Járkiv
Nadia acaba de cumplir 81 años. Pensó que no vería este cumpleaños, ni ningún otro, cuando miró por su ventana y vio el cañón de un tanque ruso apuntando directamente a su casa. Le pareció que todo sucedía a cámara lenta, como en una película, y cuando contuvo la respiración esperando el impacto, el tanque simplemente dio la vuelta y continuó recorriendo las calles de Ruska Lozova.
Aquel cañón que le apuntó directamente no acabó con su vida, pero Nadia camina ahora con un bastón, porque días después de aquello recibió un disparo en la pierna derecha. Pudo conseguir atención médica, pero no fue fácil resistir sola durante semanas, a su edad, herida y viviendo en un casa que estaba en unas condiciones terribles.
"El primer día de la guerra, bombardearon mi calle. Los cristales de las ventanas reventaron en mil pedazos con las explosiones, todo saltó por los aires. Estuve viviendo así, en un piso sin ventanas, en pleno invierno, durante meses", cuenta para Público. Pero eso no era lo peor. El terror que sentían cuando veían u oían a los ocupantes, les cortaba la respiración: "Los soldados rusos alumbraban con reflectores para buscar a la gente que quedaba dentro de las casas... yo me escondía en el baño cuando veía las luces", recuerda.
Nadia de 81 años estuvo viviendo en un piso sin ventanas, en pleno invierno, durante meses
Tras días interminables de bombardeos y duros combates, las Fuerzas Armadas ucranianas lograron liberar el pueblo. La dura contraofensiva que lanzó el ejército de Zelenski en el norte de Járkiv, a principios de mayo, dio sus frutos: hicieron retroceder a las tropas rusas hasta la misma frontera, y liberaron decenas de pueblos. Pero para entonces, muchos habitantes de Ruska Lozova se encontraron sin casa, ni trabajo, ni vida que retomar.
Las gemelas que volvieron a nacer el 8 de abril
Calles enteras reducidas a escombros, hospitales y escuelas bombardeadas y ni una casa sana. Esa es la foto fija que se ve en todos y cada uno de los pueblos liberados. Ruska Lozova no es una excepción. Por eso miles de vecinos decidieron subir a los autobuses de evacuación que les trasladaban a otros puntos más seguros en el oeste de la región.
Estos autobuses les condujeron hasta el famoso Sanatorio de Berminvody, un remanso de paz en medio de la naturaleza, conocido por sus aguas termales milenarias y curativas. Aunque ahora la piscina está cerrada, y no se ofrecen masajes, se ha convertido en un refugio temporal para las personas que han sufrido los horrores de la guerra y lo han perdido todo por el camino.
Allí encontramos también a Annia y a Anastasia. Son gemelas, tienen 21 años y llegaron hace una semana al sanatorio. Están en el comedor, con una sonrisa luminosa que las bombas no han podido arrancar de sus caras, haciéndose bromas mientras almuerzan junto a sus padres. "Tenemos una historia para ti –me dicen–, te vamos a contar el día que volvimos a nacer".
En Ruska Lozova, la invasión empezó a las cinco de la mañana del 24 de febrero
En Ruska Lozova, la invasión empezó a las cinco de la mañana del 24 de febrero. "Oímos un estruendo muy fuerte, y pensamos que era una gasolinera que había explotado o algo así", empieza a contar Annia. "Cuando nos dijeron que era la guerra, el primer impulso fue empezar a hacer las maletas; lo guardamos todo, pero no salimos de casa".
Las explosiones habían parado, y las gemelas decidieron esperar a ver qué sucedía. Además, su madre no quería irse, no había forma de convencerla, y se quedaron con ella. Los días iban pasando, hasta que a las dos semanas, hubo un bombardeo en su barrio y se quedaron sin electricidad. Una semana después, también se quedaron sin gas.
"Encontramos un generador para poder seguir viviendo en casa, pero no era fácil conseguir gasolina. A veces teníamos que ir a varios kilómetros para comprar, y las calles eran muy peligrosas", añade Anastasia. "Había tiroteos en plena calle y bombardeos… un día nos levantamos, y el jardín de infancia que teníamos delante de casa había desaparecido. Lo redujeron a escombros", recuerda Annia.
