Este artículo se publicó hace 2 años.
Guerra Rusia - UcraniaMiedo e incertidumbre tras la caída de Jersón: "Mis padres llevan una semana sin ver la luz del sol"
Yana Bokalo, ucraniana afincada en Madrid, relata a Público cómo ha vivido su familia el asedio ruso en su ciudad. "No duermo más de media hora sin tomar tranquilizantes", dice. El alcalde afirma que hay problemas para recoger y enterrar a los muertos.
Jairo Vargas Martín / Vídeo: Candela Barro
Madrid--Actualizado a
"OK". "OK". "OK". Son los únicos mensajes que dan un poco de tranquilidad a Yana Bokalo, ucraniana de 37 años que vino España a estudiar Filología Hispánica hace 18 años. Ahora vive en Móstoles (Madrid) y hace siete días que no es capaz de dormir más de media hora seguida sin tomar tranquilizantes.
Los mensajes se los envían sus padres cada vez que tienen algo de cobertura. "Llevan casi una semana prácticamente sin ver la luz del sol", dice. Están refugiados en el sótano de su casa, en la ciudad Jersón, al sur de Ucrania, donde ya han entrado las tropas rusas, según informa el Ministerio de Defensa del Kremlin y confirman a Público varios residentes y familiares de vecinos de una ciudad tomada, donde impera ya la lógica de la ocupación.
Jersón, de casi 300.000 habitantes, es un enclave estratégico para que las tropas rusas avancen hacia Kiev dese Crimea y también hacia Odesa, en el suroeste, principal puerto ucraniano en el Mar Negro. Desde que Putin lanzó su ofensiva, la ciudad y la comarca han sido pasto de duros bombardeos aéreos, de artillería y de tanques, explica Bokalo. La información se la ha dado Mykola, su padre, unos minutos antes de ser entrevistada por Público este jueves. "Hacía días que no podía hablar con ellos", apunta con cierto alivio la filóloga. "Cada vez que veo un mensaje con el OK respiro, sé que están vivos", añade. Algunos días, el OK no ha llegado y Bokalo entraba en pánico.
"No pueden salir de la ciudad. Los rusos no lo permiten"
"Ahora mismo no hay soldados ucranianos en la ciudad. Solo hay algunos militares rusos y hay relativa calma. Pero en los edificios oficiales todavía ondea la bandera ucraniana", le ha trasladado Mykola, que fue operado a corazón abierto en febrero y ahora apenas puede regular su medicación y cambiarse los vendajes.
"No pueden salir de la ciudad. Primero porque los soldados rusos no han permitido salir a los civiles durante todos estos días. Y también porque mi padre no puede casi moverse. También están cuidando a mi abuela, que va con andador y no van a dejarla sola", asegura. La mujer ya vivió la invasión nazi en la Segunda Guerra Mundial, recuerda, y nuca imaginó volver a ver los caminos aledaños plagados de tanques enemigos.
La peor parte del cerco de Jersón se la han llevado las pequeñas localidades cercanas al gran puente de Antonovsky, a siete kilómetros de la ciudad. "Algunas han sido destruidas enteras. Ya no hay pueblo. Han disparado a discreción, sin mirar a dónde. Los dos pueblos del otro lado del puente están destruidos, ya no hay pueblos", lamenta Bokalo. Su prima Darya y su hijo de tres años han vivido el asedio en uno de estos pueblos, junto a su suegra. "Solo sé que están vivos, ya es bastante", comenta. "Estoy angustiada. O preocupada. No hay palabras que describan lo que siento", sentencia. "Es una situación muy frustrante. Parece exagerado, pero preferiría estar allí. Al menos vería que están bien y podría ayudarles", asegura.
"Viven en pánico y con una gran desinformación. No saben qué hacer"
El miércoles, la familia de Bokalo pudo por fin salir del sótano, "ducharse, comer algo caliente y ver toda la ciudad destruida", explica. Pero al caer la noche volvieron al improvisado refugio porque continuaron los bombardeos. "Ahora están sin conexión. Desde hoy no emite la televisión ni tienen internet. Viven en pánico y con una gran desinformación. No saben qué hacer, no saben qué va a ocurrir ahora", dice.
Las tropas rusas lograron cruzar el puente sobre el río Dniéper el día que comenzó la invasión. No fue tarea fácil. Diferentes vídeos muestran un gran número de tanques y blindados destrozados por las fuerzas ucranianas. Pero los rusos intensificaron sus bombardeos y el Ejército de Kiev tuvo que replegarse. Cuando los blindados llegaron a la orilla norte, continuaron avanzado y disparando. El lunes empezaron el asedio y el miércoles entraron en la ciudad.
El padre de Bokalo pensaba que los rusos no se iban a quedar en la ciudad. Según le explica a su hija, la mayor parte de los tanques pasaron de largo cuando se replegó el Ejército de Ucrania. "Parecía que iban a seguir hacia Kiev", asegura a su hija Mykola. Pero los rusos toparon con una fuerte resistencia camino de la ciudad de Mykolaiv, a 60 kilómetros al norte. "Los rusos tuvieron que volver a Jersón y hubo más combates", asegura la ucraniana.
Según ha informado la defensa ucraniana a la población, la columna rusa ha quedado bastante diezmada, pero ahora los tanques de Putin están instalados delante de los edificios administrativos. "Mis padres tienen miedo de salir a por agua o a comprar alimentos. Dicen que se les permite salir de uno en uno. Pero están asustados por si hay francotiradores rusos", describe. Según relata, hay controles en todas las rotondas y no dejan a los habitantes salir de la ciudad.
"Visitantes armados" en el Ayuntamiento
El alcalde de Jersón, Igor Kolykhaev, reconoció la caída de la ciudad el miércoles, cuando recibió a "visitantes armados" en la sede del Ayuntamiento, ha publicado en su cuenta de Facebook. Ha pedido a los habitantes que "no provoquen disparos con sus acciones y comportamientos", que la situación "es muy difícil" y que "no hay necesidad de agravarla".
"Tenemos enormes dificultades con la recogida y sepultura de los muertos"
"Estamos experimentando enormes dificultades con la recogida y sepultura de los muertos, la entrega de alimentos y medicinas, la recogida de basuras, etc.", escribió. Lo único que les pidió a los ocupantes rusos, afirma en su post, es que "no le dispararan a la gente".
Corren rumores, dice la familia de Bokalo. Rumores que aterran. "Me cuentan que circula un aviso de los rusos; dicen que tomarán acciones contra los civiles por cada acto de resistencia", asevera. "Durante días, mis padres han tenido un control ruso a 300 metros de su casa. Están muertos de miedo. No saben lo que se les puede pasar por la cabeza a los soldados", sostiene.
Lo que más le preocupa ahora es la falta de medicamentos. Bokalo lleva toda la semana recogiendo donaciones y llenando un gran contenedor junto a la comunidad ucraniana de Madrid para enviar a su país. Hay productos sanitarios, ropa y alimentos. "Pero desde Kiev es imposible que llegue nada a Jersón", lamenta. Lo único que ahora puede hacer por ellos, dice, es contar lo que está pasando en su ciudad. "Que se sepa. Que han disparado contra casas y edificios civiles", zanja.
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