bernard Kouchner acertó al subrayar que tenemos que avanzar en la pedagogía.
¿Una fortaleza pedagoga?
No. Europa no es un tecnosistema fortaleza que avanza con el piloto automático. El Sistema de Información Schengen de segunda generación (SIS II), que permite intercambiar datos informáticos entre Estados miembros del Espacio Schengen, está siendo reelaborado porque así lo decidieron los representantes de los pueblos, reunidos en el Parlamento Europeo y el Consejo. Además, somos conscientes de que Europa necesita inmigración. Europa debe seguir abierta, y lo seguirá. No porque hayamos adoptado un pacto sobre migraciones (y, por otra parte, asilo), Europa se transforma súbitamente en una fortaleza, ni en una máquina de expulsar. Pero, al mismo tiempo, no podemos cerrar los ojos ante las redes que se aprovechan de la inmigración clandestina. La mejor manera de demostrar que mantenemos objetivos, es proseguir la ratificación del Tratado de Lisboa.
La declaración de junio habla de un consenso de 27 Estados sobre el objetivo de finalizar de manera "equilibrada" la ronda de Doha. ¿Qué significa "equilibrio" en una ronda que sigue diciendo que el mercado es la manera de garantizar alimentación para la humanidad?
Le voy a tranquilizar. La definición francesa de "equilibrada" es la misma que la definición europea. Nuestra posición sobre el ciclo de Doha es clara. La compartimos con nuestros amigos irlandeses. No queremos sacrificar la agricultura europea. La reciente crisis alimentaria mundial demuestra que ese sector debe ser regulado y creemos necesario un consenso a 27. Lo importante es la posición que defendemos. En agricultura internacional, no es nuestra tradición defender posiciones ultraliberales.
El ministro francés de Agricultura y Pesca, Michel Barnier, hizo una propuesta a nuestros socios europeos en marzo para la seguridad alimentaria, para evitar la especulación con alimentos y para reorientar la ayuda europea al desarrollo hacia la agricultura.
En junio, el presidente Sarkozy propuso en Roma una iniciativa global. La actual crisis alimentaria permite ver un tema central: es necesario un mejor equilibrio entre mecanismos de intervención y mecanismos de mercado. Proponemos estudiarlo en el marco de las reflexiones sobre el futuro de la Política Agrícola Común (PAC).
¿Qué liderazgo puede tener en Europa un país que está reduciendo masivamente servicios públicos y reduciendo derechos sociales, sin por ello reducir déficits?
Para que Francia aumente su legitimidad entre los socios europeos y pueda presidir la Unión en condiciones óptimas, primero debe ponerse a su nivel en ciertos sectores. Para eso, hacen falta reformas. Tomemos el ejemplo de los déficits públicos: hemos iniciado reformas para reducirlos y la Comisión pide que prosigan.
Otro ejemplo: la Estrategia de Lisboa, que recibió el apoyo tanto de José María Aznar como de José Luis Rodríguez Zapatero. Para aplicarla en Francia, tenemos que reformar. ¿Cómo puede decir que estamos reduciendo derechos sociales? Yo estaré muy atento a que, en paralelo al refuerzo de la eficacia económica, haya una atención creciente a los más desfavorecidos.
¿Cuándo cree que será posible retomar un camino de progreso, ampliando derechos para el máximo posible de gente?
Europa dispone de recursos considerables. Ya empieza a dotarse de instrumentos innovadores, como el Fondo Europeo de Ajuste a la Globalización. Pero tenemos que volver a generar confianza en Europa, removilizar energías en torno a un proyecto común.
A nivel europeo podemos reducir desigualdades en un espacio de prosperidad y regular la globalización.Nuestro proyecto podría crear un bloque capaz de influir en ella defendiendo normas sociales y medioambientales, un terreno donde la UE lleva la delantera. Debemos ser firmes en nuestras relaciones con terceros países y exigir reciprocidad. Debemos defender nuestros intereses sin complejos. Así obtendremos credibilidad y demostraremos que Europa, sin replegarse sobre sí misma, sí logra proteger.
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