Entrevista a Aboubakr Jamaï"La idea de autonomía marroquí para el Sáhara es ficticia porque estaría bajo un régimen autoritario"
Madrid-
A finales de los 90, la llegada de Mohamed VI al trono marroquí supuso un soplo de esperanza para muchas personas fuera y dentro de ese país. Quedaron atrás los años de plomo de Hassan II y muchos creyeron que el nuevo monarca daría pasos hacia una apertura tímida pero firme hacia la democracia. Se equivocaron. Aboubakr Jamaï, periodista y empresario marroquí, posee una mirada privilegiada para entender ese periodo y analizar el pasado, presente y futuro de Marruecos.
Actualmente Jamaï es decano en Madrid del Instituto Americano Universitario y prepara un libro en el que recupera editoriales y artículos de Le Journal Hebdomadaire, el semanario marroquí que se convirtió en símbolo de la transición y que dejó de existir tras varios episodios de censura y persecución.
Vista desde el presente, aquella época parece ahora un sueño lejano
En aquellos años pensábamos que Marruecos vivía una época parecida a la de la transición española. Por eso creamos Le Journal. Queríamos un medio con una línea editorial arriesgada que facilitara la verdadera apertura y democratización. Publicábamos portadas con temas que nadie había osado antes: al mismo tiempo pedíamos la dimisión del poderoso ministro del Interior Driss Basri; la liberación del fundador del movimiento islamista Justicia y Caridad, Abdeslam Yassine, y el regreso del líder comunista judío exiliado Abraham Sefarty.
De hecho el rey Mohamed VI ordenó esas tres medidas al llegar al poder y eso mejoró su imagen de progresista. Nos convertimos en un símbolo de la transición. Nos acusaron de estar financiados por el Mossad, la CIA y el Polisario, pero la única acusación que acepto es que éramos hijos de la alternancia política. El semanario nació en 1997, el mismo año que por primera vez en las elecciones legislativas hubo un cambio de gobierno. Éramos un contrapoder a las élites. Vivíamos en un conflicto permanente.
¿Y por qué cerró 'Le Journal'?
Mohamed VI llegó al trono con el apodo de ser El rey de los pobres. Su padre allanó el camino para consolidar esa idea en torno al entonces príncipe heredero. Hassan II nos dejó trabajar pero eso con Mohamed VI se acabó. Los problemas en Le Journal empezaron con una llamada de Azoulay, consejero de Mohamed VI, que nos recriminó que no siempre nos refiriéramos al rey como "su majestad". Después de eso nunca más dijimos "su majestad". Los problemas fueron en aumento hasta que informamos sobre un caso de corrupción inmobiliaria del ministro de Asuntos Exteriores, Mohamed Benaissa. La monarquía respaldó a Benaissa y este nos denunció. Me condenaron a prisión, aunque nunca llegué a entrar, y nos pusieron la mayor multa hasta esa fecha en la historia de Marruecos.
Después llegó la primera prohibición porque publicamos una entrevista con Mohamed Abdelaziz, líder del Polisario. De alguna forma, el rey creyó que le apoyaríamos y nunca aceptó que, en realidad, nosotros apoyábamos únicamente la idea de democratización. La estocada mortal llegó tras la publicación de una investigación que desmentía que Marruecos hubiera encontrado petróleo, tal y como había dicho públicamente el rey, y después de que criticáramos que el monarca se convirtiera en un poderoso hombre de negocios. En diciembre de 2000 prohibieron Le Journal por segunda y última vez, así que lanzamos Le Journal Hebdomadaire e hicimos una investigación que incriminaba al entonces primer ministro, Abderrahman El Youssoufi, en el intento de golpe de Estado de 1972. Revelamos la connivencia de la izquierda con los militares en ese episodio. Ahí está lo interesante de esta prohibición.
No entiendo. ¿Qué problema había en publicar eso?
