Este artículo se publicó hace 3 años.
De la 'guerra de las salchichas' a desmantelar el Protocolo de Irlanda: Reino Unido continúa su desafío a la UE
Bruselas tiende la mano a Londres para sellar la paz y propone eliminar el 80% de los controles fitosanitarios en la frontera norirlandesa para reducir el riesgo de desabastecimiento de productos como salchichas o de combustible en las gasolineras.
María G. Zornoza
Bruselas--Actualizado a
El brexit está de regreso, aunque realmente nunca se marchó del todo. Como tampoco lo ha hecho la desconfianza entre la Unión Europea y el Reino Unido que ha impregnado la relación durante toda la era posterior al referéndum. Las negociaciones para pactar la salida del submarino amarillo del bloque comunitario y para definir la relación futura siempre estuvieron marcadas por la tensión y la crispación a ambos lados del canal de La Mancha. La victoria de alguien como Boris Johnson, que lideró la causa euroescéptico, solo puso más piedras en el camino.
El acuerdo de pesca, la competencia justa (conocido como level playing field) y el acuerdo en Irlanda del Norte fueron desde el inicio de las negociaciones las tres líneas rojas de la UE. Ahora Londres amenaza con hacer volar por los aires y de forma unilateral el último punto, particularmente sensible. Lo pactado en torno a la frontera norirlandesa no solo determina el rumbo político y económico de una zona tan volátil, sino que pone en peligro la paz que católicos y protestantes sellaron en los acuerdos de Viernes Santo de 1998. De hecho, el 56% de los norirlandeses votaron en 2016 a favor de permanecer en la UE, muchos empujados por los fantasmas de un nuevo estallido de la violencia que cesó 20 años atrás y conscientes del papel conciliador de la UE para rubricar el Acuerdo de Belfast. Londres está ahora jugando esta carta para azuzar el miedo y echar un nuevo pulso a Bruselas.
Irlanda del Norte es el gran eslabón suelto del brexit. El equilibrio en esta frontera invisible que separa la República de Irlanda y el territorio británico es muy voluble. Durante los últimos meses se han destapado importantes tensiones y disturbios. Los controles que lleva asociados el Acuerdo de Salida han provocado una ralentización de la llegada de productos y, en consecuencia, desabastecimiento en los supermercados ingleses. La situación se ha deteriorado también debido a la escasez de conductores de camiones –muchos de ellos extranjeros- que ha acentuado la falta suministro de combustible en las gasolineras. Con esta coyuntura de fondo, los sectores unionistas se han rebelado con lo que consideran una frontera de facto entre Irlanda del Norte y Gran Bretaña y han caldeado los ánimos a nivel social y político.
Londres y Bruselas siempre han celebrado que su acuerdo evita el regreso de una frontera dura entre Irlanda e Irlanda del Norte. Según lo pactado por ambos, Irlanda del Norte permanece dentro del Mercado único de la UE y bajo sus normas aduaneras, pero no así el resto del territorio británico. En este complejo entramado legal, los controles de mercancías que cruzan a Inglaterra, Escocia y Gales se realizan en los puertos norirlandeses e ingleses a través de una suerte de frontera en el mar de Irlanda.
El Reino Unido quiere cambiar las reglas del juego y renegociar el sagrado Protocolo de Irlanda
Ahora, el Reino Unido quiere cambiar las reglas del juego y renegociar el sagrado Protocolo de Irlanda, que tanto costó cocinar. Alega que las tensiones políticas desatadas con los unionistas o los problemas de desabastecimiento lo justifican y demuestran que "no está funcionando". Su primer ministro basó su campaña en el lema brexit means brexit y tres años después, la UE considera que el "acuerdo sellado es el acuerdo sellado". Pocos dudaban de las consecuencias que acarrearía el brexit y ahora se están poniendo de evidencia demostrando que es Londres quien más las está acusando. "He pasado por algunas gasolineras en el centro de Bruselas esta mañana: servicio normal, sin colas, sin escasez", llegó a tuitear Sebastian Fischer, portavoz de la representación permanente de Alemania ante la UE.
Lo que exige el Ejecutivo británico es una modificación drástica e inasumible para los europeos: dejar a Irlanda del Norte fuera del control y de la supervisión del Tribunal de Justicia de la UE (TJUE). De momento, la actual es solo una crisis política, pero puede acabar siendo una guerra comercial entre ambas potencias. No es la primera vez que el país amenaza con suspender el protocolo irlandés de forma unilateral, lo que podría hacer resurgir el debate sobre la frontera física y arriesgar la paz en el Úlster además de desencadenar un conflicto abierto entre Bruselas y Londres.
Nadie en la capital comunitaria cree que la demanda británica esté sobre la mesa y sea negociable. Sería dejar a la UE desnuda, confiando en la buena voluntad de Londres. Pero la realidad sobre el terreno demuestra que cuando solo han transcurrido diez meses de la marcha total del país, poco o nada hace pensar a los europeos que los británicos vayan a actuar en base a esa buena voluntad o a priorizar las relaciones con el bloque. De hecho, a pesar de la mano tendida de Bruselas, Johnson siempre buscó un acuerdo para la relación futura de mínimos. Y quiso desvincularse de cualquier cooperación conjunta en temas de seguridad y defensa. Hace unas semanas rubricó junto a Estados Unidos y Australia un acuerdo de seguridad en la región de Asia-Pacífico a espaldas de la UE.
La guerra de las salchichas
La nueva crisis llega poco después de que el verano marcase el pistoletazo de salida de la bautizada como "guerra de las salchichas". Y aquí también la UE terminó haciendo concesiones para firmar una suerte de cese de las hostilidades, que no termina de llegar. Según el acuerdo vigente, la exportación de productos cárnicos procesados como la carne picada o las salchichas desde Gran Bretaña a Irlanda del Norte debía haber quedado prohibida el 30 de junio. Así lo marca el estatus excepcional de Irlanda del Norte como miembro del Mercado Interior y a merced de las normas fitosanitarias europeas. Pero tras las amenazas y bravuconerías de Johnson, Bruselas accedió a prolongar tres meses ese periodo de gracia.
La Comisión Europea ha dado nuevos pasos hacia el diálogo, pero ahora las capitales deben avalar las propuestas
Este miércoles, la Comisión Europea ha dado nuevos pasos hacia el diálogo. El Ejecutivo comunitario ha mostrado su disposición a permitir la importación a la UE de productos prohibidos –como serían las salchichas- bajo un nuevo código de certificados fitosanitarios. Además, ha propuesto una reducción del 80% de los controles aduaneros, de exportación, sanitarios y fitosanitarios (SPS) para reducir la congestión en los pasos fronterizos.
Pero todo ello debe ahora contar con el aval de las capitales. Y especialmente difícil será convencer a Francia. El país suma meses de máxima tensión con su vecino hasta el punto de amenazarle con cortar el suministro eléctrico. El origen del choque es la fricción en torno al acuerdo pesquero. París estima que Londres está asfixiando a sus pescadores concediendo un número de licencias muy limitadas en las aguas del canal de La Mancha. Por ello, pide a la Comisión Europea más firmeza para exigir a Londres el cumplimiento del acuerdo del brexit y no dejarse plegar ante los desmanes de un Boris Johnson que firmó todo lo que ahora repudia.
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.