Annia y Anastasia aseguran que estarían muertas si hubieran estado en casa durante el bombardeo que acabó con su casa
Durante una de esas salidas a buscar gasolina, un cohete impactó en su salón. Fue el 8 de abril. Muestran las fotos para Público, en sus teléfonos móviles, y contienen la respiración para reconocer en voz alta que estarían muertas si hubieran estado en casa durante el bombardeo. "Ese día fue nuestro segundo cumpleaños, volvimos a nacer", dicen al unísono.
Ahora sólo piensan en continuar con sus estudios en la universidad. Las dos estudian económicas, y siguen sus clases online desde que comenzó la invasión rusa. "Estamos muy contentas de que nos brinden la oportunidad de poder seguir con las clases así, aunque haya guerra. Era lo que más nos preocupaba al principio".
Se jugó la vida por custodiar las comunicaciones ucranianas
Unas mesas más al fondo, Igor está comiendo con su madre. "Podría haber salido de Lozova si lo hubiera intentado, pero me quedé hasta la liberación por un motivo: la estación de radio de nuestro ejército", nos dice, invitándonos a escuchar su historia.
En Ruska Lozova había una estación de comunicaciones de las Fuerzas Armadas ucranianas. Durante uno de los combates más duros, los soldados que estaban apostados allí tuvieron que huir y no pudieron recoger sus equipos. Igor lo hizo por ellos. "Cuando vi que nuestros soldados no podían volver, porque habían perdido la posición, fui yo. Quité todas las conexiones, inhabilité los puertos de conexión para que los rusos no pudieran utilizar la estación y me llevé los equipos ucranianos a un sitio seguro".
Durante uno de los combates más duros, los soldados que estaban apostados allí tuvieron que huir y no pudieron recoger sus equipos. Igor lo hizo por ellos
Los ucranianos no tuvieron tiempo de destruir la información estratégica que se almacena en estas estaciones de radio (audios, mapas, comunicaciones), y si hubiese caído en manos de las tropas rusas hubiera sido un duro golpe.
A sus 31 años, y con una mirada despierta en la cara, cabe preguntarse por qué Igor arriesgó su vida de esa manera, sin ser militar. Después de esa gesta, resistió durante toda la ocupación viviendo en el sótano de su casa, porque las bombas habían destruido toda la superficie. Y cuando el pueblo fue liberado, entregó los equipos de comunicaciones a los soldados ucranianos. "Cumplí con mi deber", concluye.
Bajo tierra hasta la liberación
Igor no fue el único que vivió bajo tierra en Ruska Lozova. Vera no vio ni a uno sólo de los soldados rusos que ocuparon su pueblo el primer día de la guerra. A sus 75 años, se escondió en un sótano y pasó allí la mayor parte del tiempo. No le quedó otra opción.
"Un día hubo un bombardeo muy fuerte, y cuando salí del refugio antiaéreo donde me había cobijado, mi casa estaba en llamas. Así que ya no tuve a dónde ir", relata con un gesto de rabia contenida. La trajeron al Sanatorio de Berminvody el 7 de mayo, y ahora espera a que una comisión de especialistas vaya a revisar los daños a Ruska Lozova, y le digan cuándo van a reconstruir su hogar. Al menos eso les han prometido.
Vera no vio ni a uno sólo de los soldados rusos que ocuparon su pueblo el primer día de la guerra. A sus 75 años, se escondió en un sótano y pasó allí la mayor parte del tiempo
Las Fuerzas Armadas ucranianas lograban recuperar el norte de la provincia de Járkiv a mediados de este mes, tras una contraofensiva que ha durado más de dos semanas, y que ha hecho retroceder a los rusos hasta la misma frontera. Y se han liberando decenas de pueblos que, como Ruska Lozova, han estado más de dos meses viviendo bajo la ocupación.
Las cicatrices que va dejando esta invasión no sólo son visibles en todos estos pueblos arrasados, y en sus casas bombardeadas; donde mejor se ven estas cicatrices es en la mirada de la gente que ha vivido la guerra en primera persona. Ucrania ha ganado la batalla por Járkiv, pero lo que ha pedido Járkiv en estos casi tres meses, tardará muchos años en recuperarse.
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