La monarquía siempre necesita aliados políticos, pero los necesita débiles. La monarquía compite con las élites políticas, de ahí que procure que estén en un estado de debilidad constante. Sucede como con las vacunas: necesitas carga vírica, pero no puede ser demasiado fuerte ni demasiado débil para que todo funcione. En Marruecos la monarquía apoya a los socialistas del USFP, una izquierda debilona. Vemos la misma dinámica con los islamistas. Sin embargo, en este momento el régimen es tan incompetente que no puede encontrar el equilibrio necesario. Por ejemplo, Abdelilah Benkirane [jefe de gobierno entre 2011 y 2017] tenía cierta credibilidad en algunos círculos, mientras que ahora todo el mundo sabe que detrás del primer ministro, Aziz Akhannouch, está el rey. Si ves la evolución de la libertad de prensa, ahora Marruecos está por detrás de Argelia y Túnez en el ranking mundial de Reporteros Sin Fronteras.
¿Tocaron fibra sensible y les obligaron a cerrar?
Uno de los pilares de cualquier régimen autoritario es la polarización de la sociedad. Hay ideologías que no hablan entre sí y la élite autoritaria se erige como árbitro. Le dicen a la sociedad: "No sois capaces de arreglar vuestros problemas". Súmale que en Marruecos el rey es el comendador de los creyentes. Y fíjate, nosotros nos convertimos en un ágora en el que todos podían debatir. Recuerdo que organizamos un debate entre la izquierda y los islamistas. Participaron el antiguo ministro Saïd Sâadi, impulsor del Plan de Integración de la Mujer en el Desarrollo [reforma de la Mudawana], representantes de organizaciones feministas de izquierdas, y figuras destacadas del movimiento islamista Justicia y Caridad, como Nadia Yassine. Fue increíble porque consiguieron ponerse de acuerdo. Hubo grandes manifestaciones justo después en Casablanca y Rabat. Logramos quitarle a la élite ese rol de falso árbitro.
¿Ve margen para una nueva Primavera Árabe?
Hablamos de la Primavera Árabe y nos centramos en lo que pasó en 2011, pero deberíamos mirar más atrás. Aquello fue una acumulación. Yo veo el embrión de ese estallido a finales de los 80 y principios de los 90. El fin de la Guerra Fría hizo que muchos regímenes árabes perdieran el apoyo de la Unión Soviética o Estados Unidos. Llegaron las protestas del pan a Túnez, Argelia, Marruecos... Los regímenes no podían sostener su contrato autoritario, ese por el que venían a decir: "Os damos comida y educación a cambio de que no tengáis derechos políticos". Eso desembocó en un proceso de apertura. Argelia tuvo sus primeras elecciones multipartidistas en 1988, Hassan II inició una tímida apertura e incluso creó una institución para velar por los derechos humanos, reconociendo así que había un problema, e invitó a distintos partidos al juego electoral. Después, estos cambios se revirtieron y el encargado de ese giro autoritario en Marruecos fue Mohamed VI.
La Primavera Árabe fue una contrarrevolución y las dinámicas que la motivaron siguen existiendo. Mira lo que pasó en 2017, con el levantamiento del Rif, un movimiento de masas, pacífico. El régimen respondió con una represión extrema y cárcel. También permitió que los jóvenes más incómodos emigraran a España. Solo tienes que fijarte en las cifras para verlo: en 2016, la principal ruta migratoria desde África a Europa pasaba por Libia; en 2018, pasaba por Marruecos.
Visto lo visto, parece que instrumentalizar a las personas migrantes da resultados
Sí, y va a seguir. Estamos ante regímenes que son inestables por definición. Fíjate en el desempleo de los jóvenes en las ciudades marroquíes. Estamos con el peor dato desde 2011. El régimen no puede sobrevivir sin permitir que esos jóvenes se vayan. Aunque el día de mañana llegue una transformación democrática, con reglas de transparencia y una justicia independiente, no podremos poner en marcha un sistema económico que absorba a esta masa de jóvenes de un día para otro. Europa tiene que entenderlo: la migración es inevitable y necesita ser gestionada.
Parece que en España sabemos poco sobre Marruecos y, sin embargo, España juega un papel importante en la política marroquí. Desde hace tiempo el PSOE defiende las posturas de Marruecos en Bruselas y otros espacios. La influencia es mutua: Marruecos interviene directamente en la realidad española. Un ejemplo es la crisis tras la apertura de la frontera en Ceuta
Es un fenómeno muy interesante. Sucedía con el PSOE y también con el Partido Socialista francés, que ahora es un partido moribundo. Cuando prohíben publicar, cuando arrestan a periodistas, son los que más nos dan la espalda. Como periodista, espero que los demócratas y socialistas de Europa nos apoyen, especialmente los de España y Francia. En un momento determinado, ambos partidos se convirtieron en aliados del régimen. Se confundieron. Creyeron que la alternancia política de 1997 era real. De hecho, el partido que más se benefició de esa alternancia consensuada fue el partido socialista marroquí, el USFP, muy ligado a personas como Pedro Sánchez, aunque el más promarroquí de todos es Felipe González, un campeón en Marruecos incluso en momentos de mayor represión y censura, junto con Zapatero.
La postura del PSOE hacia Marruecos es profundamente decepcionante. Mantiene la idea de que Marruecos es el único país de la región con cierto margen de esperanza. Ellos y un largo número de periodistas caen en una forma de corrupción que nosotros llamamos la diplomacia de la Mamounia, en referencia al lujoso hotel palacio de Marrakech, conocido porque era el favorito de Churchill. A veces bromeo diciendo que podemos desentrañar las élites francesas y españolas echando un vistazo al libro de visitas de La Mamounia.
¿Qué deberían saber los votantes del PSOE sobre su relación con Marruecos?
Un día, Gandhi llegó a Londres y un periodista le preguntó: "¿Qué piensa usted de la civilización occidental?". Gandhi le respondió: "Habría sido una buena idea". El PSOE profesa unos principios que quedan en entredicho cada vez que se manda a periodistas a la cárcel, cada vez que en Marruecos se reprime. El régimen necesita aliados que sean sinceros y le digan las verdades incómodas. Los líderes europeos actuales son incapaces de hacerlo. ¿Recuerdas la carta de Pedro Sánchez a Mohamed VI? La monarquía marroquí puso a Sánchez en una situación muy incómoda, pero Sánchez tragó y traga sin decir nada. Quizás Sánchez piense que está haciendo lo mejor por los marroquíes, pero se equivoca. Su postura no ayuda a Marruecos y, por tanto, tampoco a España. Por otro lado, estoy seguro de que Sánchez recibe llamadas y presiones de grandes empresarios con inversiones en Marruecos cada vez que hay un problema. Sucede lo mismo en Francia.
¿Cómo sostener hoy en día esa idea de Marruecos como único país salvable de la región?
Marruecos es un país que confunde. Cada vez hay menos signos de apertura, pero sigue habiéndolos. Las élites marroquíes no siempre actúan con inteligencia, pero, cuando lo hacen, argumentan algo así como: "No somos perfectos, pero vamos por el buen camino, y si intervenís, podéis hacer descarrilar el tren". Este argumento cayó en el olvido hace unos años y ahora directamente dicen: "Somos perfectos". En Marruecos seguimos teniendo lo que yo llamo la maldición del mal vecino. No nos comparamos con países democráticos, sino con Argelia, Túnez... Y, claro, visto así, parece que la situación no está tan mal.
¿Quién manda realmente en Marruecos?
El poder es Mohamed VI. Las decisiones finales que nadie puede contradecir son suyas, pero ¿realmente está presente y decide sin dejarse manipular? Veo una situación como la de la metáfora de Hegel del amo y el esclavo. El amo no hace nada y el esclavo lo hace todo, hasta un punto en que el esclavo se convierte en el amo aunque la decisión final sigue dictándola el amo. Ahora nadie tiene dudas de que la política nacional se decide en el gabinete real, pero nadie puede criticar al gabinete real abiertamente. Existe una cortina de humo: hay margen para la crítica siempre y cuando no afecte a quienes realmente detentan el poder. Prueba a criticar al rey, a Hammouchi [jefe de la seguridad interior]... Verás lo que pasa.
Yo soy un caso excepcional porque me beneficié de las trayectorias de mi padre y mi abuelo. Mi abuelo, que pasó 15 años en la cárcel, fue uno de los 66 signatarios del manifiesto de independencia y está considerado uno de los padres fundadores de Marruecos y del partido Istiklal [partido de ideología nacionalista]. Era muy, muy popular en el mundo árabe. Por otro lado, mi padre fue uno de los primeros periodistas que en 1993 criticó abiertamente a Driss Basri, ministro del Interior. Fue expulsado del partido Istiklal y se convirtió en youtuber. Era muy crítico con la monarquía y eso le granjeó mucha popularidad. Las élites le amaban, a pesar de sus críticas. Al fallecer, el Palacio Real envió una carta de condolencias que, según quienes más saben sobre la terminología del Majzen, se salía del tono estándar.
En las altas esferas españolas muchos creen que el verdadero poder recae en Hammouchi.
En países como España, las élites tratan de seguir más o menos lo que pide el pueblo. En un momento determinado, el gran problema fue el terrorismo. Si miramos atrás, la mayoría de los que atentaron en Europa eran marroquíes o de origen marroquí. Cualquiera que busque la seguridad de los españoles entiende que necesita cooperar con el vecino al otro lado del Mediterráneo. Puedo entenderlo, pero hay algo que no entiendo: las condecoraciones que le dan a Hammouchi. Hammouchi lidera la institución que pone cámaras en los dormitorios de intelectuales y activistas, que tortura... Estados Unidos, el aliado más poderoso de Marruecos, trabaja con Hammouchi, pero nunca verás a Blinken ni a Biden condecorarle, porque Hammouchi es el hombre que lidera un sistema securitario que ha sido condenado por la ONU.
Condecorarle es contraproducente porque permite que Hammouchi regrese a Marruecos luciendo medallas, haciéndole más intocable ante quienes piden democracia y libertad. Hay otro problema de fondo: si España y Francia violan sus propias normas, ¿por qué va a pensar Hammouchi que debe respetar unos límites, dejar de torturar a periodistas y demás? Recuerdo el caso de Ali Aarass, ciudadano belga marroquí nacido en Melilla. Fue detenido en España, pero el juez Baltasar Garzón ordenó liberarle. Sin embargo, fue expulsado a Marruecos. ¿Quién dio la orden? Ahí tenéis trabajo los periodistas de investigación españoles. Los alemanes hicieron exactamente lo mismo con Mohamed Hajib, de nacionalidad alemana.
¿Cómo ve la cuestión del Sáhara?
Hassan II entendió que la cuestión del Sáhara era extremadamente importante porque servía para combatir a la oposición, y sigue sirviendo para eso. La herramienta más eficaz del régimen contra la izquierda desde los 70 es el Sáhara. En esa época la izquierda defendía el derecho a la autodeterminación de los saharauis. Ironías de la historia, Hassan II llegó a aceptar el referéndum. El régimen sigue tachando a sus adversarios de traidores, de pertenecer al Polisario. Lo sufre especialmente la prensa. Yo creo que Marruecos tiene legitimidad sobre el Sáhara y que la idea de autonomía es buena, pero los españoles y los franceses se equivocan: la idea de autonomía marroquí para el Sáhara es ficticia porque estaría bajo un régimen autoritario. El propio Sánchez se contradice a sí mismo. Hace poco dijo que Mauritania es "la única democracia" de la región. Si fuera coherente, entendería que el plan de autonomía marroquí no es aceptable ni posible si no hay una dinámica de apertura y democratización en Marruecos.
En la cuestión del Sáhara, muchos ven como clave el reconocimiento de Estados Unidos por orden de Trump. Sin embargo, no es un reconocimiento real. Estados Unidos sigue apoyando el plan de la ONU, la Minurso, que cada año renueva su mandato afirmando que la solución debe ser política y respetuosa con el derecho a la autodeterminación. De nuevo, Sánchez se contradice porque apoyó este plan en la sede de la ONU. Entiendo que su papel no es fácil porque tiene que lidiar con una diplomacia que reacciona con violencia. No voy a decir su nombre, pero el ministro de Asuntos Exteriores de un gran país europeo me dijo que la de Marruecos es "una diplomacia inútilmente agresiva".
¿Qué lectura hace de la normalización de relaciones entre Marruecos e Israel?
El problema de Estados Unidos es esa normalización. Es una catástrofe moral. Desde el 7 de octubre se ve con más claridad, pero hablo de catástrofe moral porque el mundo entero aplaudió la normalización y nadie se interesó por saber qué pensaban los marroquíes. La sociedad marroquí está en contra. Este es otro caso de racismo orientalista, de dictador ilustrado. Nosotros, pobres árabes y bereberes, somos irracionales e incapaces, y necesitamos a un dictador que nos imponga las soluciones. Además, la normalización refuerza el autoritarismo en Marruecos.
El último libro de Christian Chesnot y Georges Malbrunot cita a fuentes de la DGED [servicio de inteligencia exterior] que consideran al servicio marroquí como una filial del Mossad. Su impacto directo es Pegasus, suministros militares... Vivimos una carrera armamentística a nivel regional. El año pasado, Argelia y Marruecos duplicaron su gasto militar. Si yo fuera europeo, estaría preocupado. Entiendo que la normalización con Israel era cuestión de tiempo, pero no es aceptable hacerlo con élites de extrema derecha, como las del Likud y Netanyahu. Esta normalización legitima la ocupación ilegal israelí.
¿No puede salirle caro esto al régimen?
El régimen hizo que la gente se tragara la normalización porque a cambio Estados Unidos reconoció la soberanía marroquí en el Sáhara, nuestra principal prioridad. Solo que ese reconocimiento es falso. No existe. La diplomacia marroquí es ahora más agresiva porque se da cuenta de que el beneficio es nulo. Se han quedado sin argumentos, por eso gritan.
¿Es optimista sobre el futuro de Marruecos?
Bruce Ackerman, profesor de Yale, hablaba del "momento constitucional" para definir las fases de la historia idóneas para un cambio constitucional. La verdad, estamos en una situación poco envidiable. Necesitamos una reforma constitucional, pero ahora mismo la sociedad tiene otras preocupaciones. La política se reduce a las intrigas de palacio. Para entender Marruecos no necesitas ciencia política o económica, sino psicología. Hay muchos rumores sobre la salud del rey y su prisa para pasarle la corona a su hijo, pero lo que a mí me importa realmente es que no veo ningún espíritu o deseo de apertura en las élites políticas, algo que sí vimos en la última etapa de Hassan II.
Podría haber una explosión social, como en otros momentos de nuestra historia reciente. Mira el desempleo juvenil, y ojo porque muchos de esos jóvenes están formados, ya no son analfabetos. En 2006 publicamos un informe secreto realizado por Emmanuel Todd, el tipo que se hizo famoso en los 70 al predecir la caída de la Unión Soviética a partir de un análisis demográfico. Todd hizo lo mismo con Marruecos en 2006 a petición del Ministerio del Interior y se fijó en la caída estrepitosa de la tasa de fertilidad en Marruecos, que cayó en 25 años lo mismo que Francia tardó en caer 160 años. Tenemos una ruptura generacional enorme. Las encuestas ya lo muestran. En Marruecos conviven generaciones que viven en mundos totalmente distintos. Las nuevas generaciones no están a favor del autoritarismo. Eso me da esperanza. El informe que menciono dice que la sociedad marroquí es mucho más moderna de lo que las instituciones permiten saber.
¿Qué rol puede jugar la diáspora en este cambio?
Esta es la parte menos esperanzadora para mí. El régimen argumenta que uno de los elementos de modernización social es la diáspora porque hay transferencia de valores. Yo creo que, de momento, la migración apoya al régimen, no porque esté a favor del autoritarismo, sino porque manda dinero a sus familias. Las remesas representan un 10% del PIB y ese dinero va a los entornos más desfavorecidos. Ese dinero se usa para pagar educación, salud, vivienda... Hablamos de unos 10.000 millones de euros al año. Para ponerlo en perspectiva: el gasto total de Marruecos en seguridad social es de 6.000 millones al año. Mohamed VI se está aprovechando de esto. En Marruecos todo el mundo sueña con emigrar. La inmigración irregular forma parte de la lógica del régimen marroquí.
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